Breve Encuentro, de David Lean

SESIÓN MATINAL 

(Brief Encounter); 1945

Director: David Lean; Guión: Noël Coward, David Lean, Ronald Neame, Anthony Havelock-Allan, basado en la obra teatral Still Life de Noël Coward; Intérpretes: Celia Johnson (Laura Jesson), Trevor Howard (Dr Alec Harvey), Stanley Holloway (Albert Godby), Joyce Carey (Myrtle Bagot), Cyril Raymond (Fred Jesson); Dir. de fotografía: Robert Krasker; Dirección musical: Muir Mathieson; Música: Rachmaninov; Dir. artística: L. P. Williams; Montaje: Jack Harris.

Existe un puñado de películas que, por muchas veces que las veas, siempre tienes la esperanza de que terminen de otra manera. Deseo imposible, claro. Pero cuando un film tiene la fuerza en su historia como para hacer que te pongas tan de parte de los personajes es que ha conseguido una proeza inusual.
Esta película es una de esas pocas escogidas, y su historia es tan conmovedora que no ha pasado el tiempo por ella. Por una mera casualidad, dos desconocidos se encuentran en una estación ferroviaria de provincias, y después vuelven a encontrarse: comparten horarios de trenes, aunque no destinos y ese primer breve encuentro hace que surja el conocimiento primero, una cierta complicidad después y luego el amor. Un amor imposible, o casi, porque ambos están casados y son relativamente felices en su vida familiar.
Hay muchas cosas que sorprenden en esta película. En primer lugar, que sabemos el desenlace desde el principio, ya que el filme parte de esa escena y entonces relata el argumento con una serie continuada de flashbacks. Después, está el acierto de centrar el punto de vista en sólo uno de los protagonistas; no se trata de confrontar diversas versiones, sino de explicar una historia de amor, y se eligió narrar sólo la versión de la mujer, lo que contribuye a su intensidad (no por ser mujer, sino porque una sola narración presta fuerza y hace de su mensaje algo directo, que de otra manera se habría matizado en el detalle). Y sorprende porque ese breve encuentro, si uno se para a pensarlo, es reflejo de una historia intensísima, tanto más por su brevedad: ambos no se encuentran más que un día por semana, y la historia completa no dura más de cinco semanas, es decir, cinco días, o para ser precisos, de doce y media del mediodía hasta las cinco y cuarenta minutos de la tarde. Aunque sea subconscientemente, el espectador se ve contagiado por esa intensidad.
Pero saber porqué esta película es una obra maestra está más allá de cualquier análisis. Porque lo que sorprende también es que se trata de un filme modesto, sin grandes alardes, sin pretensiones más allá de narrar lo que cuenta con eficacia. Sus momentos de comedia (entre Holloway y Carey) están de más y son prescindibles, pero no molestan ni interfieren en la historia. Su argumento es el que es, pero por mucho que alguien contara la misma historia, no alcanzaría la potencia visual que tiene la película, hecha casi más de silencios y miradas que de declaraciones y palabras.
Sin duda es una de esas prodigiosas casualidades en las que una película se beneficia de una confluencia de circunstancias: una dirección impecable, un argumento interesante convertido en un guión excelente, unas interpretaciones por parte de Celia Johnson y Trevor Howard que son sentidas y creíbles, una fotografía excelente y el acierto de hacer que los grandes momentos sucedan en una destartalada estación de provincias, un lugar bastante solitario pero, sobre todo, desolador. Todo se unió para hacer de esta película una obra maestra inolvidable.

Tráiler:

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