Il Gattopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa

El Gatopardo es una obra tan única, tan poco adscribible a cualquier corriente o estilo, que todavía se están buscando las claves de, por una parte, su génesis, y por otra, su inmediata comunión con el público.
Siendo reduccionistas, podemos definirla como una novela histórica; sin embargo, es una cuyo centro no es el hecho histórico, ni tan siquiera la época. De hecho, su personaje central, Fabrizio, príncipe de Salina, no puede decirse que represente al hombre de su época y, no obstante, alrededor de él giran todos los acontecimientos.
Tampoco es una novela de tesis, por mucho que se insista en la frase "hay que cambiarlo todo para que nada cambie". Esto es una idea clarividente que define las actitudes del príncipe (y que sin embargo es enunciada por su sobrino Tancredi), pero tampoco es el tema central.
Sus momentos clave, históricamente hablando, son pocos y vistos de lejos; más bien es una novela descriptiva de una clase, de una familia (la Salina) y de unos pocos personajes que la acompañan. Hay mucho de mobiliario, de paisajes, de situaciones en apariencia y muchas veces anodinas. Pero aquí es donde hallamos tal vez el hecho distintivo que hace de la obra de Tomasi única. Porque estas descripciones se realizan con un distanciamiento del narrador omnisciente respecto a lo narrado; es más, con un sentido irónico, casi cínico, que todo ese mobiliario, esos vestidos, ese rezo del rosario, se convierten en símbolos de una época inmóvil que se enfrenta a los tiempos cambiantes. Es una invasión sutil en la mente del lector, requiere de una complicidad que, precisamente por no ser impuesta, se instala con mayor facilidad en la mente de éste.
Respecto a ese centro de la narración que es el príncipe de Salina, no es ocioso que sea astrónomo amateur pero reputado. Cualquiera que se sitúa en un observatorio astronómico, de alguna manera deviene el centro del universo y hace que todo, incluso las estrellas, gire a su alrededor. Así, Salina también es un centro inmóvil, el punto referencial sobre el que giran los acontecimientos, ya sean una boda, impensable en el pasado, entre su noble sobrino y la bella y rica, pero plebeya, Angélica, o el cambio de régimen de los borbones sicilianos al nuevo reino unificado de Italia. Cuando el príncipe, el gatopardo (que es muy consciente de quién es y de cómo hay que sobrevivir continuando siendo lo que es, es decir, una figura referencial que no debe mostrarse activo en ningún sentido), cuando muere, sus descendientes actúan, dejan que otros rijan sus actos, y es entonces cuando esa familia se hace prescindible, olvidable, inútil.
Se trata, insisto, de una novela sutil. Sus mensajes van destinados a no ser revelados al lector, sino más bien a instalarse en la mente de éste, proporcionando un cuadro moral de costumbre y de sociedad, de actitudes frente a la historia. Si entran en sintonía con los lectores es posible que sea porque éstos se reconocen a sí mismos como la gran mayoría de personas que no toman parte activa en los acontecimientos, sino que se adaptan a ellos. La diferencia que causa admiración es que el príncipe de Salina lo hace con una dignidad que no puede ser menoscabada por nadie, y por eso mismo se convierte, sin haber movido un dedo, en la persona buscada por todos, un símbolo digno e inofensivo que, por contacto o proximidad, dignifica a los que están cerca de él. Algo que, si lo vamos a mirar bien, es la definición de la aristocracia posfeudal.

Feltrinelli, col. Le Comete
Milán, 2002 [1957]
Ed. de Gioacchino Lanza Tomasi

Múltiples ediciones en castellano

Portada y sinopsis de la edición italiana
Portada y sinopsis de la edición castellana

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