El Hombre de Paja, de Rafael Sabatini

De acuerdo, la novelística ha cambiado desde los tiempos en que se escribía esta El Hombre de Paja; de acuerdo, ya no se estilan ciertos clichés en literatura, sobre todo en la de aventuras; de acuerdo, leer a Sabatini necesita cierto ajuste mental a una época ya pasada. Pero en esa novelística, Sabatini fue un nombre que brilló con luz propia; nadie supo emplear esos clichés tan bien como para disculpárselos; y en cuanto a novelas de aventuras, Sabatini sigue siendo el mejor.
No es opinión sólo mía; Pérez-Reverte, Crichton y otros muchos lo consideran así. No es fácil desentrañar sus secretos, pero entre ellos se encuentran una habilidad narrativa natural y fuera de lo común; unos personajes atractivos que, aun respondiendo a modelos, no son lineales y tienen personalidades propias; un magnífico aprovechamiento de los aconteceres y personajes históricos para tejer sus tramas alrededor de ellos; y un ritmo y tensión insuperables, soberbios.
En el caso de El Hombre de Paja, Sabatini elige el conflicto dinástico surgido en Inglaterra cuando Jacobo II abandonó su criptocatolicismo para hacerlo público y el Parlamento, en lo que se denominó "Revolución Gloriosa", lo expulsó del trono y puso en él a la bicefalia de Jorge de Orange (más tarde casa de Windsor, la actual dinastía reinante en Gran Bretaña) y María II de Inglaterra. Jacobo II no se resignó a perder la corona, y realizó varias tentativas para recuperarla, apoyado por Luis XIV de Francia, enemistado con Inglaterra.
Sobre este telón histórico, Rafael Sabatini nos muestra a los conspiradores contra el rey Jorge, cuyos planes son sistemáticamente desbaratados, con lo que se adquiere conciencia en la corte del rey exiliado de que debe haber un traidor entre ellos.
Y sí, tenemos a la bella dama, su patán marido (despachado rápidamente gracias a su imbecilidad), al heroico hermano conspirador, al antipático primo, y a un enigmático coronel mercenario. Pero decir esto es como afirmar que un usurpador, una traidora, una loca y un príncipe que se finge loco son Hamlet, por poner un ejemplo. Y, salvando las distancias, en ambos casos lo que importa es cómo se desenvuelven estos personajes, y los de Sabatini nunca son de cartón piedra.
Además, Rafael Sabatini emplea en esta novela un truco genial. Su personaje principal aparece fugazmente en un capítulo, y entonces nos lo escamotea durante buena parte de la acción, hasta que llega el momento de su reaparición, más enigmático en sus motivaciones y más peculiar en sus gestos que nunca.
Sieguen siendo hoy felices combinaciones, y uno puede acercarse a estas novelas con todas las reticencias del mundo; el lector contemporáneo reconocerá que ya no se estila escribir así, pero encontrará momentos en que la novela lo atrapará, y escenas que muchos escritores de hoy pagarían por saber hacer. Pero el genio de Sabatini, aunque muchas veces imitado, nunca ha sido superado, y su secreto, aunque intuido, todavía no ha sido descifrado.

(The Stalking Horse)
Ed. Molino, col. Famosas Novelas
Barcelona, 1947 [1933]

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