Los Bajíos, de Wilfrid Ewart

En realidad, nada hay que justifique a nivel argumental la inclusión de este relato en una antología de cuentos fantásticos, salvo la muy leve razón de tener una última frase que indica: «Aún más terrible y real, mi pesadilla recrea el mortal silencio que se hizo después: el rítmico batir del oleaje, los mástiles desarbolados saliendo por encima de las aguas, y los rostros sonrientes de los ahogados, con la vista clavada en la superficie desde el verde fondo del mar.»
Eso y, claro, la enorme tentación que representaba incluir la narración de un autor olvidado que, sin embargo, está tan bien escrita que es ese estilo el que convierte en notable una historia que sólo sería una anécdota marinera sin más.
En efecto, como apunta Javier Marías en su introducción al relato, Ewart, muerto a los treinta años, recibió elogios de John Gawsworth, T. E. Lawrence, llamado de Arabia, y, last but not least, de Arthur Conan Doyle ("Habría llegado a lo más alto"). El relato se inicia con una descripción de un paisaje de la costa. ¿Sin más? No tanto. Estas presentaciones, que por lo general me cargan, en este caso está tan bien escrita, con tanto estilo y viveza, que introduce al lector en el terreno de tal manera que parece hallarse en ese dique que remata en un barco abandonado. Salvo este elemento, nada hay argumental, sólo un cuadro, una marina revuelta y brumosa; es un gran logro, que pocos autores son capaces de alcanzar.
A partir de la llegada a esa goleta varada, un mero derrelicto, la historia, sencilla pero a la vez terrible, se despliega: la goleta, cuando regresaba a casa, tuvo a bordo el nacimiento del hijo del capitán. En ese ambiente festivo, el capitán dio permiso para beber a la salud de su vástago y su esposa; pronto la tripulación se transformó en una banda indisciplinada y berreante. Nadie se apercibió de los primeros signos de la galerna, nadie advirtió la vía de agua que los embates del mar había causado. Ante el escoramiento de la nave, sólo el primer oficial reaccionó y, un poco por milagro, consiguió rescatar al recién nacido y llegar a tierra, ambos ilesos mientras el barco y la tripulación se iban a pique. Son estos dos, marino y huérfano, quienes encuentra el narrador en la cabina de la nave, relatando, como hacen siempre, una y otra vez, la historia de la goleta Wildflowetr.
No hay más, y esta historia (que el propio autor califica en el texto de "corriente y vulgar") necesita y es narrada de tal manera que pasa de superficial a atmosférica, delicada, literaria.
Hay que escribir muy bien para hacer eso, y Los Bajíos puede representar la confirmación del elogio de Conan Doyle que, leído lo leído, queda justificado por completo.

(The Flats)
En Cuentos Únicos
Eds. Siruela, col. El Ojo sin Párpado
Madrid, 1989 [pub. 1937]
Sel. y prólogo de Javier Marías


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