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El Hombre que Atravesaba las Paredes, de Marcel Aymé

Marcel Aymé no es muy conocido en España, pero sus relatos son auténticas joyas, tanto más como que son variados, en intención y ataque, tanto que casi diría que no existe una unidad de pensamiento entre ellos. Nada más lejos de la realidad. Simplemente, la imaginación de Aymé era desbordante, y por tanto la empleaba con efectos humorísticos, fabuladores, grotescos, alegóricos, sentimentales, sociales o como le apeteciera en el momento, a veces, por descontado, combinándolos. También, y pese a no estar adscrito a ningún movimiento artístico o político, sus relatos tienen un regusto por el absurdo o lo levemente surrealista (a veces enclavado en el realismo más feroz), lo cual ha hecho que hayan sido ilustrados por Roland Topor. Y es que han sido los otros quienes han encontrado afinidades en Aymé, y no éste quien buscó refugio en otros postulados.
El Hombre que Atravesaba las Paredes nos presenta a Dutilleul, un escribiente gris y anodino que un día descubre que tiene la facultad de atravesar las paredes. Una facultad a la que no le hace ningún caso e incluso le preocupa, yendo al médico para buscar remedio, algo que será fatal en el relato, como se podrá leer.
Pero sucede que a su vida, que sigue con plena normalidad, llega un déspota en su oficina, y humillado por última vez, Dutilleul usa su poder para ejercer su venganza.
El burgués insignificante ha probado el fruto del árbol del conocimiento, y a partir de ahí empezará a saborear las mieles del poder, iniciando una asombrosa carrera criminal, que no cesa cuando se deja atrapar; al fin y al cabo, ¿ué prisión puede retener a un hombre semejante?
El final se loo dejo para ustedes; podrán leer el relato en los enlaces al pie de esta entrada.
El relato es profundamente humorístico, aunque no carece del toque trágico que Aymé parecía imprimir a toda su ficción, como recordando que nada es absoluto y no existe la felicidad eterna. La moral es clara: el poder emborracha, y las consecuencias de semejante ebriedad son imprevisibles, pero eso importa menos que el tono y cómo Aymé refleja tanto el lenguaje de la época y su sociedad, componiendo una historia que sorprenderá a los muchos que no hayan leído a un autor que merece mejor suerte en nuestra lengua.

(Le Passe-Muraille)
En El Hombre que Atravesaba las Paredes. Relatos Escogidos
Argos Vergara, col. Libros DB
Barcelona, 1983 [1943]

Texto en francés de Le Passe-Muraille

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Mi Dulce Pueblecito, de Jiří Menzel

SESIÓN MATINAL 

(Vesničko má středisková); 1985

Director: Jiří Menzel; Guión: Zděnek Sverak; Intérpretes: János Bán (Otík), Marián Labuda (Pávek), Rudolf Hrušinský (Skruzný), Milena Dvorska (Pávková), Ladislav Zupanic (Rumlena), Petr Čepek (Turek); Dir. de fotografía: Jaromír Šofr; Música: Jiří Šust; Diseño de producción: Zbyner Hoch; Montaje: Jiří Brozeck.

Una película cómica, tierna, coral, como acostumbra Menzel, el cineasta que ya nos regaló la versión fñilmica de Trenes Rigurosamente Vigilados.
La mención a Hrabal no es casual. Menzel ha adaptado varias de sus obras, pero uno sospecha que la sintonía entre la poética del autor literario y la visión del cineasta fue total, y eso quiere decir que esta película, que no viene firmada previamente por Hrabal, tiene muchos puntos en común con la visión de éste, basada en un personaje desplazado o inadaptado que muestra unas ganas de vivir irreductibles y una alegría por las pequeñas cosas felices que nos suceden.
Un pequeño pueblo de Checoslovaquia, en donde todos se conocen y todo se sabe. Otík, un muchacho retrasado (interpretado de forma magistral por János Bán) trabaja como ayudante de Pávek, el cual, después de cinco años, está harto. Sin embargo, el muchacho es responsabilidad de todo el pueblo, y en realidad todos saben que en las mejores manos en las que puede estar Otík es en las de Pávek; sin embargo, éste se mantiene en sus trece de no dejarle trabajar con él después de la cosecha, y esto provocará una pequeña crisis en el pueblo.
Este podría definirse como el tema central de la película, pero en realidad lo es la vida en ese pueblecito, donde las cosas no son fáciles, pero donde la vida es estable con todas las excentricidades de cada uno y donde existe un sentido de ayuda mutuo.
La pareja Otík-Pávek es un claro homenaje a veces a la pareja Laurel y Hardy, pero es un homenaje que va no tanto a buscar la misma comicidad como lo fundamental de ese humor, como es la ternura y, en el fondo, la amistad que la pareja se profesa.
Y esta película tiene muchos momentos emocionantes que surgen de la situación, como cuando el médico del pueblo conduce haciendo eses mientras recita poemas, o la casa de Pávek, situada junto a un cementerio.
Mi Dulce Pueblecito es una de esas películas corales pero intimistas, en las que mediante el paso de escenas uno llega a entender a unas gentes e, inevitablemente, a cogerles cariño mientras ríe y se emociona con ellos. Es un elogio extremo a la humanidad de las personas, al fondo de bondad que la mayoría de los seres humanos atesoramos y que nos parece insignificante hasta que se hace significativo en nuestras vidas o las de los demás. Eso es algo que Menzel ha conseguido repetidas veces. Y algo que no me canso de admirar.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Buddy Rich en The Chez de Hollywood

Los amantes de la batería que no lo conozcan descubrirán hoy a uno de los mejores bateristas de la historia del jazz, y desde luego uno que tenía el golpe de baqueta más preciso y limpio que se haya podido escuchar: Buddy Rich.
Aunque tocó con prácticamente todo el mundo, su gran medio fue la big band. Y a ser posible, la suya propia, en la que jercía un liderazgo total y en la que, impulsando siempre desde los tambores y los platillos, logró una formación con un ritmo insuperable y un espíritu de swing imparable. Ecléctico, su banda no se limitaba al swing clásico, sino que se adentraba a veces en composiciones modernas, en las que se movía sin ningún problema, y muchas veces en el funky jazzístico, cosa que comprobarán en varios temas de estos conciertos que hoy podrán escuchar, como por ejemplo en Uptight.
El prgrama, toda una demostración de ritmo, es: Ready Mix; Basically Blues; Critic's Choice; My Man's Gone Now, de Porgy and Bess; Uptitght; Sister Sadie; More Soul; un medley de West Side Story compuesto por la Obertura, Cool, Something's Coming y Somewhere; Norwegian Wood, de Lennon y McCartney; Big Swing Face; Monitor Theme; Wack Wack; Love for Sale; Mexicali Nose; Willow Crest; Bugle Call Rag; Standing Up in a Hammock; Chicago; Lament for Lester; y Machine.
Como siempre, atentos a las explicaciones del Cifu, que les ilustrará sobre la carrera y peculiaridades de este músico autodidacta que era una auténtica máquina de ritmo. Y que sabía transmitirlo a su banda, haciendo que ésta realizara actuaciones espectaculares, como las que pueden disfrutar hoy.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Shoo Fly, de Richard Matheson

Richard Matheson es uno de los grandes nombres del terror contemporáneo. Su nombre puede no sonarles. Bueno, pues es el autor del argumento y guión de Duel-El Diablo Sobre Ruedas, de Steven Spielberg, ha contribuido con guiones a las series "Twilight Zone", "La Hora de Alfred Hitchcock", es autor y adaptador de Soy Leyenda, y guionista de múltiples series para televisión. Amén de tener el raro honor de aparecer en El Padrino, parte II, que no es poca cosa tratándose de una obra maestra.
Pero los que le conocemos como escritor le tenemos devoción en su medio. Es un autor excelente, como lo prueba la anteriormente citada Soy Leyenda, entre otras obras maestras; también es uno de esos raros autores cuya fuerza es tal que no ha desaparecido en las épocas en que el terror estaba de capa caída (algo que sucede cíclicamente, y cñiclicamente vuelve el género a resurgir de sus cenizas trayendo una nueva catarsis, un nuevo subtexto para las épocas que vivimos) y cuya ficción se escribía, vendía y leía con la misma intensidad que cuando las portadas macabras dominaban los estantes.
Este Shoo Fly (que podríamos traducir como Fuera, Mosca, así, sin ningún tipo de signo de exclamación) es una de esas pequeñas joyas de contyención a las que nos tiene acostumbrado, un relato en el que no hay nada terrorífico en apariencia, salvo lo inquietante que resulta su escalada de acontecimientos.
El protagonista es un director en su despacho, esperando a un cliente con el que tiene que firmar un importante contrato.Este cliente se retrasa, la secretaria se va a comer y el directivo se queda solo. ¿Solo? Bueno, en el despacho hay una mosca. Conforme crecen los nervios de la espera y repasa sus achaques y dolencias, la presencia de la mosca y su deambular se vuelven cada vez más evidentes para el hombre, y su irritación se va incrementando, hasta que por fin decide que no tiene más laternativa que matar a ese insecto. Y emprende toda una cacería de furia creciente que conlleva una destrucción también más absoluta del despacho...
Pueden ustedes ver ya que el humor de Matheson es de un sardónico que puede provocar más la inquietud que la risa. Porque este relato, en el que sólo contamos con el monólogo interior del hombre que, por una parte, analiza su vida y sus fracasos, el paso de los años y sus achaques, y por otra la furia con la que culpa de ello a la mosca, como si el matar al insecto fuera algo definitorio para ver si su vida ha sido un fracaso total o no, se inicia en un tono tan minimalista y casual que se introduce en la mente del lector de manera tal que cuando el crescendo de frustración se va produciendo, el hecho ha dejado de ser una mera anécdota para convertirse en una premonición de lo que puede ser una catástrofe de consecuencias terribles para el protagonista.
Es marca de fábrica de Matheson esta naturalidad en el tratamiento, esta entrada insidiosa de la tensión en la historia, y el poder que tiene en descubrir situaciones límite en las cosas más insospechadas y casuales. Shoo Fly es un relato totalmente realista, una joya en la que el lector aporta su parte a la historia con su propia imaginación, pero una imaginación estimulada por lo que Matheson cuenta y los detalles que da. Un relato perfecto.

En Demons & Dreams. The Best Fantasy and Horror 2
Legend / Random Century
Londres, 1990 [1988]
Ed. de Ellen Datlow y Terri Windling

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La Pistola Automática, de Fritz Leiber

El Negro Kovacs es un contrabandista de licor en los tiempos de la Prohibición. Es un oficio arriesgado para un grupo de independientes, que no sólo son perseguidos por la policía, sino también por los sindicatos del crimen, celosos de mantener su posición sin competencia en el "mercado". Por eso Negro lleva una pistola automática encima.
Aunque la relación de Kovacs con esa arma es algo más que funcional. La limpia, la cuida, la desmonta y la engrasa, a la vez que lima el percutor haciendo cada vez más sensible el gatillo, etc. En suma, una relación que roza la obsesión. Esto llama la atención de sus compañeros, sobre todo de Anton Larsen, quien cada vez se hace más agresivo cuanto Kovacs muestra su pistola, hasta que un día se ofrece a comprarla; cuando esto no resulta, intenta arrebatársela por la fuerza, sin resultado. A partir de entonces ambos hombres dejarán de hablarse.
Cuando el Congreso anula la prohibición y deja sin trabajo a los contrabandistas, la banda se disgrega. En la guarida están dos de sus miembros preparándose para la marcha cuando aparece Larsen. Negro Kovacs ha muerto. Y Anton Larsen tiene su pistola. Es muy sospechoso, pero Larsen es hombre del que hay que cuidarse, y además está con los nervios a flor de piel, de modo que los otros dos le siguen la corriente.
Pero si el comportamiento de Larsen es peculiar, el de la pistola lo es todavía más; su cañón parece apuntar siempre hacia donde está Larsen, y tiene la tendencia de dispararse sola, aunque sea con la recámara vacía...
La maestría de Leiber en todos los campos del fantástico ya ha sido comentada aquí. En el caso de La Pistola Automática escribe un relato en la mejor tradición de la novela negra americana que descollaba en la época y lo hace derivar a lo sobrenatural con, precisamente, una naturalidad que es producto de una narración medida para que ese elemento surja por sí solo en el lector.
Con una expresión impecable, Leiber se dedica a hacer crecer la tensión ambiente hasta crear la expectativa en el lector de que algo va a suceder, aunque no sepa qué ni cómo.
Les llamo la atención en lo ya apuntado: Fritz Leiber fue un maestro de la ciencia-ficción, un innovador inteligente de la fantasía heroica, uno de los grandes de la ficción terrorífica; cuando se le dio oportunidad, realizó enormes relatos de ficción especulativa. Con este cuento demuestra que podía dominar el suspense y el policiaco. Semejante versatilidad no fue producto del mero artesano (al fin y al cabo, Leiber tenía sólo treinta años cuando escribió este relato), sino un conocimiento, intuitivo o adquirido, de lo que hace una buena historia. No es la marca del genio, aunque Leiber lo fue, pero sí del gran escritor. La combinación de ambas cosas fue lo que hizo a Leiber ser reverenciado en vida y póstumamente.

(The Automatic Pistol)
En La Edad de Oro 1939-1940
Eds. Martínez Roca, col. Gran Super Ficción
Barcelona, 1988 [1940]
Ed. de Isaac Asimov y Martin H. Greenberg

Texto en castellano de La Pistola Automática

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Pirate Latitudes, de Michael Crichton

El manuscrito de Latitudes Piratas fue descubierto, en teoría completo, tras la muerte de su autor en 2008. No voy a recordar aquí el respeto que me merece Michael Crichton como autor. Baste decir que siempre escribió con honestidad y con un buen hacer irreductibles, tanto que algunas veces logró trascender los límites del best-seller.
El éxito que le acompañó durante toda su vida le permitió más o menos escribir lo que le dio la gana en sus últimas épocas. Cuando se anunció que se había descubierto entre sus escritos una novela de piratas, confieso que sentí cierta excitación. Porque si alguien siempre se había documentado y había trasladado la atmósfera de una época a sus historias había sido Crichton (véase la impagable El Gran Robo del Tren). Y eso es cierto en Latitudes Piratas, por lo menos hasta cierto punto.
Narra la peripecia del capitán Hunter, un corsario que tiene acceso a una información con la que sueña todo filibustero en el Caribe: el paradero de un galeón de la flota del tesoro, refugiado en la isla-fortaleza de Matanceros tras haberse separado del convoy. Esa isla es inexpugnable, un suicidio en caso de atacarla, pero un buen plan combinado con lo enorme de la recompensa puede hacer que lo imposible se haga factible.
Se espera de Crichton que, en un género tan conocido como el piratesco, recoja todos sus temas y los aproveche, y así es: desde los combates navales hasta el asalto por tierra, desde el kraken al huracán caribeño, desde el abordaje hasta las normas de los Hermanos de la Costa, todo aparece y todo tiene su encaje en una novela de aventuras perfectamente tramada y satisfactoria.
Pero el toque Crichton no es el de los fuegos de artificio, por mucho que los utilice con pleno efecto; su sentido de la atmósfera, el sumergir al lector en una época, ése es su toque. Desde las primeras líneas en Jamaica, Crichton realiza un ejercicio de información prodigioso, tanto más como que esta información se integra en la narración, y el lector resulta trasladado al mundo en el que se desarrollará la novela.
Por descontado, esto no es una novela histórica. Matanceros no existe, ni el capitán Cazalla, ni muchas otras cosas, y Crichton se permite ciertas libertades con las distancias. Crichton es fiel a lo que le concierne, como es la atmósfera de la época y la vida cotidiana, pero en todo lo demás antepone la aventura al enciclopedismo. Y hace bien, entre otras cosas porque el lector no espera otra cosa.
Sin embargo, hay un punto débil. El final parece demasiado apresurado, y eso me lleva a conjeturar que tal vez el manuscrito fuera hallado completo, pero no totalmente acabado. Tengo la impresión de que esos últimos capítulos no eran más que un borrador de trabajo a elaborar con posterioridad. Es un inconveniente, y uno que, por desgracia, es irremediable.
A pesar de ello, todo lo que antecede es tan bueno que aun cuando la novela hubiera quedado inacabada hubiera sido una lástima no haber podido leerla. Como lector, y conocedor de las novelas de piratas, agradezco a Crichton que nos hiciera este regalo antes de morir.

Harper Collins
Londres, 20102 [2009]

Portada y sinopsis de la edición americana
Portada y sinopsis de la edición española

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La Historia Oficial, de Luis Puenzo

SESIÓN MATINAL 

(La Historia Oficial); 1985

Director: Luis Puenzo; Guión: Aída Bortnik, Luis Puenzo; Intérpretes: Héctor Alterio (Roberto), Norma Aleandro (Alicia), Chela Ruiz (Sara), Chunchuna Villafañe (Ana), Hugo Arana (Enrique), Patricio Contreras (Benítez); Dir. de fotografía: Félix Monti; Música: Atilio Stampone; Dir. artística: Abel Facello; Montaje: Juan Carlos Macías.

El cine argentino consiguió un Oscar con esta película, pero además de merecérselo, consiguió también ejercer una catarsis con respecto al tema de los desaparecidos, la dictadura militar, los niños robados y la toma de conciencia.
Porque, en efecto, esta película toca muchos temas, muchísimos. Todos ellos giran al respecto de una época, y eso quiere decir que su tema fundamental es la memoria histórica, tanto colectiva como individual, pero alrededor de eso se tejen los hilos de diversas facetas de esta memoria.
Alicia es profesora (justamente de historia, y una historia que es la oficial, muy distinta de la que puede encontrarse en la investigación y en la memoria) en un instituto bonaerense. Pero también es madre y feliz esposa, y justamente ese es el tema. Puesto que es estéril, su hija fue adoptada, pero ahora que soplan nuevos tiempos y aparecen a la luz historias (que no habían estado ocultas, sino que una gran parte de la población había preferido no ver), empieza a preocuparse por la procedencia de su hija. ¿Puede ser que no fuera un bebé no deseado, sino uno robado?
Sobre este argumento central, Puenzo construye una tesis sobre la toma de conciencia incluso de los más ciegos, sobre las responsabilidades por las acciones pasadas y sobre la responsabilidad de saber lo que realmente sucedió para hacerlo público y transmitirlo a las generaciones futuras, amén de unas cuantas reflexiones sobre la dignidad del ser humano.
Una película que aspira, en consonancia con su título, a que la historia oficial sea la historia real, no la que se quiere aparentar; y a fe que consigue buena parte de sus objetivos. Tal vez su único defecto sea precisamente ese querer abarcarlo todo. Hay algunos temas tratados que quedan en el aire, y que tal vez hubiesen merecido mayor detalle. Pero el metraje es el que es, y en conjunto La Historia Oficial cumple su papel de testimonio, emocionando y conmoviendo al espectador.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Thelonious Monk Junio 1954

Volvemos a encontrarnos con el genio musical más extraño, y sin embargo apasionante, que haya dado jamás el jazz, Thelonious Monk. Y, como escuchábamos en el anterior programa, lo que sigue es Monk en estado puro, puesto que se trata de una sesión a piano solo.
Que se inicia con esa balada perfecta que es 'Round About Midnight. Después viene una de las composiciones que más me gustan de Monk, Evidence, sobre las armonías de Just You, Just Me. Un estándar clásico, Smoke Gets in Your Eyes; y otra composición monkiana fundamental, el Well You Needn't. Reflections; We See; Eronel; Off Minor y Hackensack completan de forma magistral esta sesión, en la que es posible encontrar todos los matices de la música de Thelonious Monk (fíjense sobre todo en los finales, que parecen declaraciones de intenciones sobre, a veces el juego que representaba la música para Monk, a veces insinuaciones de otras obras, a veces puros contrastes con lo escuchado, todo lo cual proporciona un sentido de infinito, y es que uno cree que Monk podría haber estado tocando el mismo tema hasta el fin de los tiempos sin repetirse jamás).
Para acabar el programa nos adentraremos en la sesión siguiente de Thelonious Monk, ya en Estados Unidos y a trío, acompañado por el gran Percy Heath al contrabajo y el mejor cómplice que tuvo Monk a la batería, Art Blakey. Nutty y Work serán los temas de esta sesión que escucharemos.
Gracias como siempre al Cifu por la música y por los comentarios, siempre valiosos.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Unfinished Portrait of the King of Pain by Van Gogh, de Ian McDonald

En ocasiones, un autor asume riesgos enormes a la hora de desarrollar una historia. Es el caso de Retrato Inacabado del Rey del Dolor por Van Gogh. No sólo el riesgo de hacer de un personaje real (y ciertamente conocido universalmente) el protagonista del relato, sino de meterlo en una situación fuera del ámbito que esperaríamos de él. Los que así proceden suelen emplear algo de humor en ello, a veces rayando en la parodia, pero en el caso del relato de MacDonald el tema es absolutamente serio.
Esa es otra dificultad, puesto que el tema hace que la historia se mueva peligrosamente hacia la fábula moralizante. Por fortuna el autor puede salvar la situación, pero en algunos momentos el relato se tambaleó sobre el abismo de lo facilón. Sin embargo, siempre admiro a los autores que asumen riesgos. Frente a aquellos que juegan a empatar, o que (empleando una imagen que me es grata) recorren el alambre a gatas, siempre tendré el máximo respeto por aquellos que se deciden por tomar el camino difícil y hacer funambulismos peligrosos.
El argumento de este relato no es fácil de resumir. Por supuesto, hallamos a Van Gogh en la Provenza, deslumbrado por el sol, soñando con fundar su colonia de artistas junto a Gauguin. Y en un día de fuerte mistral, se le aparece un individuo, en un paisaje imposible en medio de la campiña, quien le pide que pinte su retrato. Este individuo es el Rey del Dolor, un humano designado en un futuro dominado por las máquinas para ser la conciencia de aquellos que causan dolor a otros, mientras los ordenadores resuelven el dilema de cómo suprimir el dolor en la humanidad. Vincent empieza el retrato, que queda inacabado, pero eso no importa al Rey del Dolor; es una pena, pero él es lo bastante magnánimo como para recompensar al genio universal que será Van Gogh, de modo que le implanta un micromecanismo que elimina el dolor.
Van Gogh está abocado a la locura. No sólo porque le parece que todo lo vivido es irreal y fruto de una compulsión de su mente, sino porque, en efecto, no siente dolor, y en su lugar sólo percibe destellos de colores. La bendición de la supresión del dolor es una maldición, puesto que con él desaparece también el contraste de la alegría y la exaltación.
No voy a relatarles el final, aunque no es un relato fácil de encontrar; baste decir que el cuento, denso en su fondo, juega con elementos que en un principio parecen ajenos o superfluos. Por ejemplo, ¿por qué Van Gogh? La respuesta es porque Van Gogh fue el artista que más traspasó repetidas veces la tenue línea que separa la locura de la cordura, y también porque fue un artista que se relacionó con el dolor en carne propia y ajena, por ejemplo cuando fue evangelizador en las minas. Introduce el tema de la dominación de las máquinas, en este caso en teórico beneficio de la humanidad, pero tal vez lo hace precisamente porque la erradicación del dolor es la eliminación de un sentimiento humano, que las máquinas no pueden comprender. En ocasiones, repito, está a punto de caer en la mera fábula moralista, pero recupera el pulso y vuelve al terreno de las emociones abandonando las moralejas; si el mensaje resulta explícito, el camino para llegar a él no lo es tanto, de modo que la función literaria del relato queda salvada.
Y siendo un cuento extraño, mezcla de muchas cosas, también es un relato que muestra la capacidad de un narrador para mostrarse imaginativo y audaz y poner a prueba su arte.

En Demons & Dreams. The Best Fantasy and Horror 2
Legend / Random Century
Londres, 1990 [1988]
Ed. de Ellen Datlow y Terri Windling

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Mateo Falcone, de Prosper Mérimée

Como buen romántico, Mérimée utilizó extensamente el exotismo en sus obras; claro que era un exotismo ciertamente extraño, buscado en lugares no muy alejados, algo que los españoles tenemos buena muestra en Carmen, ciertas leyendas de la cual hemos sufrido hasta tiempos muy recientes (por ejemplo, la mitificación del "toreador" (parcialmente cierta), o la de que todas las españolas llevaban una navaja en la liga (falsa)).
Consecuente con esta postura, casi colonialista, de contraponer la visión del francés ilustrado y moderno a la "realidad" de lo salvaje y basal, Mérimée también buscó esto último en su propia casa, y lo halló en ese territorio considerado hasta hoy como agreste, machista, violento y francés-pero-ajeno como es Córcega. Con el agravante de que Mérimée no la había visitado todavía.
Conforme a esta visión culturalmente metropolitana del mundo, lo que hallamos en Mateo Falcone es una pura exageración. Un país dominado por el código de honor, la pertenencia al clan familiar, el desprecio a las leyes "impuestas" y a sus brazos ejecutores, el desprecio todavía mayor a los "colaboracionistas", la importancia de la descendencia masculina, la sumisión absoluta de la mujer, el prestigio del bandidaje y que el máximo delito sea la delación.
Claro que la literatura funciona por exageración, y ésta no es óbice para poder escribir un relato como un castillo. Mateo Falcone es un personaje más grande que la vida: excelente tirador, con un sentido del honor inexpugnable, que ha reforzado el clan del que es cabeza con alianzas con otras familias, buen amigo y mal enemigo, y de una independencia feroz. Un día que su hijo primogénito, Fortunato, se ha quedado solo en casa llega a ésta un fugitivo que huye de los tiradores corsos, la milicia policial local. Tras un tira y afloja, acepta ocultarle. Los tiradores registran la casa sin hallar rastro del huido, pero el sargento, que se huele la jugada, tienta a Fortunato con un reloj de plata que el joven ha mirado con codicia. Consumada la delación, llega Mateo Falcone a la casa. Lívido y pese a las súplicas de la madre y de Fortunato, que saben a la perfección lo que le espera a quien ha traído el deshonor a la familia, lleva a Fortunato al malezal y lo mata.
Todo ello muy enorme, muy tremendo, muy trabajado sobre arquetipos que casi son estereotipos, pero ello no tiene nada que ver con la calidad literaria. Y Mérimée, convirtiendo el hecho en una tragedia de proporciones homéricas, compone un relato que funciona a la perfección, avanzando de forma impecable hasta su inexorable final.
El lector puede ver todas y cada una de las implicaciones cuasi-ideológicas que están implícitas en el cuento, pero cuando finaliza la lectura, lo que queda es un relato magnífico en su estructura y su desarrollo, una historia altamente literaria, con carácter y fuerza que se sitúan en la categoría de mito y permanecen en la mente del lector.

En Mateo Falcone y Otros Cuentos
Ed. Espasa Calpe, col. Austral
Madrid, 19404 [1829]

Texto en castellano de Mateo Falcone

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Las obras de arte perdidas

No es habitual que este blog se aparte de la senda literaria (salvo las excursiones de fin de semana en el jazz y el cine) pero la ocasión lo vale.
En la red acaba de aparecer la web galleryoflostart.com, una iniciativa conjunta de Channel 4 y la Tate Gallery en la que se van compilando las obras de arte que por alguna que otra razón (robo, ataque, destrucción, pérdida, etc.) han desaparecido de la faz de la tierra.
La página proporciona los documentos iconográficos que permiten ver totalmente o de forma parcial esas obras, más un comentario sobre su creación, historia y los motivos de su desaparición.
Por el momento se incluyen veinte obras, de diversos artistas (Miró, Duchamp, de Kooning...) pero cada semana se añadirá una nueva.
Una iniciativa magnífica que permite superar las barreras del tiempo, lo efímero y la barbarie o la codicia en la historia del arte, y aproximarse a obras de las que a veces sólo se ha oído hablar, en lo que constituye una insólita y única galería de arte.

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Desde Aquel Beso, de Sidney Lanfield

SESIÓN MATINAL 

(You'll Never Get Rich); 1941

Director: Sidney Lanfield; Guión: Michael Fessier, Ernest Pagano; Intérpretes: Fred Astaire (Robert Curtis), Rita Hayworth (Sheila Winthrop), Robert Benchley (Martin Cortland), John Hubbard (Capitán Tom Barton), Osa Massen (Sonya), Frieda Inescort (Sra. Julia Cortland), Guinn Williams (Kewpie Blain), Donald MacBride (Sargento mayor); Dir. de fotografía: Philip Tannura; Coreografía: Robert Alton; Música incidental: Morris Stoloff; Canciones, letra y música: Cole Porter.

Los musicales tienen sus normas propias. Para acceder a ellos, no es que haya que suspender la incredulidad, sino amoldarse a unos hechos que son implausibles, aceptar una historia las más de las veces increíble y esperar que no sea tan ridícula como para destrozar lo fundamental como son las canciones y el baile.
Por tanto, baste saber que Fred Astaire se mete, un poco involuntariamente, en un lío amoroso con Rita Hayworth, problema del que lo saca la orden de reclutamiento en el ejército (estamos en 1941 y Hollywood respondía a las necesidades políticas del país, incluso en los musicales); pero por supuesto acabarán reencontrándose. No sé si existe un final infeliz en algún musical de Hollywood, por lo menos de los producidos hasta los años setenta, pero por supuesto Nunca te Harás Rico (olvídense de esa tontería de título castellano) tiene un final felicísimo.
Lo que más destaca, además del siempre insuperable y no superado Fred Astaire, es la pareja que tiene en este film, Rita Hayworth. En cuestión de parejas, Ginger Rogers siempre ha estado mitificada. Para mi gusto, la mejor pareja de Fred ha sido Gene Kelly; después, un perchero; después, Cyd Charisse; y después, Rita Hayworth.
El primer baile de los dos es toda una declaración de intenciones: bailan al unísono, pero sin cogerse, y Rita lo hace con las piernas al aire, lo cual, aparte otras consideraciones, quiere decir que el baile de Rita es lo bastante bueno como para no tener que ocultar los pies. Y es que, en efecto, Rita Hayworth fue una sorpresa como bailarina, y se demostró como una de las mejores. En esta película tienen oportunidad de verla junto al mejor de todos, y les aseguro que, si un musical tiene la misión de aliviar las preocupaciones, éste lo consigue.


Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Quincy Jones en el Alhambra de París

La fama de Quincy Jones es tanta fuera del jazz que muchas personas obvian el hecho de que, fundamentalmente, es un jazzman que, por puro talento musical (uno casi podría hablar de "niño prodigio", si no fuera porque en el jazz los niños o adolescentes prodigio han menudeado) ha conseguido hacer una carrera impresionante: productor musical de fama, siete veces nominado a los oscars, 27 grammys ganados y 79 nominaciones, gran compositor y mejor arreglista.
Y un gran director de orquesta de jazz, añado. Sus big bands son algo que merece la pena escucharse, ya no digamos verse. Aunque él mismo es trompetista, entre otros instrumentos, se aparta de la interpretación para centrarse en la dirección y el arreglo orquestal, y consigue que sus orquestas tengan un sonido propio y reconocible, como debe ser en todo gran grupo jazzístico que se precie. Provistas de un swing implacable y de un ritmo acelerado, a veces infernal, pero sin desdeñar la delicadeza en la interpretación de lentos y baladas, en directo o grabadas sus actuaciones al frente de grandes orquestas son memorables, más que nada porque, como se comprueba en toda su carrera, Quincy Jones es por encima de todo un perfeccionista.
El Cifu les dará detalles sobre el concierto que ofrecemos hoy, detalles que bordean lo trágico, y yo sólo les encomiendo pensar que, pese a lo difícil de la situación que vivía la orquesta, tocan como los ángeles y mantienen un destacadísimo sentido del humor en algunas piezas. Una orquesta que, entre sus miembros tenía a Clark Terry, Benny Bailey, Quentin Jackson, Jimmy Cleveland, Åke Persson, Phil Woods, Sahib Shihab, Julius Watkins, Melba Liston, Buddy Catlett o Joe Harris, por citar los más conocidos.
No hay demasiadas piezas propias de Quincy en este repertorio, pero el concierto se inicia con una que les dará idea de ese sonido propio del que les hablaba y del gran ritmo que alcanza la banda: Birth of a Band.
Después escucharemos Everybody's Blues, con interpretación principal a cargo del estupendo Julius Watkins al corno francés, un instrumento difícil pero que en jazz tiene una sonoridad que me encanta, y con un vocal tremendamente divertido a cargo de Clark Terry.
Luego seguirán Moanin'; Tickle-Toe; otra composición de Quincy Jones, muy delicada, Stockholm Sweetnin'; I Remember Clifford, dedicada a Clifford Brown; y Walkin', aunque ésta quedará incompleta por el minutaje del programa.
Espero que disfruten de este concierto, y que tengan en cuenta a las orquestas de Quincy Jones en sus audiciones. Valen la pena.

Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Scatter My Ashes, de Greg Egan

Como señala Ellen Datlow con una admirable concisión, este relato "Trata sobre la violencia y la responsabilidad. Más específicamente se centra en la responsabilidad cívica y moral tanto a nivel social como individual: al respecto de la responsabilidad del individuo para responder a aquellos que tienen necesidad y en el papel de la sociedad, vía los medios de comunicación, al convertir la violencia en un espectáculo de feria. Este relato áspero y duro es también sobre el papel del artista como voyeur". 
Estamos en un terreno conocido, uno particularmente recorrrido por Harlan Ellison, por ejemplo en su El Llanto de los Perros Apaleados, sobre todo si consideramos la primera frase del relato de Egan, «Cada noche, a exactamente las tres y cuarto, algo terrible sucede en la calle frente a nuestra ventana del dormitorio. Observamos a través de las cortinas, bostezando y temblando en el frío insufrible, y entonces nos arrebujamos de nuevo bajo las sábanas sin intercambiar palabra, para abrazarnos estrechamente y desear un sueño profundo antes de que sea la hora de levantarse».Y lo que sucede cada noche es una pelea, un atraco, una violación...
El relato está escrito en primera persona, y ese mismo hecho ya incluye al lector en el cuadro, acompañando al protagonista, contemplando esas escenas de violencia sin hacer nada, salvo mirar.
Pero hay más. El protagonista es un fotógrafo free-lance, que se dedica sobre todo a los sucesos. Su estudio está empapelado de recortes de periódico sobre los crímenes que en su época le ha tocado vivir, y a veces fotografiar. Y resulta que justamente ahora hay una oleada de desapariciones y asesinatos de niños.
Para abreviar el resumen, aunque les advierto que el relato de Egan lleva más carga psicológica en su desarrollo, les diré que un día entra en su casa un personaje que le resulta vagamente familiar, que parece poseer el rostro de un asesino cuya detención el protagonista comtempló en su niñez, y que se admira ante el "santuario" que el fotógrafo ha construido, aunque el protagonista no lo considera así. Un hombre que parece ser la encarnación de todos los asesinos del mundo, y que cita a cierta hora al protagonista para que fotografíe su último crimen. El fotógrafo así lo hará, aunque llamando a la policía simultáneamente. Pero si el asesino (que, para reforzar el tono sobrenatural del relato, no se parece a Jack) pretendía que el mostrar su violencia al mundo la conjurara y ejerciera una catarsis en la sociedad, se equivocaba.
Todo lo apuntado por Datlow es cierto. El relato no trata de la indiferencia, pero sí de las múltiples excusas que animan a las personas a la inacción. Egan, junto con los relatos de Ellison sobre el asesinato de Kitty Genovese, contemplado por decenas de personas que no hicieron nada, trata sobre esta inacción. También comparte la existencia de un mal supremo que pervade a la sociedad, la ciudad en el caso de Ellison, la personificación del asesino en Jack en el caso de Egan. Pero también planea en este cuento la sombra del artista o periodista que contempla estos hechos y que se limita a hacer de testigo, un debate éste que ha perseguido a todo reportero de sucesos o corresponsal de guerra, y sobre todo, sobre la necesidad o no de mostrar esa violencia, que es también una discusión sobre la que nadie se ha pusto de acuerdo y que genera controversia (e incidentalmente, una morbosidad en los medios de comunicación que parece incrementar las ventas, y de ahí que el debate siga estando inconcluso).
Greg Egan pasa por estos dilemas con prosa firme y equilibrada, en un estilo muy frío, como corresponde al tema, pero un estilo tan frío que es capaz de inquietar al lector no por mostrar violencia (muestra muy poca) sino por las implicaciones morales de lo que nos cuenta. Un relato soberbio que cumple con su función a todos los niveles.
Al pie de esta reseña encontrarán un enlace donde pueden leer en inglés este cuento. Lo destaco porque conduce a la propia web del autor, un hecho infrecuente pero que se agradece en el caso de ficciones que no son fáciles de encontrar.

En Demons & Dreams. The Best Fantasy and Horror 2
Legend / Random Century
Londres, 1990 [1988]
Ed. de Ellen Datlow y Terri Windling

Texto en inglés de Scatter My Ashes

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Carta a una Señorita en París, de Julio Cortázar

Tal vez, si lo han leído, no identifiquen el relato por su título. Les doy una pista: es el del hombre que vomita conejitos.
Y si no lo han leído, esta frase debería despertarles curiosidad. Porque, en efecto, el relato es una carta escrita por un hombre que está alojado en el apartamento de una señorita que está en París; un hombre que, sin embargo, tiene un secreto, y es que más o menos una vez por mes, vomita un conejito. Algo controlable, y no demasiado molesto, puesto que ya tiene costumbre y sabe cómo resolver la situación. El problema es que, ya subiendo en el ascensor para instalarse en la casa, vomita uno. Y al cabo de dos días, otro... y así hasta diez.
Habrán observado que he descrito el fenómeno anterior con la mayor naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo; bien, el fantástico, el realismo mágico si quieren, es así. El lector diluye las fronteras entre realidad y fantasía, entre plausible o inesperado, entre normalidad y anormalidad.
Si recorren internet buscando explicación a este relato, que empieza de forma ciertamente humorística y acaba trágicamente (al fin y al cabo, se trata de la carta de un suicida), se encontrarán conque no se da ninguna, salvo el mero encasillamiento en el orden fantástico del mismo. Ciertamente este relato es un enigma. Acostumbrados como estamos a un Cortázar simbólico, se nos hace extraño que no pueda añadirse al cuento una clave de interpretación. Puede que no haya ninguna, y que Cortázar quisiera expresar sólo lo expresado en el texto, un relato entre cómico y trágico en el que se produce una situación irreal o surreal. Ciertamente podemos buscar alguna. Los conejitos, que hay que mantener en secreto y que ejercen una presión psicológica tremenda sobre el protagonista podrían ser vistos como una alegoría de la clandestinidad. No hacía tantos años que Argentina había pasado por una dictadura cuando se escribió el relato. Sin embargo, el final es demasiado derrotista como para creer que Cortázar haya escrito el cuento con esa intención.
Más bien creo que, y prefigurando un poco el universo en el que se situarán cronopios y famas, Carta a una Señorita en París es un relato de lo opresivo del orden, de lo angustioso que puede ser el caos, lo dionisíaco, angustioso no por sí mismo, puesto que el protagonista bien que admite a esos diez conejitos y sus destrozos en la casa mientras puede controlarlos, sino por lo qe representa frente a los demás: cuando el onceno conejito surge, hay algo que se quiebra, lo apolíneo ya no puede ser recuperado, el protagonista quedará deshonrado, avergonzado ante todos, y ante esa perspectiva, decide quitarse la vida.
En esta dualidad entre lo apolíneo y lo dionisíaco, y en el perpetuo equilibrio (o control de su desequilibrio) en el que nos movemos, creo que radica el intríngulis. Al fin y al cabo, justamente el noventa por ciento de la literatura fantástica trata de esa dialéctica.
Como digo, se estaba a un año vista de que Cortázar empleara por primera vez el término "cronopio", esa palabra que distingue a esos seres humanos que rompen los moldes de lo apolíneo, que trascienden la vida introduciendo en ella un elemento de caos que, no obstante, resulta benéfico.
Creo que es una explicación tan buena como cualquier otra. Pero nunca olviden que por encima de las interpretaciones está la literatura. Sobre todo ello, piensen que Carta a una Señorita en París es un relato perfectamente escrito, digno del mejor Cortázar, un cuento que merece la pena leer, aunque sólo sea por sí mismo.

En Los Relatos. Ritos
Alianza Editorial, col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 19763 [1951]

Publicado originalmente en Bestiario

Texto de Carta a una Señorita en París

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Cordero Asado, de Roald Dahl

Este es otro de los relatos "de choque" que Roald Dahl escribió y que, al ser llevados a la pantalla pequeña por el propio Alfred Hitchcock, se convirtieron en inolvidables. Para los que no recuerden el asunto, diremos que se trata de un asesinato y una pierna de cordero. ¿Lo recuerdan, ahora?
Hay algo que decir sobre el argumento, pero como el efecto depende estrictamente de la secuencia de acontecimientos hasta llegar a su final, lo trataremos más tarde, para no destriparlo a los que no lo hayan leído o visto.
Pero también hay cosas que decir sobre el estilo empleado por Dahl, que en este caso es muy poco truculento, casi cotidiano, como conviene a la historia. De hecho, esta cotidianeidad es lo que le da verosimilitud y fuerza al relato, el saber desde el primer momento que Mary es un ama de casa normal y corriente, rutinaria incluso, y que justamente eso será su escudo y su defensa.
Pero también es el tono pausado que Dahl emplea, y cómo lo utiliza para crear una tensión amenazante, que cuando se resuelve sorprende por lo poco aparatosa, pero que nos hace sentir alivio.
El golpe final, la actitud de Mary durante el registro policial, es uno lleno de un humor negro, marca de la casa del autor, que se hace inolvidable y casi imprescindible.
Para los que ya conocen el relato, recordaré el argumento, y les advierto que aquellos que no lo hayan leído pueden encontrar a partir de ahora datos que pueden estropear una primera lectura, de manera que están avisados.
Mary, como ya hemos dicho, es una abnegada esposa de un policía. Es jueves, y por tanto, y después de un par de whiskies en compañía de su marido, saldrán a cenar fuera. Sin embargo, cuando éste regresa a casa, parece estar bajo un estado de tensión y cansancio. Por fin, se decide a hablar y Mary entra en estado de shock (aquí hay que reseñar una virtud de Dahl como cuentista: nos ahorra esta parrafada del marido. Suponemos que se trata de un abandono o un divorcio, pero, prescindible como son los detalles para la historia, Dahl lo despacha con un mero "Y se lo dijo"). Como una autómata, va a la cocina para preparar la cena, puesto que su marido no quería cenar fuera y ahora sería incongruente una salida de ese tipo. En la nevera encuentra una pierna de cordero. Y cuando vuelve a la salita, golpea en la cabeza al marido con ella, matándolo. "Como esposa de un detective sabía cuál sería el castigo; era estupendo [...] ¿Qué decía la ley acerca de las asesinas que iban a tener un hijo? ¿Los mataban a los dos?, ¿madre e hijo? ¿Esperaban hasta el noveno mes? ¿Qué hacían? Mary Maloney lo ignoraba y no estaba dispuesta a arriesgarse."
Pone la pierna de cordero en el horno, y baja a la tienda de la esquina a por unos comestibles para acompañarla. Allí charla un poco con el empleado y entonces vuelve a casa y llama a la policía, diciendo que ha descubierto a su marido muerto.
Los policías registran y comprueban la coartada de Mary, y encuentran imposible que ella haya realizado el crimen. El intríngulis está en hallar el arma homicida, que debe haber sido muy pesada. Y entonces viene el auténtico toque del genio de Roald Dahl, cuando uno de los policías advierte a Mary que el horno está encendido. Mary, como un gesto de deferencia hacia los compañeros de su marido, que están allí habiendo pasado ya la hora de cenar, les ofrece el asado de cordero. Y ellos se lo comen, sin saber que es el arma que buscan; repitiendo, incluso.
Insisto, una historia inolvidable.

(Lamb to the Slaughter)
En Relatos de los Inesperado
Ed. Argos Vergara
Barcelona, 1981 [1953]

Reeditado por Editorial Anagrama

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Raíces Profundas, de George Stevens

SESIÓN MATINAL

(Shane); 1953

Director: George Stevens; Guión: A. B. Guthrie, basado en la novela de Jack Schaefer; Intérpretes: Alan Ladd (Shane), Jean Arthur (Marian Starrett), Van Heflin (Joe Starrett), Jack Palance (Jack Wilson), Brandon de Wilde (Joey Starrett), Ben Johnson (Chris Calloway), Edgar Buchanan (Fred Lewis), Emile Meyer (Rufus Ryker), Elisha Cook Jr (Stonewall Torrey), John Dierkes (Morgan Ryker); Dir. de fotografía: Loyal Griggs; Música: Victor Young.

Una pelícual que se ha revalorizado inmensamente en los últimos tiempos, hasta caer, para mi gusto, en la exageración. Porque calificarla de obra maestra sólo se puede entender si eso es por comparación con el cine que se produce en la actualidad.
Raíces Profundas no puede ser una obra maestra, en primer lugar porque adolece de la presencia de un niño actor que, con franqueza, resulta bastante cargante. Hitchcock ya dijo "nunca ruedes con perros, con niños ni con Charles Laughton", y aquí tenemos perro y niño, aunque el primero no sobreactúa como lo hace el segundo. Por otra parte, es demasiado larga par el tema que trata; y eso quiere decir que, planteado el inevitable conflicto, uno espera a que estalle demasiado tiempo como para que esto sea muestra de un ritmo perfecto.
Sin embargo, Shane es una muy buena película. De hecho, uno tiene la impresión de que los productores, el guionista y el director eran muy conscientes de lo que se traían entre manos (y de ahí una cierta solemnidad que perjudica algo al filme), que era nada menos que poner toda la épica del salvaje oeste en su inicio del crepúsculo aprovechando al mismo tiempo todos los tópicos (o tropos, si quieren) del mismo.
La historia es tan simple que cualquiera puede esbozarla: Un pistolero cansado, Shane, llega a un granja que está amenazada por el señor ganadero local, que reclama para sí pastos y paso libre. Cuando las amenazas e intimidaciones topan con la resistencia inesperada de Shane, que no se deja comprar, llama a un pistolero de Cheyenne para si es necesario forzar las cosas hasta un desenlace violento. Más una historia de tensión sexual no resuelta entre Shane y la esposa del granjero; y una historia de camaradería entre el pistolero arrepentido que es Shane y el hijo de los granjeros.
Como ven, todo muy elemental. Pero es el tratamiento el que importa aquí, y cuando adquiere el adecuado ritmo y se libra de interferencias, la película adopta una épica sencilla pero que impresiona por su intensidad. Gran trabajo del director, y una interpretación de Alan Ladd que le lanzó al estrellato (pese a ser uno de esos actores inexpresivos que Hollywood ha dado); e intensa interpretación de Jack Palance (que aún aparecía en los créditos como Walter Jack Palance), todo un epítome de la fría maldad.
Si tienen ocasión de verla, no lo duden. Contemplarán una buena película que además lleva temas como la inevitabilidad del destino de las personas, la imposibilidad de deshacerse del pasado y el fin de una época en el Oeste americano. Pero tampoco compren con facilidad esas opiniones de que se trata de una obra mestra.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Duke Ellington en el Alhambra de París

Traemos hoy, y gracias como siempre al Cifu, un muy buen concierto de Duke Ellington realizado durante la gira europea de 1958.
A estas alturas resulta ocioso reseñar los méritos, por una parte de la música de Ellington, la música interpretada por Ellington y sus muchachos, y por otra la calidad de la banda tanto a nivel individual como colectivo. Cliquen en la etiqueta "Ellington ·Duke" al pie de la entrada y sabrán mi opinión al respecto. O mejor, escuchen al Cifu, que siempre tendrá una opinión más fundamentada y mejor expresada que la que yo pueda darles. Hablando de clicar, después les propondré uno de esos clics comparativos, pero eso viene luego.
El concierto se inicia con el tema insignia de Ellington, Take the A Train, y los sigue un medley de temas de los años veinte, todos emblemáticos: Black and Tan Fantasy, Creole Love Call y The Mooche. Después Ellington se pondrá al trabajo de animar al auditorio con un Newport Up a tiempo muy rápido. Casi demasiado rápido; si escuchan al Cifu (y al clarinetista Jimmy Hamilton) sabrán porqué. Pero Hamilton se desquita con una balada que sigue a esta subida de adrenalina, Tenderly.
Entra entonces la hora de Clark Terry al fiscorno, con ese tema que tanto me gusta y que se llama Juniflip. Harry Carney, un maestro en el saxo barítono, dará su versión de Frustration.
Después, y tras la introducción de piano que se haría habitual, la orquesta entra con otro tema que no me canso de escuchar en todas sus versiones, Rockin' in Rhythm. Y termina el programa con Johnny Hodges interpretando Jeep's Blues.
Pero sigan leyendo...

El siguiente programa continúa el concierto en el teatro Alhambra de París; para refrescar recuerdos, empieza con Rockin' in Rhythm y Jeep's Blues, en lo que inaugura la podríamos denominarla principalía del estupendo saxo alto Johnny Hodges, porque sigue con All of Me y Things Ain't What They Used to Be. Para dar aire al resto de la orquesta, Ellington ataca un Jam with Sam en el que los solos se suceden, aunque esta vez el Duque no aprovecha para presentar a los solistas. Y como premio para el batería Sam Woodyard, se interpreta el tema compuesto específicamente para su lucimiento, Hi Fi Fo Fum; y se luce, claro, en un final descendente antes de la coda increíble. Como prácticamente era la primera vez que venía a Europa después del éxito en el festival de Newport del 56, supongo que por todas partes le pedirían a Ellington que tocara Diminuendo in Blue and Crescendo in Blue. Pues aquí está. Un par de cosillas al respecto. Esta vez (o por lo menos esa impresión tengo) está tocado un pelín más rápido que en Newport. Paul Gonsalves hace menos chorus, pero eso no importa porque los hace de igual calidad. De hecho, y puestos a comparar versiones, casi me gusta más esta. De acuerdo, la de Newport es histórica, se montó lo que se montó en el festival, y es buenísima, una gesta. Pero ésta tiene para mí mejor ritmo, mejor final de orquesta e incluso en algunos pasajes Gonsalves está mejor. De todas maneras, si quieren hacer la comparación con la versión del concierto de Newport de 1956 no tienen más que clicar. Para finalizar el programa de radio, seguiremos en Europa, en un concierto que fue pirateado (y por eso no sabemos dónde se realizó) y escucharemos Sophisticated Lady. Para ser pirateado, sin embargo, suena muy bien. Lo dicho, un muy buen concierto por una banda que estaba en plena forma y que daba sus mejores momentos en estas ocasiones. Que lo disfruten.
Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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L'Amica delle Mogli, de Luigi Pirandello

La Amiga de las Esposas es uno de los cuentos de desencuentro amoroso escritos por Pirandello agrupados bajo la denominación de "Amori senza Amore", amores sin amor; y si bien pueden parecer variaciones sobre un mismo tema, las diferentes ópticas que Pirandello practica sobre los personajes convierten estos relatos en nuevos.
En el caso de este cuento, Pirandello escoge alejarse de los personajes y sobrevolar la situación, podríamos decir, dejando que sea el lector quien saque sus propias conclusiones sobre cada uno de los que intervienen en esta historia.
En un planteamiento no desprovisto de humor, Pirandello nos presenta a Pia Tolosani, amiga de sus amigas,  un dechado de mujer que probablemente sedría la esposa perfecta. Sin embargo sigue soltera. Y lo que es más, ya es la tercera vez que los amigos que frecuentan la casa de sus padres, cuando han conseguido prometida fuera de Roma, se prestan para que ella sea la que decore la casa y provea de todo lo necesario para que ésta sea un "nido" matrimonial.
El juego irónico es tremendo; los protagonistas masculinos, que pudieron o no estar enamorados de Pia, encuentran en ella la mejor de las decoradoras, la mejor de las consejeras para sus esposa, la mejor de las amigas para ellas. Y, enfrentados ante las realidades del matrimonio, al cabo de un tiempo caen en la cuenta de que se están enamorando de Pia, quien, por comparación, gana en todos los terrenos.
Pia a su vez alberga secretas esperanzas de amor de algún pretendiente soltero, pero las desecha en cuanto éstos se alejan de ella para buscar esposa en otros lugares. No obstante, nos queda el enigma sobre su personalidad: ¿es una venganza lo que está realizando con todos y cada uno de aquellos que caen en la cuenta de que podrìan haberla desposado y ahora es demasiado tarde? ¿Disfruta acaso con esta situación?
No lo sabemos, y es cuestión de cada cual decidirse o seguir en la incertidumbre, pero lo que Pirandello ha conseguido es, ni más ni menos que trazar el proyecto de una femme fatale de la cotidianeidad, un personaje alrededor del cual orbitan, a la larga o a la corta, las vidas de los demás y al que, por contraste, intuimos desgraciado.
Es un cuento muy breve, que puede parecer poco concreto, pero en el que Pirandello logra, por implicación y precisamente por dejar estas interpretaciones en suspenso multiplicar el relato hasta hacerlo enorme, la obra de un genio. Tanto debió de implicar este relato que se decidió a convertiro en obra teatral. Les puedo asegurar que se presta a ello.Ya sólo leyendolo en forma de cuento uno percibe el juego inmenso de personalidades que brinda.

En Amori Senza Amore
Opportunity Book, col. Biblioteca Ideale Tascabile
Milán, 1995 [1894]

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There Are More Things, de Jorge Luis Borges

Aquellos que, por los motivos que sean, siguen denostando a Lovecraft deberían tener en cuenta que la innovación temática que el genio de Providence creó ha recibido múltiples espaldarazos, como los de Jorge Luis Borges, quien no sólo dedica este relato "A la memoria de Howard P. Lovecraft", sino que se mete en el mundo de los mitos de Cthulhu y hace su aportación al mismo.
Por descontado, se trata de una aportación irónica, pero les hago notar que la ironía de Borges era universal (cósmica o metafísica, podríamos decir) y dirigida hacia todo, incluso a sí mismo.
Esa ironía se plasma en el final, que es evidentemente crítico con ese viejo e increíble recurso literario del narrador en primera persona que escribe sobre cómo ha llegado a ser víctima de una amenaza que está a punto de hacerse realidad, y sobre la que seguirá escribiendo hasta que esa amenaza le caiga encima; no la situación más creíble, desde luego, pero un recurso que ha sido abusado a lo largo de décadas hasta convertirse en ridículo.
Pero, ironías aparte, el cuento es espectacularmente borgeano a la vez que lovecraftiano, y en eso reside su principal atractivo, y el ver cómo ambas concepciones se mezclan e hibridan para producir no sólo un buen relato en la tradición lovecraftiana, sino una variación curiosa en el universo narrativo de Borges.
El argumento es inexistente, otra hazaña de Borges, o bien la demostración de que el autor creía que el terror es sugerencia más que manifestación. Una mansión que el narrador conoce muy bien ha sido comprada por un extranjero, que ha querido reformarla pese a que los artesanos y obreros locales se han negado en redondo a hacer las obras. Mansión en la que inevitablemente acabará por entrar el protagonista para descubrir una arquitectura que le es extraña y ominosa y hallar, suponemos, la muerte y un destino innominado y terrible en ese caserón.
Todo se sustenta en la palabra que crea la atmósfera del relato, y todo sigue mediante la palabra que crea el relato en sí. Incluso el título es una ironía, al referirse a que "Hay Más Cosas" que las que la descripción puede abarcar, pero esas mismas cosas no deben necesariamente ser descritas para que ejerzan su efecto. basta con la imaginación del lector. Puede que eso sea una crítica a Lovecraft, que empleaba adjetivos en cascada, casi todos refiriéndose a lo indescriptible y abominable que era lo que intentaba describir, pero también es un homenaje, y uno grandioso. Borges consigue el mismo efecto que Lovecraft pretendía, de forma más literaria (al fin y al cabo, Borges es Borges), pero con sus mismos elementos. Y así, Borges hace una declaración: que Lovecraft alcanzó un rincón de la mente humana al que pocos habían llegado, y que eso no es poca cosa. En literatura, desde luego, es mucho. Denostadores de Lovecraft, tomen buena nota.

En El Libro de Arena
Alianza / Emecé, col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 1977 [1975]

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La Nariz, de Nikolai V. Gogol

Gogol, que fue el impulsor hacia la modernidad de la literatura rusa, escribió este cuento extraño, humorístico y surrealista antes de que el surrealismo existiera, y desde entonces ha estado intrigando a todos aquellos que lo han leído.
Lo cual tiene su mérito, porque la variedad de interpretaciones es colosal, y todas parecen tener su punto de razón.
Para ponernos en situación, el relato, dividido en tres partes, se inicia cuando un barbero encuentra dentro del pan del desayuno una nariz, en perfecto estado, que reconoce como la de su cliente el consejero mayor Kovalyov. Desconcertado, sin acordarse realmente de si ha podido o no rebanar la nariz del mayor, la tira al Neva desde un puente, pero es detenido.
La segunda parte concierne directamente al mayor Kovalyov, que se despierta con una superficie plana allá donde tendría que tener la nariz. De repente se siente lleno de angustia, no por ser un desnarigado, sino porque sin nariz parece haber perdido todo aquello que constituía su vida: su capacidad de seducción, el respeto de sus subordinados y, sobre todo, su seguridad. Lo que es más, hace esfuerzos risibles para recuperarla, como poner un anuncio en el periódico, pero lo más grave es cuando ve a su nariz salir a la calle, vestida con todas las regalas de su atuendo, y en apariencia haciendo la vida normal del mutilado Kovalyov. Finalmente la policía encuentra a la rebelde nariz, pero ésta rehúsa quedarse en su lugar, y un médico aconseja no forzar la cosa, puesto que el remedio podría ser peor que la enfermedad.
En la tercera parte, Kovalyov se despierta con la nariz de nuevo en su sitio, y emprende de nuevo su vida normal, incluso con nuevas energías.
Como pueden ver se trata, en principio, de un relato cómico, por la pura comicidad de la situación; sin pies ni cabeza (y no voy a hacer el chiste fácil). Sin embargo, insisto en que las interpretaciones que puede tener son muchas, y todas pueden ser acertadas. ¿Ejemplos? Pues un crítico ha notado que, en ruso, el título original leído al revés pasa a ser "sueño", lo cual podría sencillamente ser una pista de lo que sigue en la narración.
Otros críticos han apuntado a que se trata de una alegoría de la emasculación, del complejo de castración, por el que el hombre deja de serlo cuando pierde una parte psicológicamente importante, en este caso una que le hace ser ridículo ante los demás.
A mí mismo, y sin desmerecer ni desechar las nateriores, me gusta pensar en esa imagen de la nariz vestida con abrigo y sombrero recorriendo las calles de esa "ciudad norteña" de Rusia (probablemente San Petersburgo) sin que nadie pare mientes a que sólo se trata de una nariz. La implicación de que es la regalía la que cuenta, de que las personas son indiferentes y el cargo lo relevante entronca bastante bien con el pesismismo de Gogol; por otra parte, en la Rusia zarista, llena de nepotismo, amiguismo y recomendaciones no por méritos sino por clientelismo, en muchas ocasiones más de un cargo hubiera sido igualmente eficiente si lo hubiera ocupado la nariz de alguien en lugar de la persona completa. Tal vez más. De manera que podemos también ver este cuento como una sátira política de primer orden, y una en extremo sutil.
No es mal bagaje para un relato corto, y más cuando tenemos en cuenta que ha sido un cuento aclamado por los surrealistas y que algunos han definido como precursor del realismo mágico. Pero no es extraño. Gogol fue un narrador enorme, un genio de las letras, y podía perfectamente hacer estas pequeñas joyas con una regularidad y profusión inusitadas.

(Hoc)
En El Capote y Otros Cuentos
Espasa Calpe, col. Austral
Madrid, 1972 [1836]

Texto en castellano de La Nariz

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El Festín de Babette, de Gabriel Axel

SESIÓN MATINAL 

(Babettes Gæstebud); 1987

Dirección: Gabriel Axel; Guión: Gabriel Axel, basado en un relato de Isak Dinesen; Intérpretes: Stéphane Audran (Babette Hersant), Jean-Philiippe Lafont (Achille Papin), Jarl Kulle (General Lorens Löwenhielm), Bibi Andersson (dama sueca), Bodil Kjer (Filippa), Birgitte Federspiel (Martine); Dir. de fotografía: Henning Kristiansen; Música: Per Norgard; Dir. artística: Sven Wichman.

Es curiosa la obsesión de los países nórdicos con la religión. Tal vez sea porque la luterana ha sido la religión oficial de estado durante siglos, pero el caso es que en muchas películas y novelas procedentes de Escandinavia, la religión tiene un papel importante en la trama.
En este caso es fundamental, porque lo que propone la película de Axel (inspirada en el relato de la perceptiva, perspicaz y estupenda Karen Blixen / Isak Dinesen) es la contraposición entre espíritu y cuerpo, y la conclusión de que hay muchas maneras de servir al primero.
A un pequeño pueblo de la costa de Jutlandia llega Babette, una francesa que huye de los estragos de la revuelta comunal de París, en la que ha perdido a su familia. Casi por caridad, las dos hijas del antiguo pastor de la localidad, un hombre estricto y genial a su manera que no permitió que sus hijas se casaran, puesto que eran sus dos manos en la obra de Dios, la emplean como criada y cocinera.
La llegada de Babette a la localidad supone una ínfima revolución. Las dos hermanas empiezan a ahorrar dinero, puesto que Babette sabe comprar, y la sopa que ambas hermanas dan a los ancianos de la localidad mejora sensiblemente. El caso es que la única ligazón de Babette con Fancia es un billete de lotería que su primo le renueva año a año. Y ese billete resulta premiado con 10.000 francos. Es mucho dinero, y todos suponen que babette abandonará Dinamarca para establecerse en cualquier lugar, pero antes de irse Babette pide a las hermanas un favor: organizar la cena de conmemoración del centenario del pastor.
Las hermanas conceden esa gracia, pero pronto, y ante la llegada de los suministros encargados por Babette, empiezan a temer que ese banquete se pueda convertir en una tentación de la gula que aparte del pensamiento y los corazones de los presentes las palabras y el espíritu del difunto predicador. Y así, toda la escasa parroquia se conjura para no comentar nada sobre la bebida o la comida durante la cena.
Pero sucede una cosa extraña: conforme va avanzando la cena, las rencillas que persistían entre los presentes en las austeras reuniones parroquiales se van suavizando, hasta desaparecer y terminar en una armonía como no se había visto en muchos años.
Y es que Babette ha dado un banquete regio, digno de la chef que era en París anteriormente, y un banquete en el que se ha gastado los 10.000 francos ganados a la lotería.
El argumento que les he señalado es completo, y no hay más secreto que la forma de narrarlo, delicada y emotiva, y las conclusiones que el espectador pueda extraer de este relato maravilloso muy bien llevado a la pantalla. Sigue siendo una de las películas imprescindibles en la gastronomía en el cine, pero es mucho más que eso. Y un verdadero placer contemplarla.

Tráiler: