Confesiones de un Joven Novelista, de Umberto Eco

(Confessions of a Young Novelist)
Random House Mondadori/Lumen, col. Futura
Barcelona, 2011 [2011]

Puesto que pocas personas han tenido una trayectoria tan destacada en el campo intelectual y ensayístico como Umberto Eco, y puesto que pocos novelistas han tenido una recepción tan entusiasta primero, polémica después y finalmente parece que de nuevo entusiasta (aunque sin los excesos que provocó su primera novela, El Nombre de la Rosa), sus opiniones sobre novelística y sobre el arte y oficio de escribir merecen no sólo un vistazo, sino ser consideradas en lo que valen, que es mucho.
Lo de "joven" del título no es poque Eco se considere persona de edad juvenil (que podría, pero eso es asunto suyo), sino porque como dice, es un novelista que empezó su carrera hace cosa de treinta años. Con un punto de ironía, nos aclara que eso quiere decir que publicará muchas más novelas en los próximos cincuenta.
Este ensayo se divide en cuatro partes, la primera de las cuales (Escribiendo de Izquierda a Derecha) es, quizá,  la más íntima. Describe cómo Eco, que abominaba de la escritura novelística (y de la poesía, pero ese es otro asunto), sintió el roer del gusanillo de la escritura de ficción cuando halló un tema, o más bien, casi un emblema, una imagen, y sobre eso sobrepuso una novela. Un apartado casi reservado a los que sienten curiosidad por cómo se estimula la creación, por lo menos desde el punto de vista de Eco, un punto de vista ciertamente intelectual, pero que proporciona pistas sobre el método (por lo menos el método de Eco; no es, ni pretende ser el único) de creación: detallado, considerado con la historia y los personajes, meditado hasta lo más ínfimo, que no tiene porqué importar o incluso señalarse a los lectores, pero que resulta importante para el autor.
La segunda parte, Autor, Texto e Intérpretes, es mucho más interesante a nivel teórico, puesto que Eco reflexiona sobre la interacción entre estos tres elementos (dentro de los intérpretes, por descontado, están los lectores) una vez el texto ya ha pasado a estar expuesto al público. Eco se muestra partidario de que el texto adquiera vida propia y lícita una vez sale del control del autor, y muestra unos cuantos ejemplos de ello en sus propias obras y en cómo sus lectores y traductores han interpretado cosas a veces distintas de las que Eco podía decir (o sospechaba que decía). Si bien esta libertad interpretativa es estimulante y estimulada por el propio Eco, éste establece unos límites, por lo menos respecto a su propia obra, como cuando una traductora establecía una relación causal entre el nombre de uno de los personajes de El Nombre de la Rosa, Ugo di Novocastro, y Giacomo Casanova, sobre la idea de que castro = casa y novo = nova; Eco desmiente esta afirmación (castro es campamento, castillo, localidad, pero casa es eso, una mansión), pero además no la adjudica ni tan siquiera a un detalle subconsciente (de los que reconoce algunos en sus obras). Pero su desestimación no proviene por ese detalle filológico, sino por el de que, aunque fuera cierto, no es relevante para ninguna de las dos historias.
La tercera parte todavía es más interesante, y es que se trata de Algunas Observaciones Sobre los Personajes de Ficción, en concreto a esos personajes que no tienen necesidad de ser ni tan siquiera leídos en sus obras originales para pasar al acervo de la cultura y el conocimiento común (Don Quijote, Ana Karenina, D'Artagnan, nombren a los que ustedes quieran). Los denomina personajes que "viven" fuera de la partitura que les fue asignada. Puesto que la idea no es original de Umberto Eco, y puesto que es un aidea que ya ha sido empleada en variados estudios literarios, declararé aquí que la analogía musical me parece alambicada. Prefiero llamar a esos seres personajes que se incorporan al pozo mítico del cual todos (con diversas gradaciones, pero una gran mayoría) bebemos y sobre el que conformamos nuestras experiencias y referencias.
Pero, dejando aparte las diferencias que pueda yo tener con las denominaciones, no deja de ser valioso lo que Eco nos explica sobre esos seres de ficción que se incorporan, a veces con más fuerza que las personas reales, a nuestra vida. Este capítulo es probablemente el mejor del libro, y vale la pena todo el texto por una lección magistral semejante.
La cuarta parte, que ocupa aproximadamente el cuarenta por ciento del libro, es Mis Listas. Y el problema es que ya lo he leído. Es el texto que acompaña (tal vez un poco más personal en este caso, pero fundamentalmente el mismo) a El Vértigo de las Listas. Sobre, esto, déjenme comentarles un detalle: el copyright de estas Confesiones es de The President and Fellows of Harvard College. Los chicos de Harvard deben pagar muy bien como para que alguien admita cederles los derechos de publicación y la autoría intelectual de las conferencias que uno dicta en esa universidad. Pero creo que, en este caso, Umberto Eco ha hecho mal negocio. En cualquier caso, puede ser interesante hallar una versión algo más barata (El Vértigo de las Listas es un libro terriblemente caro) de ese texto, que ciertamente es apasionante. Pero con todo lo caro que es, prefiero hallármelo ilustrado y ejemplificado convenientemente en lugar de expresado con tal sequedad en en Confesiones. En cualquier caso, están avisados.
Aunque, con todo y este defecto, el resto del texto es tan valioso que vale la pena leerlo.

Portada y sinopsis

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2 comentarios:

Peke dijo...

Tiene una pintaza estupenda.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Peke:
Todo lo que publica ensayísticamente Eco (incluso más que su novelística) merece una gran atención. Puede que no sea original, pero entonces suele resultar clarificador. Y cuando es original, entonces es imbatible, y realiza análisis utilísimos y pioneros. Y es que muchas veces nos decimos "claro, es que esto es así", pero eso hay que sistematizarlo y expresarlo...
Un saludo!