La Locandiera, de Carlo Goldoni

La Posadera, la obra más famosa de Carlo Goldoni, ha tenido su predicamento en todas las épocas desde su estreno. Lo cierto es que se trataba de una obra adelantada a su tiempo, que sorprende, si no se sabe nada del autor, que fuera escrita en el siglo XVIII, ya que si bien hereda temas y situaciones propias del teatro clásico europeo, lo hace de una manera que es esencialmente moderna, pese a un parlamento final temeroso y apocado en el que el autor, por boca de sus personajes, se disculpa por las transgresiones que ha desgranado a lo largo de la comedia.
Porque comedia es, y una de situaciones, de maneras, como tantas se escribieron desde el siglo XVI. La posadera es Mirandolina, una mujer estupenda, bella, guapa, independiente, que lleva su propia posada y que no se deja atar por nadie, por mucho que todos los hombres que entran en la posada la cortejen. Y esta es la situación de inicio, en la que nos encontramos a un marqués y un conde disputándose los favores de la magnífica posadera. Y esta, no hay ni que decirlo, no está dispuesta a concederles ninguno. Pero entra en escena otro personaje alojado en la posada, el Caballero, un hombre misógino, que desprecia a las mujeres, que no está dispuesto a transigir ante ellas ni tan siquiera para asegurar la suceción de su estirpe. Y Mirandolina, ante tal desprecio a su sexo, se conjura para hacer caer al caballero en las redes del amor, tanto da que sea por ella, ya que en realidad sólo pretende que se enamore de una mujer.
La comedia a la vieja usanza está servida, y a partir de aquí se suceden las escenas, los equívocos y el desarrollo de esta trama inocente y hasta moral que los espectadores contemplan en complicidad con el autor, sabiendo muy bien las intenciones de cada uno de los personajes.
Pero Goldoni marca una línea transgresora ya desde el principio, y si La Posadera pervive como algo más que una obra de período es por su caracter socialmente transgresor. Encontramos, desde la primera escena, a un noble de tradición y estirpe y a uno que ha comparado el título, y esto ya debería servirnos de pista para percibir las auténticas intenciones de Goldoni. El caballero, ciertamente, aunque misógino, parece un modelo de su género, pero también lleva consigo un pecado imperdonable, no ya el de odiar a las mujeres, sino el de estar dispuesto a que su apellido se extinga con él. En la obra aparecen además dos actrices, que se hacen pasar por damas, con resultados diversos. Y, finalmente la propia Mirandolina, que pervierte el orden social proponiéndose (y consiguiendo) enamorar al caballero, hasta el punto de que éste la considere la única mujer digna, se insinúa, incluso para el matrimonio. Era demasiado para una época que cambiaba con velocidad de caracol. Y así, en el último acto, Mirandolina se excusa por su transgresión, y se refugia en el matrimonio con uno de sus sirvientes, para así poder estar a salvo de otras tentaciones que puedan acometerla. No es un final muy creíble que digamos, y de hecho plantea más interrogantes que otra cosa, pero la declaración ya está hecha: la independencia de la mujer, y la vulneración de las barreras sociales.
Hoy día, si bien con algunos fragmentos algo discursivos, se lee con gusto, y se descubre una obra que tenía mucho que decir en la época, aunque no gustase que se dijera.

Arnoldo Mondadori, col. Oscar Classici
Milán, 198326 [1753]
Edición a cargo de Guido Davico Bonino
Introducción de Giorgio Strehler

Portada de la edición italiana
Portada y sinopsis de la edición castellana

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2 comentarios:

Peke dijo...

La vi representada hace años por el Centro Dramático Galego y, aunque en general no me gustan mucho sus actores (gritan como locos, no declaman ni hablan), en esta versión se lucieron bastante. Casi sobra decir que lo pasé muy bien.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Peke:
El problema actoral es el mismo en todas partes, agravado por el hecho de los muchos actores que provienen del cine y la televisión (y claro, ni idea de declamación teatral). En el club de lectura en el que comentamos esta obra de Goldoni salieron a relucir varias versiones. Una de ellas, realizada supongo en la época de la transición, y que debía ser una adaptación, llevaba por título "Mirandolina en su posada hace lo que le da la gana". Je, je je... debía ser combativa...
Un saludo!