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Muerte de una Heroína Roja, de Qiu Xiaolong

La primera aventura de Chen Cao, un peculiar policía: poeta, estudioso de la literatura china y comparada, metido en una organización estatal en una China en pleno cambio a la economía de mercado.
Como toda primera novela de una serie, una gran parte del texto está dedicada a trazar al personaje, y nos encontramos con un Chen Cao inteligente, sensible, lúcido, escéptico con el sistema comunista, pero crítico ante el capitalismo desenfrenado y las injusticias que produce, y también un policía honrado e íntegro, capaz de llegar hasta el final en sus investigaciones; un hombre que, sin embargo, es tímido y desafortunado en asuntos amorosos.
Un Chen Cao que acaba de ser ascendido a inspector jefe de la policía de Shanghai, un ascenso que sorprende incluso al interesado, y que es producto de los nuevos tiempos y de la necesidad de renovación de las estructuras estatales chinas; ascenso que no es demasiado bien recibido por sus compañeros, que desconfían de los motivos y la capacidad del "poeta" Chen cao.
En esta novela, asume la investigación del asesinato de una mujer, encontrada metida en una bolsa en un canal fluvial, y que resulta ser el cadáver de Guan Hongyin, trabajadora modelo de rango nacional. De repente, el caso adquiere una dimensión política. A Chen Cao esto le da lo mismo, pero sus jefes, que lo son de la policía y del partido, opinan que cualquier cosa que afecte a la imagen del partido comunista y sus héroes en esta época de cambio es particularmente delicada. El tema se hará todavía más complicado cuando el principal sospechoso resulte ser el hijo de uno de los cuadros del Partido, un hecho que puede acabar con la carrera del inspector jefe y de sus subordinados.
El mérito de Qiu Xiaolong es conocer los entresijos de la novela negra moderna, y plantearnos un cuadro veraz, e histórico, un cuadro moral y social de un China en proceso de cambio. La trama policíaca es potente, pero va más allá del mero caso criminal, y le permite hablar de los abusos de los hijos de los cuadros, del nepotismo inherente en el Partido, de las facilidades en enriquecimiento y poder que encuentran aquellos que están cerca de la clase dirigente. Y a la vez, hablarnos de la China real, la del pueblo que ya ha sufrido unos bandazos políticos y económicos terribles en ocasiones, y que ahora se halla frente a otra encrucijada que plantea muchas incógnitas. Y en este aspecto, Qiu Xiaolong se muestra extremadamente sagaz y enormemente descriptivo, y esta serie de novelas explican más cosas sobre China que muchos reportajes de prensa. Y aunque esta sea la misión de la novela negra moderna, el hallar series que alcancen su objetivo con tanta perfección es un placer.

(Death of a Red Heroine)
Tusquets Eds., col. Andanzas
Barcelona, 2012 [2000]
Trad. de Alberto Magnet Ferrero
Serie Inspector Jefe Chen Cao nº 1

Portada y sinopsis

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El Día D. La Batalla de Normandía, de Antony Beevor

Confieso que el efecto deslumbrante que me produjo leer La Segunda Guerra Mundial ha provocado que preste atención al resto de la obra de Antony Beevor.
En El Día D se hallan todas las virtudes que descubrí en la historia de la Segunda Guerra Mundial que les he citado. Una documentación exhaustiva, tanto de grandes fuentes como de testimonios directos o incidentales, una ordenación interna minuciosa, en la que se desgranan todos los temas importantes, pero también los pequeños que, de una u otra manera, estuvieron presentes en el hecho histórico (el sufrimiento de los habitantes de Normandía por los bombardeos; el humor, negro las más de las veces, en el campo de batalla; el heroísmo individual y el sufrimiento del soldado; las tensiones entre las fuerzas de la resistencia francesa, etc.). Y, aun prestando atención detallada a los grandes hechos, un saber descender al nivel individual y mostrar compasión por las víctimas.
Que la invasión del Día D (llamada por los franceses "El Desembarco", claro; para ellos representaba todo lo contrario a una invasión) fue una de las pocas batallas auténticamente decisivas del conflicto está fuera de discusión. Incluso, y gracias al cine (El Día Más Largo; Salvar al Soldado Ryan), se tiene una visión y conocimiento general bastante exactos, cosa rara tratándose de la Historia pasada por Hollywood. A pesar de ello, muchos aspectos de detalle no han trascendido lo bastante.
El libro de Beevor abarca desde los preliminares de la invasión hasta la liberación de París, que es lo que podemos considerar la campaña de Normandía, más que tratar del desembarco y la consolidación de las cabezas de playa. Así, desde el engaño de la Operación Fortitude, que mantuvo en los alemanes la incertidumbre de dónde se produciría la "auténtica" invasión, hasta la rebeldía de Leclerc y De Gaulle, que reinstauraron la República Francesa partiendo de los hechos consumados, y muy a pesar de Eisenhower y Churchill, que abogaban por una administración aliada, todos los temas son llevados con cuidado, detalle y brillantez por Beevor.
Los más desconocidos son el martirio de Normandía por los bombardeos aliados (unos 15.000 muertos civiles, muchos más que las bajas aliadas en las playas del desembarco); la ineptitud casi psicopática del mariscal Montgomery; la dureza del combate en el terreno infernal del bocage; la incidencia del atentado contra Hitler en las operaciones militares; el efecto devastador para la moral alemana de la superioridad aérea aliada; o la labor de apoyo a los aliados por parte de las FFI (Fuerzas Francesas del Interior, una parte de la Resistencia).
La visión de Beevor es desmitificadora: Normandía no fue la operación perfecta que a veces se ha querido presentar. Pero también es justa: a pesar de los errores, a pesar de los imponderables, la importancia del desembarco es innegable, y su posible fracaso o postergación hubiera sido una catástrofe. Pero su visión es también humana, y hay un poso de admiración, comprensión y compasión por los soldados y civiles. Se suele olvidar que los grandes hechos son protagonizados por personas. Y si hay respeto por la valentía, también hay respeto por el civil obligado a vestir el uniforme, por el hombre falible, por el civil obligado a sufrir. Beevor es historiador, pero no es un historiador frío. Tal vez en eso reside el secreto de su brillantez.

(D-Day. The Battle for Normandy)
Ed. Crítica, col. Memoria Crítica
Barcelona, 20092 [2009]

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«Una poderosa narración de la batalla de Normandía difícilmente superable.» Max Hastings, Sunday Times.

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Michel Petrucciani, de Michael Radford

SESIÓN MATINAL 

(Michel Petrucciani)

Director: Michael Radford; Dir. de fotografía: Sophie Mantigneux; Montaje: Yves Deschamps.

Michel Petrucciani fue uno de los mejores pianistas de la historia del jazz. Punto.
Después de escucharlo, pueden enterarse de que estaba aquejado de nacimiento de osteogénesis imperfecta, una enfermedad genética que causa una extrema fragilidad en los huesos y, en el caso de Petrucciani, enanismo.
En este espléndido documental, Radford ahonda en la vida (no tanto en la música, aunque es ineludible) de uno de los pianistas más virtuosos que ha tenido el jazz. Porque la vida de Petrucciani fue irremediablemente corta, pero vivida con una intensidad extrema.
Radford ha sabido encontrar testimonios de gente que lo trató, tocó con él, se casó con él, compartieron sus momentos de euforia y sus momentos más crueles (porque Petrucciani, que podía ser un ángel al piano y fuera de él, también llevaba un demonio dentro) y les ha permitido hablar, explicar esa vivencia de Petrucciani. El cineasta ha escogido la asepsia y la neutralidad en su visión, lo cual me parece acertado, y ha contrapuesto esas vivencias de los otros con las propias entrevistas a Petrucciani que se hicieron en el transcurso de su vida. Hay que decirlo, el documental es valioso por estos testimonios, pero también por el trabajo de documentación, compilación y montaje que ha conllevado reunir esos documentos anteriores y organizarlos en un todo coherente.
Y lo que se obtiene es una visión humana de un genio, como no podía ser menos; pero también un retrato fascinante de un músico y una época, la del final de la edad de oro del jazz en Nueva York.
Pero sobre todo la de un músico que supo convertir su talento en su felicidad, cuando tantas cosas le auguraban una vida penosa. El mismo Petrucciani lo declara en un momento del filme: "Me gustaría decirles que soy muy desgraciado, que sufro mucho, que no se me levanta, que tengo una vida miserable... Pero no es así. hago lo que me gusta, tengo esposa e hijos, viajo, tengo una casa en París y otra en Nueva York..."
Y en uno de sus discos, dijo: "No me agradezcan mi música. Es mi placer, y la toco para complacerme a mí mismo. Déjenme darles las gracias por permitirme hacerles felices."

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Charlie Christian en directo (VI)

De nuevo con lo que dejó grabado el gran genio de la guitarra Charlie Christian en sus actuaciones en directo.
Primero lo tenemos con el sexteto de Benny Goodman, esta vez con el retorno del enérgico Gene Krupa a la batería. Escucharemos Breakfast Feud y Song of the Islands.
Luego, en una actuación posterior, el sexteto se verá aumentado con parte de la big band, esta vez con Jo Jones a la batería, Teddy Wilson al piano y, sorpresa, un guitarrista de acompañamiento, Mike Bryan, interpretando Flyin' Home.
Y entonces pasamos al Minton's, el club donde Christian experimentaba con mayor libertad. Los que le acompañan son Kenny Clarke a la batería, Joe Guy a la trompeta, Thelonious Monk al piano y Nick Fenton al contrabajo.
Con el sexteto de Benny Goodman, Christian ya hacía diabluras poco convencionales, pero la estructura musical era bastante rígida, con lo que la experimentación quedaba limitada. Aquí, en las actuaciones en Minton's, podemos comprobar que Christian puso los cimientos de la guitarra moderna (y de buena parte del lenguaje bop que se instauraría poco después). Y escuchar que, salvando las deficiencias técnicas de la grabación y del amplificador de la época, Charlie Christian hace un solo que podrían firmar todos los grandes guitarristas de hoy en día. Insisto, no estamos hablando sólo de un precursor. Christian fue un fundador, y si hoy la guitarra en jazz suena así es gracias a que él exploró ese sonido, esas innovaciones armónicas, ese saltarse la barra del compás y muchas otras "transgresiones".
Escucharemos Swing to Bop / Charlie's Choice [Topsy] y Stomping at the Savoy. Como les explicará el Cifu, Joe Guy no era un gran trompetista. Pues bien, esta última pieza es lo más remarcable de su carrera musical. Por supuesto, la presencia del resto de integrantes la convierte en algo grande...
Y de nuevo en Minton's, pero esta vez con un grupo formado por Joe Guy a la trompeta, Don Byas al saxo tenor, un segundo trompetista desconocido y una rítmica cuyos nombres tampoco nos han llegado, aunque es posible que fueran Kenny Clarke y Monk, interpretará Up on Teddy's Hill.
Atentos como siempre a las explicaciones del Cifu, y que disfruten de la música.

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Una Escaramuza en los Puestos de Avanzada, de Ambrose Bierce

Llevamos ya algún tiempo comentando los cuentos de soldados escritos por Ambrose Bierce, el más amargo de los narradores estadounidenses, el más cáustico y, porqué no decirlo, también el más adelantado a su época en cuestión de declarar todos los horrores que suponen las guerras.
En el relato que traemos hoy, y que pueden leer en los enlaces al pie de esta reseña, eso se muestra con claridad; pero antes de entrar en este tema, una de las características más curiosas de este cuento es que su protagonista es un sureño encuadrado en las fuerzas nordistas que se alista porque desea morir, debido a que su esposa lo ha engañado. Sin embargo, queda muy claro más tarde en el relato que el seductor de la esposa de Armistead es el propio gobernador ante el que se presenta para obtener una plaza en el ejército nordista. La muerte de Armistead y sus circunstancias, rescatando al gobernador de una muerte segura, no es sino una carga más de culpa que poner en los hombros del político, aunque depositada con un precio excesivo.
Colateral a esta historia, como decíamos, está la más terrible y brutal descripción que hizo Bierce de un combate. Una descripción que no difiere mucho de las más contemporáneas que realizan los soldados de la Segunda Guerra Mundial. Y, con mucha, muchísima ironía, hace decir al gobernador: «Y en todo esto no había el menor rastro de pompa guerrera ─ni de gloria. Hasta en medio del peligro y de la desesperación, el desamparado civil no pudo menos que medir el contraste que había entre ese combate y los magníficos desfiles organizados en su honor: uniformes resplandecientes, música, bandera, y paso marcial. Esto era algo feo, repugnante, brutal, de un mal gusto acabado, que hería profundamente su sentido estético.
»─¡Uf! ─gruñó estremeciéndose─, ¡esto es abominable! ¿Dónde están los sentimientos elevados, la devoción, el heroísmo, el... »
Muchos años más tarde, otro autor respondería a esta pregunta: en esos desfiles de los que habla el gobernador y en los cuadros que cuelgan de los museos.
Y, hasta la llegada de Ambrose Bierce, en la literatura.

(An Affair of Outposts)
En Cuentos de Soldados y Civiles
Eds. Orión, col. Pruebas de Galera
Buenos Aires, 1975 [1891]
Traducción y prólogo de José Bianco

Texto en castellano de Una Escaramuza en los Puestos de Avanzada
Texto en inglés de An Affair of Outposts

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Funes el Memorioso, de Jorge Luis Borges

Este cuento sobre un hombre de memoria prodigiosa, el propio Borges lo introduce con toda modestia como "una metáfora sobre el insomnio". No dudo de que su origen fuera este. El insomnio, como bien saben aquellos que lo han padecido, es un modificador de toda la experiencia sensorial: el tiempo se eterniza, las experiencias se hacen lentas, los detalles alrededor del insomne se multiplican, e incluso éste empieza a tenerlos en consideración, algo que no hubiese hecho en una vigilia normal (contar vigas del techo, baldosas del suelo, perseguir grietas en las paredes, y así hasta el infinito).
Sin embargo, Borges, escritor de temas variados pero recurrentes, tenía dos que acompañan a su obra y aparecen en ella una y otra vez, el infinito y lo cósmico.
Funes no es más que un tipo peculiar que sabe perfectamente la hora que es y recuerda los nombres y apellidos de aquellos que conoce, hasta que un día un accidente provoca en él la invalidez, pero también la memoria total, pasada y presente.
Casos de memoria eidética se han dado en la historia, y precisamente el narrador conoce a Funes cuando éste le pide prestado un libro en latín (así como un buen diccionario; el mensaje implícito es que Funes aprenderá latín con sólo leer el libro con la ayuda del traductor impreso), la Naturalis HIstoria de Plinio, que enumera unos cuantos de estos casos.
En la conversación que sigue entre Funes y el narrador (llamémosle, por ejemplo, Borges), las magnitudes se irán elevando de manera exponencial. Funes se maravilla de que esos memorísticos maravillaran. «Cuando lo recobró [el conocimiento], el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido , y también las memorias más antiguas y más triviales. Poco después averiguó que estaba tullido. El hecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidad era un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles.»
Una bendición, percibir y recordar todos los detalles que pasan por delante de los ojos. Pero, conforme avanza la narración, el lector y el narrador se sienten imbuidos de un temor reverencial, un miedo al mysterium tremendum que poco a poco se va desvelando. «Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero.»  El lector se inquieta, y con razón, porque esa teórica bendición de la memoria parece irse convirtiendo en una maldición, un exceso de información abrumador, un mundo de una textura tan rica que es imposible de ser disfrutado.
«No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez. [...] Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso.»
Borges nos ha llevado de la anécdota, de la curiosidad del personaje hasta encararnos con el infinito y sentirnos abrumados con el peso del universo sobre nosotros. Pero queda todavía un último remate en el relato: sólo al final descubrimos que Funes sufrió el accidente cuando tenía diecinueve años. Pero lo que hemos escuchado de sus labios hasta entonces son las palabras de un anciano, un viejo, tal vez porque así lo dicta la variedad de la experiencia que le brinda su memoria, pero también porque, allá donde el resto habremos vivido diecinueve años, Funes habrá vivido 599.184.000.000 milisegundos; que aunque sean el mismo tiempo, no es lo mismo si se es completamente consciente de su paso.

En Ficciones
Alianza Ed. / Emecé, col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 19719 [1944]

Texto de Funes el Memorioso

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Licantropia, de Carles Terès

Como bien enseñaba Lovecraft (al cual no sólo se rinde homenaje en la novela, sino que ésta se modela según sus características básicas, a saber, el "mal lugar", el folklore ancestral y el paso de éste a una narración contemporánea), la narrativa fantástica moderna funciona sólo cuando todo lo que la rodea está firmemente basado en un paisaje y una realidad reconocibles y homologables para el lector.
El tema de esta novela es la licantropía, el mito del hombre lobo; lejos de la solución facilona que ya hemos visto tantas veces de convertir en narración una partida de videojuego en un mundo pre, semi, cuasi o postapocalíptico, Terès la abre con un relato del siglo XVIII de un sacerdote enviado a evangelizar uno de los parajes remotos de lo que aquí se conoce como "La Franja" (una zona aragonesa de contacto con el País Valenciano y Cataluña, donde, con avances y retrocesos, se habla catalán), sacerdote que encuentra una familia de loberos, gentes que han convivido con los lobos hasta hacerse jefes de la manada, impidiendo así las predaciones de los rebaños que cuidan. Con esta narración de trasfondo, nos trasladamos a la época actual para encontrarnos con Llorenç y Laura, una pareja feliz y contenta con su vida, sobre la cual pesa, sin embargo, la historia no contada de sus respectivas familias.
Si el lector espera una narración aparatosa, con transformaciones dramáticas del hombre a la bestia, que se lo quite de la cabeza. Licantropia procede en su andar narrativo en estilo lovecraftiano, pero en su tono es más como el Joan Perucho de Les HIstòries Naturals (un modelo de narración tranquilo, en absoluto malo para seguir), combinando la leyenda y el folklore (y, de paso, estableciendo un espacio mítico), la historia familiar y la investigación del protagonista para indicarnos que las antiguas historias tienen su razón de ser, aunque esta razón nos resulte inexplicable; aunque su realidad sea menos truculenta de lo que el gusto antiguo prefería.
Como casi todas las primeras novelas, Licantropia no está desprovista de defectos, aunque son menores y no distraen al lector del tema ni de su narración. En lo que acierta Terès es en esta estructura meditada, minuciosa, en la que se crea un ambiente firme en la realidad pero muy bien enlazado con lo mítico. Unas leyendas que, precisamente por ser autóctonas, y no importadas de, pongamos por caso, el cine americano, funcionan y se integran a la perfección.

Eds. de 1984, col. Mirmanda
Barcelona, 20132 [2011]

Portada i sinopsi

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Un Hombre Para la Eternidad, de Fred Zinnemann

SESIÓN MATINAL 

(A Man for all Seasons); 1966

Director: Fred Zinnemann; Guión: Robert Bolt, basado en su propia obra teatral; Intérpretes: Paul Scofield (Tomás Moro / Thomas More), Wendy Hiller (Alice More), Susannah York (Margaret), Robert Shaw (Enrique VIII), Orson Welles (Cardenal Wolsey), Leo McKern (Cromwell), Nigel Davenport (Duque de Norfolk), John Hurt (Rich), Corin Redgrave (Roper), Cyril Luckham (Arzobispo Cranmer), Jack Gwillim (Justicia Jefe); Dir. de fotografía: Ted Moore; Música: Georges Delerue; Diseño de producción: John Box.

Déjenme decir para empezar que a Zinnemann no se le ha hecho la justicia que merece. No suele figurar entre los grandes directores, y sin embargo es alguien al que, mirando su filmografía, uno descubre sin demasiada dificultad más de quince película en las cuales su labor de dirección es excelente. Y eso no es tan fácil créanme.
Pues bien, este filme es una de esas películas. Basado en una obra de teatro adaptada por el propio autor, corría el riesgo de quedar solamente como eso, una pieza de cámara puesta en un entorno de superproducción, una fórmula que por lo general no suele descollar. Sin embargo, más que hacer una obra histórica, todos los implicados supieron darle un carácter moral a la película. Porque, en efecto, y aunque el tema de la película es la resistencia de Tomás Moro a resolver como fuese, incluso mediante el cisma religioso, "la cuestión del Rey" (y que en la época se le llamase así ya quería decir que era el tema de las políticas interna y externa de Inglaterra), una resistencia bien documentada y estudiada, la cuestión principal era la de la estatura moral, y el límite de las libertades humanas. Porque Moro no pudo, en la época, ni tan siquiera ser dueño de su silencio, que es en último extremo lo más básico que puede tener un ser humano en una sociedad en la que la libertad de expresión se ve comprometida.
El conflicto interno constante en el que vive Moro, pero a la vez su convencimiento y altura moral salen prodigiosamente a la luz en esta película, y todo gracias a un actor magistral, que por desgracia se prodigó poco en el cine, pero que cuando lo hizo siempre estuvo a la gran altura que demostraba en los escenarios teatrales, Paul Scofield. En una interpretación de gran calado y sutileza, a los quince segundos el espectador se olvida de que ese hombre se llama Paul, y pasa a tener delante a Tomás Moro.
Sobre esta composición actoral, se añadieron las interpretaciones laterales, sobre todo las de Wendy Hiller como esposa de Moro, y la de un gran Robert Shaw en el papel de Enrique VIII; añádase una excelente partitura de Delerue y una ambientación y localizaciones como pocas se han visto en el cine, gracias a John Box en la producción y a Ted Moore en la fotografía, y se tendrá la obra maestra que es Un Hombre Para la Eternidad.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Duke Ellington - Piano in the Background (II)

En esa grabación espléndida de Duke Ellington que fue "Piano in the Background", quedaron en su día sin editar una serie de temas que, por fortuna, se han ido recuperando; porque el material es espléndido, como espléndidos son los solos e introducciones al piano de Duke, arropado por una orquesta en plena forma.
Pero antes escucharemos ese tema emblema de la banda de Ellington, Take the A Train, interpretado de forma inusual pero fascinante por Duke, en una introducción al piano magistral.
Los temas "bonus" son un espléndido, sutil y armónicamente avanzado Lullaby of Birdland; The Wailer; Dreamy Sort of a Thing; una toma alternativa de Lullaby of Birdland; y otro tema que es una tarjeta de presentación de Ellington, Harlem Airshaft.
Todo ello completaba una grabación de las mejores de Ellington (otra más, podríamos decir), que entusiasma nada más oírla.
Y entonces tendremos a Ellington en septeto, con Ray Nance a la corneta de pistones, Lawrence Brown al trombón, Johnny Hodges al saxo alto, Harry Carney al saxo barítono, Aaron Bell al contrabajo (un contrabajista que desde que lo descubrí en "Piano in the Background" me tiene robado el corazón), y Sam Woodyard a la batería, interpretando Everything But You y Black Beauty.
Atentos como siempre a las explicaciones del Cifu, y que disfruten de la música del mejor compositor de jazz de todos los tiempos.

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El Fantasma, de Richard Hughes

Una historia realmente notable, corta e intensa y con final sorpresa preparado muy cuidadosamente por lo que ha precedido en el relato. El cuento lo pueden leer en el enlace al pie de esta reseña, pero déjenme sólo apuntar, además de este giro de la trama que sin duda sorprenderá al lector, que la originalidad del relato recae en el hecho de que parece tratarse de una narración en primera persona realizada por un fantasma.
Aquí, y en un alarde de imaginación, percibimos la angustia de la muerte violenta acaecida hace poco, y el intenso debate que se crea en la mente de la protagonista sobre la venganza desarrollada en la persecución espectral o el descansar en paz definitivamente.
Richard Hughes es un escritor o desconocido u olvidado en nuestros lares. Sin embargo, tenemos que recordar su obra más famosa, A High Wind in Jamaica, aquí traducida como Huracán en Jamaica, que es uno de esos clásicos menores que encantan una vez leídos, y que tuvo una buena versión fílmica (llamada Viento en las Velas) con Anthony Quinn y James Coburn como protagonistas.Tanto en esta novela como en el relato que hoy comentamos, podemos ver que era un autor enormemente perceptivo y capaz de asumir puntos de vista narrativos inusuales y estimulantes.

(The Ghost)
En Cuentos Únicos
Ed. Siruela, Col. El Ojo sin Párpado
Madrid, 1989 [1926]
Ed., selección y prólogo de Javier Marías
Trad. de Alejandro García Reyes 

Texto en castellano de El Fantasma

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Nacional II, de Jaume Perich

La prematura muerte de jaume Perich nos privó de un humorista sagaz, inteligente, satírico y lúcido. Se le echa en falta, sobre todo porque siempre fue un hombre comprometido, crítico con todo, pero sobre todo capaz de distinguir ls trampas que desde el poder, invariablemente, apuntan contra el ciudadano, relegándolo al conformismo.
Su obra no ha dejado de estar presente en algunos medio, pero estas recopilaciones que realizó en vida (Autopista, esta Nacional II, Perich-Match...) habían sido descatalogadas, aunque hoy parecen tener una mínima recuperación; sin duda este olvido se debía a la falsa impresión de que eran textos y dibujos coyunturales, producto del pasado. nada más lejos de la realidad. ¿Quieren saber cuál es la sentencia que abre este libro?
Se refiere a lo que entonces era el "Mercado Común", hoy conocido como "Unión Europea", y dice así: «A juzgar por las estadísticas, Grecia, Portugal y España podrían formar los "Encantes Comunes".» No se trata de que la historia se repita, sino de que hemos realizado un viaje de ida y vuelta, regreso a cuarenta años atrás después de unas vacaciones en la europeidad y el estado del bienestar. Pero la frase está ahí, tan veraz e incisiva hoy como lo fue en su día.
En este segundo libro, seguidor de Autopista, Perich sigue usando el modelo que satirizaba, el de Camino de José María Escrivá de Balaguer. En él encontramos sentencias ciertamente coyunturales: «En España sólo hay dos partidos autorizados: los de fútbol y los judiciales.» Puramente humorísticos: «Leí no sé dónde que la policía francesa se basaba siempre en sus investigaciones en la conocida frase: "Cherchez la femme". Los resultados obtenidos con este sistema parece que son los mismos que con otro, pero la policía francesa es la que se lo pasa mejor del mundo.» Irreverentes: «A Cervantes se le llama también "el manco de Lepanto". En su época se le llamaba "el manco 1.235 de Lepanto".» Y algunas que no desmerecerían al mejor Ambrose Bierce: «No ofende quien quiere, sino quien puede. Pero no hay que preocuparse: querer es poder.»
Todo ello proporciona una variedad de sentimientos: el de testimonio histórico de una época, el de reflexión filosófica y política, pero sobre todo el del estímulo del pensamiento mediante el humor. Pocos pueden decir eso, y esos pocos, en otros países, tienen un lugar en el respeto moral e intelectual que brindan las sociedades a sus artistas. Ojalá que con Jaume Perich se haga justicia y sus textos lleguen de nuevo al público y a la memoria colectiva. Y no olviden: «Vivimos en un mundo en el cual sólo existe una respuesta inteligente, a saber: NO.»


Ed. Laia / Eds. de Bolsillo, col. Opinión e Informe / Humor
Barcelona, 1972 [1972]
Prólogo de Manuel Ibáñez Escofet

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Negra Melodía de Blues, de Charlotte Carter

Nanette Hayes es una saxofonista callejera que ha heredado la vena canalla de su familia y el gusto por la bohemia y el disfrute de la vida; todo ello gozado con inconsciencia tal vez, pero con sentido de la responsabilidad.
Cuando su tía Vivian escribe a su madre desde París pidiendo desesperadamente dinero, algo que no haría a menos que la situación fuera realmente crítica, la solución es enviar a Nan a Europa con el dinero que corresponde a Viv de una herencia y así rescatarla de los problemas en los que pueda haberse metido. Pero al llegar a París, Nan descubre que su tía ha desaparecido sin dejar más rastro que una cuenta impagada en el hotel y todo su equipaje. Se iniciará entonces la búsqueda, que a la vez se convertirá en una aventura personal.
Con el personaje de Nan nos encontramos no ante la investigadora profesional, sino en una novela negra en la que la "detective" es alguien a quien el misterio le llega más que buscarlo, y que se mueve por el mundo del crimen con una inexperiencia e ingenuidad adorables. No es una variación original (Hitchcock, por ejemplo, la empleó múltiples veces) pero es una que funciona muy bien; despierta simpatía en el lector, puesto que el proceso de identificación se refuerza; al fin y al cabo, la mayoría de gente no es policía, ni detective privado ni periodista de investigación, y cometería los mismos errores en los que Nan cae. Un sentimiento que también se refuerza por la vulnerabilidad del personaje.
El caso es que, además de estas peculiaridades, la novela funciona muy bien. La trama es equilibrada, pero lo que realmente convierte en plena a esta historia es un viaje por el París conocido por el turista pero también por el París jazzístico, que enlaza con la época en la que París fue la ciudad de exilio favorita de los negros que huían de la discriminación institucionalizada en los Estados Unidos.
Porque la música, y en concreto el jazz y el blues, es parte integrante e imprescindible del paisaje descrito en la novela. No sólo los títulos de los capítulos son los de canciones inmortales del jazz, sino que los escenarios son los clubes y cavas de jazz parisinos, y la trama no sólo tiene músicos como protagonistas, sino que puede asimilarse a la de un blues bien interpretado.
Con estos elementos, Charlotte Carter compone una novela original, bien escrita, tremendamente atrayente y que funciona en su aspecto criminal, pero también en el ambiental y sentimental. Y Nanette Hayes se conforma como una insólita protagonista de novela negra, una investigadora a su pesar que busca un lugar en la vida con determinación y recursos, pero también debilidades. Una serie a seguir.

(Coq au Vin)
Eds. Siruela, col. Nuevos Tiempos serie Policiaca
Madrid, 2006 [1999]
Serie Nanette Hayes nº 2

Portada y sinopsis

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San Francisco, de W. S. Van Dyke

SESIÓN MATINAL 

(San Francisco); 1936

Director: W. S. Van Dyke; Guión: Anita Loos, basado en la historia de Robert Hopkins; Intérpretes: Clark Gable (Blackie Norton), Spencer Tracy (Padre Mullin), Jeanette MacDonald (Mary Blake), Jack Holt (Jack Burley), Jessie Ralph (Sra. Burley), Ted Healy (Mat), Shirley Ross (Trixie), Al Shean (Profesor), Harold Huber ("Babe"); Dir. de fotografía: Oliver T. Marsh; Director musical: Herbert Stothart; Montaje: John Hoffman; Canción del título: Bronislau Kaper; Música: Edward Ward.

Considerada una obra maestra, hay que decir que casi casi ha envejecido en algunos instantes puntuales de la película, pero sin embargo, y como en una especie de milagro, cuando el espectador está a punto de fruncir el ceño, el filme recupera su paso firme y vuelve a conectar con el público.
San Francisco está modelada sobre la base del melodrama: la historia de un propietario de un salón de diversión en Barbary Coast, la zona más depravada de San Francisco, la que se consideraba la ciudad más depravada de Estados Unidos. Allí llega una joven (Jeanette MacDonald) que acaba de perder su alojamiento en busca de empleo, y el propietario (Clark Gable), tras escucharla cantar, la contrata. Sin embargo, la chica para lo que está preparada y lo que más desea es cantar ópera. El enamoramiento es previsible, como lo son los desencuentros entre ambos (y, previsibles como son, eso no quita para que no sean emocionantes). El espectador simpatiza con ambos personajes, porque, a pesar de que Gable represente al simpático sinvergüenza que acostumbraba (un papel que bordaba a la perfección) de puertas para afuera, en su interior es un ser humano, generoso y honesto, aunque se empeñe en reinar en el mundo de la deshonestidad. Su amigo de la infancia (Spencer Tracy), convertido en sacerdote, le conoce muy bien, y espera que algún día pueda cambiar y abandonar esa vida disoluta; y la mayor esperanza de que eso suceda la cifra en Mary Blake, la cantante de la que Gable se ha enamorado.
Como ven, nada nuevo en esta película. Salvo que el guión, de la excelente Anita Loos, es incontestable, la dirección cuidad, el trabajo de las estrellas y los secundarios notabilísimo y el montaje ágil. Pero, por si fuera poco, está el terremoto. San Francisco sufrió un devastador terremoto en 1906, y esta película sigue siendo referente incluso hoy en día por los efectos especiales creados para representarlo. Y hay que tener en cuenta que se hicieron en 1936. Pero aún así, sorprenden por su verismo y su altísima calidad. Por no decir que añaden un dramatismo a la historia que beneficia por completo a la película. De manera que, ante la pregunta de si sigue siendo una obra maestra, la respuesta es que sí. Y si no me creen, sólo tienen que verla y juzgar.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Louis Armstrong en el Crescendo Club (II)

De nuevo encontramos al más grande del jazz clásico en una actuación en el Crescendo Club de Hollywood. Acompañado de sus All Stars, el gran Barney Bigard al clarinete, el no menos grande trombonista Trummy Young, Arvell Shaw al contrabajo, el muy eficiente Barrett Deems a la batería y el precioso Billy Kyle al piano. Todos ellos dirigidos por un Louis Armstrong que está particularmente fino y potente, como escucharán; pero no crean que los acompañantes son mancos, porque, aparte Bigard y Young, que ya eran auténticas leyendas de sus instrumentos, el resto hacen muy, pero que muy buena música.
Escucharemos el clasiquísimo Basin Street Blues; Medley: Shadrack / When the Saints Go Marchin' In, un momento siempre esperado en las actuaciones de Armstrong, pero esta vez combinado con un muy buen tema sobre la escena bíblica de Sadrac en el horno; C'Est Ci Bon; The Whiffenpoof Song, una broma muy divertida acerca de los boppers a la que hay que prestar atención a la letra; el gran clásico de Hoagy Carmichael Rockin' Chair, con vocal de Trummy Young y contrapuntos hilarantes de Louis; el clásico pero muy originalmente tratado Twelfth Street Rag; y un fragmento de Muskrat Ramble.
En suma, una actuación llena de buen humor, atmósfera feliz, muy buena música y sobre todo esa trompeta imperial de Louis Armstrong. Presten atención al Cifu y a sus comentarios, que contienen anécdotas más que interesantes, y que disfruten.

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La Patrona, de Roald Dahl

En varias ocasiones les he comentado la absoluta concisión de la que hacía gala Roald Dahl para crear sus historias, una característica notable y que pocos narradores dominan bien, y esa concisión está llevada a su máximo extremo en este relato La Patrona.
El cuento lo pueden leer en los enlaces que figuran al pie de esta reseña. Se trata de una historia que empieza con tono tranquilo y cuya amenaza, también tranquila, va creciendo hasta llegar a un desenlace irónico y de choque.
Aunque podríamos discutir lo del desenlace. Porque en esa concisión de la que les hablaba, Dahl decide prescindir de un final según mandan los cánones. Al fin y al cabo, todos los elementos necesarios están ya presentes en la historia narrada, y no se puede interpretar el cuento de ninguna otra manera que no sea la que el propio autor ha querido y señalado. Incluso, y por si el lector tuviera tentaciones de quejarse y demandar al autor que explique si el asesinato del protagonista quedará impune, Dahl nos ha informado ya de dos precedentes muy separados en el tiempo que nadie ha podido resolver, de manera que, parece decirnos, ¿por qué tendría que ser diferente en este caso?
Esta clase de relatos de choque que son inatacables en su integridad es muy raro, pero más extraordinario era que Roald Dahl era capaz de producirlos una y otra vez, hasta hacer casi de su propiedad el género de las historias imprevistas.

(The Landlady)
En Relatos de lo Inesperado
Ed. Argos Vergara
Barcelona, 1981 [1960]

Texto en castellano de La Patrona
Texto en inglés de The Landlady

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Autobiografía, de G. K. Chesterton

A su muerte, el autor más genial de su generación, Gilbert Keith Chesterton, dejó esta autobiografía notabilísima, y que es un lujo leer.
Más que pasar por sus peripecias vitales (aunque las hay, y tratadas con un fino humor), o por su obra, que está muy ausente de este texto, siento el parecer del autor que esa obra (El Hombre que Fue Jueves, El Napoleón de Notting Hill...) era menor y prescindible, Chesterton se centra en los acontecimientos y personajes políticos, intelectuales, periodísticos y religiosos (la religión fue un componente muy importante en la vida de GKC, sobre todo en sus últimos estadios) que le tocó conocer.
Lo cual no animaría precisamente a la lectura de este libro si consideramos que no sólo nos caen muy lejos en el tiempo, sino que no somos ingleses y apenas conocemos a los protagonistas de la época.
Pero ahí es donde el genio de Chesterton se muestra superior a la mera brillantez de cualquier biógrafo o historiador. Porque, en efecto, si Chesterton se limitara a opinar sobre una situación concreta, este libro tendría un interés y valor limitados. Sin embargo, lo que Chesterton hace es un alarde de abstracción filosófica y cuando, por ejemplo, analiza un hecho periodístico, ese pensamiento genial sabe dirigirse a lo absoluto del hecho, con lo que resulta una reflexión clara y nítida sobre el periodismo en general; y el lector queda sorprendido. Porque lo que decía Chesterton a principios del siglo XX sobre hechos de principios del siglo XX es perfectamente aplicable a los problemas del periodismo hoy en día. Y me atrevería a decir que a aquellos que surjan en el futuro.
Es una rara cualidad, y el lector avanza de tema en tema obteniendo lecciones vitales imperecederas que no son producto de la casualidad, sino de una reflexión crítica, lúcida y universal por parte de una mente que sólo puede definirse como privilegiada. Y el lector se sorprende, a la vez, de lo poco que hemos cambiado mientras en apariencia hemos avanzado un largo trecho.
En esta biografía tan poco usual, nos encontramos con el nacionalismo, el imperialismo, la política y la ciudadanía, el papel del periodismo, la ética empresarial, la guerra y la paz y una miríada de temas m´s. Las reflexiones de Chesterton no son ecos pasados de una época ya desvanecida, sino una exposición de una ética universal e intemporal que rinde homenaje al ser humano, falible pero decente, y a su progresión hacia la justicia y el humanismo. 


(The Autobiography)
Quaderns Crema / Acantilado, col. El Acantilado
Barcelona, 2003 [1936]
Trad. y notas de Olivia de Miguel

Portada y sinopsis

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La Soledad del Manager, de Manuel Vázquez Montalbán

La serie del detective Pepe Carvalho tiene múltiples facetas: hay una novela experimental y surrealista como Yo Maté a Kennedy; relatos satíricos y grotescos, como los de Asesinato en Prado del Rey; y tiene novelas policíacas estándar que, junto a su trama investigativa, componen el retrato de diversas épocas de España, y que son las que, no sólo perviven mejor, sino que se revalorizan conforme pasa el tiempo. La Soledad del Manager es una de éstas.
Hay que destacarlo: Vázquez Montalbán se adelantó a su tiempo. Hoy nos resultan normales los ejercicios de novela negra social (una reiteración: la buena novela negra ya es, en mayor o menor medida, social) realizados por Camilleri, Mankell, Márkaris, Izzo, etc., pero en la época quien ejercía este ministerio sólo era Leonardo Sciascia con todas sus consecuencias y algunos autores franceses y americanos de forma muy subtextual. Vázquez Montalbán, sin ser el inventor de esta variación de la novela criminal, sí la asumió con toda naturalidad como instrumento de su pensamiento comprometido.
Es bien cierto en La Soledad del Manager. Sobre la trama del asesinato del mánager en España de una importante multinacional, asesinato que queda resuelto pero sin castigar, lo que Vázquez Montalbán nos ofrece es un retrato de la España de la transición, acabado de morir Franco y preparándose el país para el cambio político; una época con más tensiones de las que aparecen en los libros de historia de hoy día (y de ahí el valor de esta novela en señalarlas). Una época en la que se miraba con desconfianza a toda la reforma política, por un lado y por otro. En la que la diplomacia occidental contemplaba con preocupación el posible ascenso de un partido comunista español "a la italiana". Y una en la que el capital, que siempre desea orden y estabilidad, en algunos casos jugó a dos y a tres barajas subvencionando partidos y formaciones políticas antagónicas. Una época incierta, en la que el poder apalizaba manifestantes con todas las franquistas ganas mientras preparaba una democracia ordenada; una en la que la población tenía ilusiones y, a la vez, temor. Cito: «En la puerta se abren de piernas dos antidisturbios con la visera calada, la sonrisa de sorna aplastada por la mirilla de plástico. Ni avanzan ni se van. Miran y probablemente escuchan el silencio que han creado, roto por alguna tos y el toque de los vasos abandonados sobre los veladores de mármol. El niño se echa a llorar. Los antidisturbios se marchan.» Esta escena. o su facsímil, la he vivido personalmente.
Vázquez Montalbán, grafómano impenitente, a veces pecaba de descuido o de prisas en sus textos. La Soledad del Manager es una de sus mejores novelas. Es equilibrada, la trama se relaciona con la época y ambas interactúan con eficiencia. El retrato social es incisivo, claro, revelador. Una de las especialidades del autor, el elenco, la enumeración de objetos o de tipos humanos, está presente y en pocas palabras retrata una sociedad o un ambiente. Y los paseos de Carvalho por una Barcelona que fue y que está desapareciendo siguen siendo más ejemplares que cualquier guía turística, más estimulantes que un relato de viajes, más valiosos que un libro de historia.

Diario Público, col. Vázquez Montalbán
Barcelona, 2009 [1977]
Serie Pepe carvalho, nº 3

Edición original en Ed. Planeta 

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¿Un ajuste de cuentas sexual?

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Veredicto Final, de Sidney Lumet

SESIÓN MATINAL

Director: Sidney Lumet; Guión: David Mamet, basado en la novela de Barry Reed; Intérpretes: Paul Newman (Frank Galvin), James Mason (Ed Concannon), Charlotte Rampling (Laura Fischer), Jack Warden (Mickey Morrissey), Milo O'Shea (juez Hoyle), Lindsay Crouse (Kaitlin Costello), Edward Binns (obispo Brophy), Wesley Addy (Dr Towler); Dir. de fotografía: Andrzej Bartkowiak; Música: Johnny Mandel; Diseño de producción: Edward Pisoni.

Una película muy notable en todos los sentidos. Frank Galvin es un abogado fracasado, alcohólico y en el límite de llegar a lo despreciable en su profesión, como es el convertirse en un "cazador de ambulancias" un picapleitos que persigue a la familia de los difuntos y a los heridos en accidentes para pleitear en su nombre y ver si pueden conseguir una tajada de la posible indemnización.
Tiene un caso, sin embargo, el de un pleito civil por responsabilidad en mala práctica médica que, por la aplicación de la anestesia equivocada, ha dejado reducida a un vegetal a la madre de su cliente.
Cuando el obispado propietario de la clínica ofrece una indemnización de 210.000 dólares, Galvin la rechaza y se acoge al resultado del juicio, aun sabiendo que la familia desaprobará esta acción, ya que esperaban conseguir unos sesenta mil dólares.
Aquí entramos en la extrema sutileza de esta película. El resto del argumento se plantea como tantas otras películas de juicios, con una mezcla de thriller de investigación, de oratoria y de enfrentamiento legal, pero me gustaría resaltar que hay dos puntos de giro importantes en la película. El primero es este rechazo de la indemnización. Es evidente que es una osadía, pero nos hace plantearnos cuáles son los auténticos motivos del proceder de Frank Galvin. ¿Podría ser que ésta fuera su última oportunidad, su último caso para reivindicarse a sí mismo como abogado y como ser humano? ¿Y, en este caso, no incurriría en una estafa para con sus representados, arriesgando el dinero que tiene que mantener a la víctima en un hospital para el resto de sus días? Yo, particularmente, así lo creo. Y no obstante, es posible percibir otro giro de Frank Galvin más adelante en la trama. Y es el de que finalmente se dispone a luchar, no para sí mismo, sino por la dignidad de su cliente y por sus derechos. Es un cambio sutil de intención, pero se percibe, gracias a la interpretación de Paul Newman, y es uno que nos reconcilia definitivamente con el personaje.
Hay que destacar dos interpretaciones grandiosas, la de Newman y la de James Mason, pero sobre todo la de Paul Newman. Es un papel muy diferente al que había interpretado; es un personaje débil, temeroso del definitivo fracaso de su vida, frágil; y hasta ese momento, Newman sólo había interpretado personajes "de una pieza", graníticos en su determinación y motivos. Aquí compone una interpretación llena de matices que hace que la película adquiera otro sentido. Porque, si el filme trata de la justicia, o del simulacro que se denomina justicia, y sus fallos, además Newman (en connivencia con Lumet), nos representa la crisis de un hombre abocado al abismo moral de su pasado, presente y futuro, y que intenta por todos los medios redimirse.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Erroll Garner en Carmel

Hoy tenemos un concierto de piano a trío excepcional. Celebrado en Carmel, localidad californiana que se ha instituido en jazzística por este concierto y por haber tenido como alcalde a Clint Eastwood, que es uno de los más jazzísticos directores de Hollywood, fue publicado como "Concert by the Sea". No sólo arrasó en ventas, sino que se convirtió en un disco mítico, imprescindible en cualquier discografía del pianista Erroll Garner.
Pues de él y su trío hablamos. Acompañado por el bajista Eddie Calhoun y el batería Denzil Best (en papeles de un acompañamiento discretísimo, no en términos de calidad, sino de protagonismo), Garner fue un pianista vital, enorme, de imaginación prodigiosa en la improvisación, técnica deslumbrante y ritmo arrollador.
Presten atención a las explicaciones del Cifu, y escuchen un concierto mítico, configurado por los temas I Remember April; Teach Me Tonight; Mambo Carmel; Autumn Leaves; It's Alright with Me; Red Top; April in Paris; They Can't Take That Away From Me; How Could You Do a Thing Like That to Me; Where or When y Erroll's Theme.
Y escucharemos algunos compases de la famosa composición de Erroll Garner, Misty.
Les deseo que disfruten de este concierto enorme y rítmico cien por cien.

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Pues la Sangre Es Vida, de Francis Marion Crawford

Estamos ante uno de los mejores cuentos de vampiros jamás escritos. Lleno de detalles, con una ambientación perfecta y con un ritmo pausado y peculiar que, en forma de historia relatada por un tercero, avanza desde una situación inquietante aunque poética a una de inmensa desesperación. Y con los elementos de la narración vampírica perfectamente distribuidos y utilizados.
El relato pueden leerlo en los enlaces que figuran al pie de esta reseña. 
La evocación del escenario es magnífica, empezando por esa fortificación costera erigida en Calabria por Carlos V para defensa contra los piratas berberiscos. En un ambiente italiano que Crawford conocía por haber residido allí, el relato se abre con una imagen sobrecogedora. En la distancia, sobre una tumba próxima, parece dibujarse una figura yacente. Intrigado por ello, el visitante desciende para observarla de cerca, contemplado por el residente en la antigua fortaleza, quien, con la certeza del que sabe lo que sucederá, mira la escena con desapasionamiento. El visitante avanza y, en un punto, tras una vacilación, vuelve atrás sobre sus pasos. Ha llegado al lugar en el que, a partir de allí, la figura yacente deja de ser visible y sólo queda el túmulo. Con la misma sensación de lo ya visto, el propietario contempla cómo, cuando el intrigado forastero está sobre la tumba, la figura parece aferrarse a sus pies, intentar retenerle. Hay una historia allí, y sabe que tendrá que contarla.
La historia es la de la muerte de un indino que vivía en las cercanías y el robo del arcón con su dinero. Un robo que finaliza con el asesinato de Cristina, una muchacha nómada y de aspecto zíngaro enamorada del hijo del indiano, que sorprende a los dos ladrones enterrando el botín.
Angelo, el hijo, ha quedado sin un céntimo y con su vida arruinada. Cada vez más retraído, su vagar en la miseria le hace noctámbulo y melancólico. Y un día llega a las inmediaciones de la fortaleza, y ahí siente una presencia cercana, de tez pálida, labios rojos y colmillos aguzados, que le atrae y repugna a la vez.
A partir de ahí se forma un relato entre onírico, sensual y terrible, narrado con una pausa y una contención que no hacen sino reforzar su efecto. Esa circunspección narrativa, ese ceñirse a la frialdad de los hechos, los convierte en verosímiles más que ningún extremismo dramático; así, es posible percibir en toda su intensidad el horror de los cazavampiros (que los hay; ya hemos dicho que el cuento incluye todos los elementos del tema) cuando excavan la tumba y descubren el cadáver no muerto de Cristina. O cuando se transmite  por pura fuerza narrativa el ansia de su hambre una vez ha probado la sangre de Angelo.
Es difícil condensar tanta emoción en tan pocas páginas y hacer que, restringida a sí misma, se multiplique y crezca de tal manera. Francis Marion Crawford lo consiguió, y su relato puede que sea, tras El Invitado de Drácula, el más antologado del género vampírico. Con todo merecimiento.

(For the Blood Is the Life)
En The Penguin Book of Vampire Stories
Penguin Books
Londres, 1988 [1911]
Ed. de Alan Ryan

Texto en castellano de Pues la Sangre Es Vida
Texto en inglés de For the Blood Is the Life

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Que Empiece la Fiesta, de Niccolò Ammaniti

El devenir de los modos de la sociedad posmoderna ha propiciado una contemplación entre estupefacta y preocupada de ciertas actitudes que siempre se habían asociado a los nuevos ricos y que han sido admitidas y admiradas como si constituyeran modelos de comportamiento. Aunque siempre es difícil establecer diferencias que suelen ser tópicas (y basta echar un vistazo a lo que sucede en España con su clase política y lo que estuvo de moda denominar, muy significativamente, como "gente guapa"), ciertamente en Italia este fenómeno de la corrupción y cierto orgullo de ser corrupto, intrascendente, superfluo y vacío siempre ha tenido un aire grotesco, felliniano, que ha hecho que ese país se convirtiera en la paja (o la viga) en ojo ajeno y el hazmerreír del resto de Europa (e insisto, vigas de estas las tienen metidas hasta el nervio óptico todas las sociedades que se escandalizan de Berlusconi, de Beppe Grillo, del papa, de Tangentópolis y de tutti quanti).
La literatura, siempre vigilante, ha sabido responder con la denuncia a estas actitudes; en serio, como Sciascia, Montanelli, Camilleri o Saviano, o mediante el humor y la sátira, como esta Que Empiece la Fiesta de Ammaniti.
Como declaración de intenciones, y para recalcar que nada está libre de esta estulticia de la fama y el dinero, uno de los protagonistas es el escritor Fabrizio Ciba, un imbécil de éxito con todos los vicios del tipo que ha decidido ejercer la estafa mediática en la esfera literaria, un fenómeno más común de lo que se cree. El otro protagonista es Saverio Moneta, alias Mantos, líder de la secta satánica más ineficaz de Italia.
Y el marco en el que se desarrollan los acontecimientos es la fiesta que el especulador inmobiliario Salvatore Chiatti organiza en su finca (en pleno centro de Roma) del parque de Villa Ada, parque comprado a la municipalidad con todos los pronunciamientos de un chanchullo. Una fiesta a la que acude el "todo Italia" y cuyos momentos centrales son las cacerías del zorro a caballo, las del león con batidores y la del tigre a lomos de elefante. Una fiesta que acontecimientos imprevistos convertirán en catástrofe.
En el transcurso de esta novela, divertida e incisiva, Ammaniti se dedica a retratar la horterada, el despilfarro ostentoso y superfluo, la estulticia de los famosos, el culto a unos idiotas cuyo mérito es haber alcanzado la fama mediante méritos dudosos o inexistentes, la eterna connivencia entre política y dinero, y todas las variantes del caro oropel que deslumbra a la mayoría y que constituye, a la vez, una estafa y una burla a la ética y la decencia humana.
No nos engañemos, esto ha existido desde que el mundo es mundo, pero el hecho diferencial de nuestras sociedades actuales es que hoy se muestra en público sin vergüenza o, mejor dicho, con una desvergüenza total. Ammaniti lo sabe muy bien, y así, cuando Ciba es amenazado de chantaje por un video sexual, un amigo suyo, cirujano plástico de éxito, le dice: «El tiempo de hacer el ridículo se ha terminado, está muerto y enterrado. Los ridículos ya no existen, se han extinguido como las luciérnagas. ¿Que no los ves, a todos estos? Nos cubrimos de mierda, felices como cerdos en la cochiquera. [...] Eso que tú llamas ridículos son salpicaduras de esplendor mediático que dan lustre al personaje y que te hacen más humano y más simpático. Cuando ya no existen reglas éticas ni estéticas, los ridículos van de capa caída.» De hecho, Ammaniti resuelve bien el mayor problema que hubiera podido tener esta novela, y es que por muy ridículos ética y estéticamente que hubieran sido los personajes, jamás hubieran superado a las personas reales que vemos cada día en televisión. De modo que procede con contención y, sospecho, se limita a cambiar los nombres de una serie de mediáticos, pintándolos tal como son, ni más ni menos.
Esta novela es en parte una venganza, una catarsis frente al insulto ético y estético que representan estos impresentables, pero también una advertencia. Porque estos imbéciles, en realidad, viven de nosotros, de nuestra atención y de nuestro dinero. Y sólo nosotros podemos decirles que la fiesta se ha terminado.

(Che la Festa Cominci)
Ed. Anagrama, col. Panorama de Narrativas
Barcelona, 2011 [2011]

Portada y sinopsis

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Penélope y las Doce Criadas, de Margaret Atwood

La estupenda escritora Margaret Atwood, que siempre ha mantenido un punto de vista feminista en sus obras, con esta "Penelopíada" (que así se llama en original el libro) adopta una postura todavía más combatiente, en concreto sobre la narración masculina que la literatura ha ejercido desde la antigüedad hasta muy recientemente.
Si la Ilíada es un ejemplo palmario de ello, con una guerra de diez años de duración provocada por una mujer frívola, casquivana, voluble y adúltera (y, bien analizado el personaje literario, en apariencia más tonta que un cazo), postura que, por supuesto, ha sido revisada por los historiadores, pero cuyas causas reales se ocultan en el relato mitológico que nos llega, en la Odisea aparece un personaje femenino más consistente, sí, pero igualmente inmerso en una narratividad masculina.
Lo que hace Atwood es (reconocido por ella en los agradecimientos) aplicar el método que Robert Graves usa en la narración histórica. Por poner un ejemplo, en la Ilíada, Aquiles se retira del combate por una disputa sobre la propiedad de una esclava, con gran catástrofe por la falta del héroe en la batalla; lo que en realidad toca las narices a los aqueos no es que Aquiles no combata, sino que si él no lucha, tampoco lo hacen los mirmidones que lo acompañan, que debían ser unos 6.000.
Con este método desmitificador más el cambio del punto de vista narrativo, puesto en la voz y los ojos de la sufrida y sufriente Penélope, Margaret Atwood narra la Odisea desde Ítaca, describiendo a un Ulises que pasa diez años vagando por el Mediterráneo acostándose con diosas (en la versión mítica) o con madamas de burdel (en la versión sin adornar), es decir, un personaje totalmente libre y despreocupado en un mundo totalmente masculino, mientras Penélope tiene que administrar el reino, la casa, defender su virtud (virtud impuesta por ese mismo mundo) y trazar complicados juegos diplomáticos para evitar que los pretendientes tomen por la fuerza lo que no pueden conseguir por métodos "legítimos" (y lo que tomarían no es tanto a Penélope, mujer ya madura y, ciertamente, poco espectacular, sino el botín de riquezas de la isla-reino). Todo ello aguantando además a un adolescente Telémaco, dispuesto en cuanto pueda a hacer valer sus derechos y convertirse en gobernante en lugar y ausencia de su padre, algo que puede llevar al desastre.
Y, en el libro, con la perenne presencia de un hecho que, incluso en la Odisea original, tiene muy poca o ninguna justificación: el que Odiseo, a su regreso, ahorcase a las doce criadas de su palacio por el mero hecho de haberse acostado con los pretendientes, vulnerando (nos dice Atwood) el derecho de propiedad que Ulises tiene sobre ellas, es decir, que no obtuvieran su permiso para ser violadas, en suma, por esos pretendientes.
Por supuesto, sin que esto se trate con un cierto sentido del humor este libro se convertiría en un latazo impresionante, como lo suelen ser los panfletos. Por fortuna, Margaret Atwood conoce muy bien su oficio, y sabe que sin humor esta historia perdería transmisibilidad. De manera que este punto de vista, combativo como debe ser, también posee una intensa ironía, que hace que el mensaje se transmita con plena eficacia y ponga de relieve el intenso contraste entre el mundo femenino maniatado pero capaz y reivindicable y el masculino cerril, unidireccional y basado en la fuerza bruta. Penélope ya era, según Homero, un personaje inusual; pero por la misma gestalt de la época, quedaba marginado, incompleto y constreñido a un papel pasivo dentro del rol que se esperaba de ella. Lo que se alaba en la Odisea es la fidelidad de Penélope. Lo que se oculta es la inteligencia de mantener durante años en jaque a toda una horda de brutos dispuestos a arrasar un reino. Se ensalzan los trucos del embaucador Odiseo. Queda disimulada la astucia de una mujer, no en el tejer y destejer un sudario, sino en administrar y gobernar día a día un reino mientras su marido, peligros aparte, está de parranda con Circe.
Margaret Atwood proporciona una lectura, no contra la Odisea, sino distinta de esa misma Odisea, complementaria. De ahí el título. Si Odisea es la historia de Odiseo, Penelopíada es la de Penélope. Una visión que, en manos menos capaces, hubiera sido un pastiche intragable, un fárrago pedantesco. En las de Atwood, se revela como una historia nueva y ágil, divertida y trascendente.

(The Penelopiad)
Eds. Salamandra, col. Mitos Universales
Barcelona, 2005 [2005]
Trad. de Gemma Rovira Ortega

Portada y sinopsis