La Soledad del Manager, de Manuel Vázquez Montalbán

La serie del detective Pepe Carvalho tiene múltiples facetas: hay una novela experimental y surrealista como Yo Maté a Kennedy; relatos satíricos y grotescos, como los de Asesinato en Prado del Rey; y tiene novelas policíacas estándar que, junto a su trama investigativa, componen el retrato de diversas épocas de España, y que son las que, no sólo perviven mejor, sino que se revalorizan conforme pasa el tiempo. La Soledad del Manager es una de éstas.
Hay que destacarlo: Vázquez Montalbán se adelantó a su tiempo. Hoy nos resultan normales los ejercicios de novela negra social (una reiteración: la buena novela negra ya es, en mayor o menor medida, social) realizados por Camilleri, Mankell, Márkaris, Izzo, etc., pero en la época quien ejercía este ministerio sólo era Leonardo Sciascia con todas sus consecuencias y algunos autores franceses y americanos de forma muy subtextual. Vázquez Montalbán, sin ser el inventor de esta variación de la novela criminal, sí la asumió con toda naturalidad como instrumento de su pensamiento comprometido.
Es bien cierto en La Soledad del Manager. Sobre la trama del asesinato del mánager en España de una importante multinacional, asesinato que queda resuelto pero sin castigar, lo que Vázquez Montalbán nos ofrece es un retrato de la España de la transición, acabado de morir Franco y preparándose el país para el cambio político; una época con más tensiones de las que aparecen en los libros de historia de hoy día (y de ahí el valor de esta novela en señalarlas). Una época en la que se miraba con desconfianza a toda la reforma política, por un lado y por otro. En la que la diplomacia occidental contemplaba con preocupación el posible ascenso de un partido comunista español "a la italiana". Y una en la que el capital, que siempre desea orden y estabilidad, en algunos casos jugó a dos y a tres barajas subvencionando partidos y formaciones políticas antagónicas. Una época incierta, en la que el poder apalizaba manifestantes con todas las franquistas ganas mientras preparaba una democracia ordenada; una en la que la población tenía ilusiones y, a la vez, temor. Cito: «En la puerta se abren de piernas dos antidisturbios con la visera calada, la sonrisa de sorna aplastada por la mirilla de plástico. Ni avanzan ni se van. Miran y probablemente escuchan el silencio que han creado, roto por alguna tos y el toque de los vasos abandonados sobre los veladores de mármol. El niño se echa a llorar. Los antidisturbios se marchan.» Esta escena. o su facsímil, la he vivido personalmente.
Vázquez Montalbán, grafómano impenitente, a veces pecaba de descuido o de prisas en sus textos. La Soledad del Manager es una de sus mejores novelas. Es equilibrada, la trama se relaciona con la época y ambas interactúan con eficiencia. El retrato social es incisivo, claro, revelador. Una de las especialidades del autor, el elenco, la enumeración de objetos o de tipos humanos, está presente y en pocas palabras retrata una sociedad o un ambiente. Y los paseos de Carvalho por una Barcelona que fue y que está desapareciendo siguen siendo más ejemplares que cualquier guía turística, más estimulantes que un relato de viajes, más valiosos que un libro de historia.

Diario Público, col. Vázquez Montalbán
Barcelona, 2009 [1977]
Serie Pepe carvalho, nº 3

Edición original en Ed. Planeta 

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¿Un ajuste de cuentas sexual?

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