Suena el Teléfono, de R. Edison Page y Kenneth Jay

Antes de entrar en el cuento en sí, vamos a hablar un poco de seudónimos; porque el de R. Edison Page es el de un novelista algo más conocido (aunque igualmente desconocido por el gran público), Edgar Jepson. Sin embargo, y según Javier Marías, la cosa se pone más interesante con Kenneth Jay, "autoridad radiofónica y cuentista, colabora con frecuencia en boletines de radio. Su hogar está en Amersham". Nada se sabe de este individuo, pero Marías nos indica, con buen criterio a mi parecer, que en Amersham vivía Arthur Machen, y que es raro encontrar dos escritores en una población de menos de diez mil habitantes. Y, añado yo, que uno sea frecuentado por Edgar Jepson y Machen y Jay no se conozcan. De manera que, aun sin total seguridad, podríamos decir que probablemente este relato ha sido coautorado por Machen.
Características suyas tiene. Es un relato muy directo, muy enigmático, y bien podría haber sido, si no escrito, sí inspirado por una idea del maestro.
Un párroco y un médico están en una casa. Lo infrecuente es que se trata de los funcionarios civiles de la prisión que han asistido al ahorcamiento de Blagstock, que hasta el último momento defendió su inocencia, y afirmó haber sido acusado injustamente por Deakin. El capellán, sin embargo, está hecho un manojo de nervios. Contribuye a ello la noche tormentosa, pero el sacerdote se muestra inquieto por otra razón. De repente el teléfono parece sonar. No hay nadie al otro lado de la línea, sin embargo.
De hecho, la inquietud del capellán proviene en que, desde que ahorcaron a Blagstock, ha recibido una llamada fantasma cada noche, a la misma hora, en la que el que hablaba sólo decía las palabras "voy a cargarme a Deakin".
El doctor está convencido de que la tensión ha sido demasiado y de que el sacerdote sufre alucinaciones auditivas, de modo que le propone una temporada de reposo. A lo cual el capellán accede... si el médico accede a su vez a responder a la llamada que se producirá al día siguiente.
El resto del relato lo dejaré en la sombra, para no destrozarlo a aquellos que quieran leerlo. Decir sólo que tiene un final sorprendente, y que el relato es notable no sólo por cómo está construida la atmósfera y se mueve la dualidad de escepticismo / creencia, sino por su utilización de un medio mecánico en la transmisión del horror, como es el teléfono. Algo que nos parece normal hoy día, pero no lo era en absoluto en la literatura de terror de principios de siglo.

(The Jingling Telephone)
En Cuentos Únicos
Eds. Siruela, col. El Ojo Sin Párpado
Madrid, 1989 [1936]
Edición, selección y prólogo de Javier Marías

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