Calor, de Ed McBain

En el comentario anterior que hice sobre las ficciones del maestro de la novela de procedimiento policial Ed McBain (Los Crímenes del Relámpago, donde podrán leer un análisis más extenso y detallado sobre las características de este género dentro del género), ya dije que la gran época de McBain y su comisaría 87, la mejor, había sido la producida en los anos 80, y en concreto la que formaba el díptico Hielo / Calor.
Después de haberla releído, me reafirmo en ello. Calor es una novela enormemente bien trazada en su argumento, en la que nos hallamos ante un caso de aparente suicidio en plena ola de calor de la imaginaria ciudad de Isola. Pero, ¿alguien que se suicida a 38 grados de temperatura ambiente piensa en apagar el aparato de aire acondicionado? Es este hecho que descuadra toda la escena el que hace que los detectives (y, para los lectores de la serie, viejos amigos) Carella y Kling empiecen a investigar no ya como un homicidio, que es lo que marca la ley (un suicidio, en Isola, es tratado como un homicidio hasta que no es demostrado), sino más a fondo todavía, interrogando a todos los implicados y familiares con extrema cortesía y corrección, pero dejando claro que no van a tomarse el asunto en broma.
Y, como siempre, otras dos historias pueblan las páginas de esta novela. Una de ellas referente a la vida privada del detective Bert Kling, y la otra, en la que interviene toda la comisaría, sobre un asalto en fuerza a una transacción de drogas .
Los detectives de McBain, encabezados por su personaje más querido, no se dejan llevar por intuiciones; son pacientes, metódicos y humanos (en lo falible). Todas las novelas de la Comisaría 87, con sus protagonismos variables de una a otra, enfatizan los métodos policiales, reales a más no poder, documentados hasta el mínimo detalle, verosímiles hasta el extremo.
Y todas esas novelas, además, incluyen las historias personales de esos personajes que se nos hacen entrañables, el teniente Byrnes, los detectives Carella, Kling, Genero, Meyer Meyer, Brown, Hawes, Hal Willis, Fujiwara, el desagradable Andy Parker, Higgins, Rodríguez, por citar a algunos de los que han pasado por algún momento por esa comisaría de distrito.
Leer una novela de McBain es un ejercicio de verismo policial puro y duro, de enfrentarse a esa labor policial desarrollada en la ciudad de Isola, que no es otra que Nueva York, en sus cambios y en su vida diaria, tanto que es un personaje más de la serie. Pero además es seguir las vidas privadas, tan sencillas y tan complicadas como las de nuestros vecinos, de aquellos que componen esa fuerza policial.
Que McBain fuera la inspiración directa para muchas series televisivas de policías, entre ellas Hill Street Blues, no es ningún secreto. Pero, y salvando las distancias de los respectivos medios, cuando McBain está en forma, sus novelas son mejores que todo lo que se pueda filmar. Es el caso de Calor.

(Heat)
Eds. Destino, col. Destino Suspense
Barcelona, 1986 [1981]

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