Funes el Memorioso, de Jorge Luis Borges

Este cuento sobre un hombre de memoria prodigiosa, el propio Borges lo introduce con toda modestia como "una metáfora sobre el insomnio". No dudo de que su origen fuera este. El insomnio, como bien saben aquellos que lo han padecido, es un modificador de toda la experiencia sensorial: el tiempo se eterniza, las experiencias se hacen lentas, los detalles alrededor del insomne se multiplican, e incluso éste empieza a tenerlos en consideración, algo que no hubiese hecho en una vigilia normal (contar vigas del techo, baldosas del suelo, perseguir grietas en las paredes, y así hasta el infinito).
Sin embargo, Borges, escritor de temas variados pero recurrentes, tenía dos que acompañan a su obra y aparecen en ella una y otra vez, el infinito y lo cósmico.
Funes no es más que un tipo peculiar que sabe perfectamente la hora que es y recuerda los nombres y apellidos de aquellos que conoce, hasta que un día un accidente provoca en él la invalidez, pero también la memoria total, pasada y presente.
Casos de memoria eidética se han dado en la historia, y precisamente el narrador conoce a Funes cuando éste le pide prestado un libro en latín (así como un buen diccionario; el mensaje implícito es que Funes aprenderá latín con sólo leer el libro con la ayuda del traductor impreso), la Naturalis HIstoria de Plinio, que enumera unos cuantos de estos casos.
En la conversación que sigue entre Funes y el narrador (llamémosle, por ejemplo, Borges), las magnitudes se irán elevando de manera exponencial. Funes se maravilla de que esos memorísticos maravillaran. «Cuando lo recobró [el conocimiento], el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido , y también las memorias más antiguas y más triviales. Poco después averiguó que estaba tullido. El hecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidad era un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles.»
Una bendición, percibir y recordar todos los detalles que pasan por delante de los ojos. Pero, conforme avanza la narración, el lector y el narrador se sienten imbuidos de un temor reverencial, un miedo al mysterium tremendum que poco a poco se va desvelando. «Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero.»  El lector se inquieta, y con razón, porque esa teórica bendición de la memoria parece irse convirtiendo en una maldición, un exceso de información abrumador, un mundo de una textura tan rica que es imposible de ser disfrutado.
«No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez. [...] Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso.»
Borges nos ha llevado de la anécdota, de la curiosidad del personaje hasta encararnos con el infinito y sentirnos abrumados con el peso del universo sobre nosotros. Pero queda todavía un último remate en el relato: sólo al final descubrimos que Funes sufrió el accidente cuando tenía diecinueve años. Pero lo que hemos escuchado de sus labios hasta entonces son las palabras de un anciano, un viejo, tal vez porque así lo dicta la variedad de la experiencia que le brinda su memoria, pero también porque, allá donde el resto habremos vivido diecinueve años, Funes habrá vivido 599.184.000.000 milisegundos; que aunque sean el mismo tiempo, no es lo mismo si se es completamente consciente de su paso.

En Ficciones
Alianza Ed. / Emecé, col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 19719 [1944]

Texto de Funes el Memorioso

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