Metrópolis, de Ferenc Karinthy

(Épépé)
Ed. Funambulista, col. Literadura
Madrid, 2010 [1970]
Trad. de Anne Mayo Herczig
Postfacio de Eduardo Gallarza

Distopía, pesadilla personal o alegoría extrema sobre la incomunicación humana, Metrópolis es una de esas obras que ya desde el principio se impulsan a sí mismas, creando su propia continuación y haciéndose imposibles de abandonar hasta su final (final abierto y no muy tranquilizador en este caso).
Es posible que Budai, el protagonista, lingüista y políglota húngaro, se confunda de avión y no embarque en el vuelo que debería llevarle a Helsinki. Es posible, porque lo contrario sería una conspiración kafkiana que, aunque esta novela recuerda a Kafka, no es un tema kafiano, como indica Gallarza, y yo con él. El caso es que, embarcado en este vuelo (y ya es algo significativo que el medio de entrada en esta pesadilla sea el transporte más impersonal, mecánico e intercambiable que existe) y dormido durante el viaje, cuando llega a un lugar que definitivamente no es Helsinki, no tiene ni tan siquiera referencias de la duración del viaje o del trayecto intuitivo que ha seguido.
Ni ninguna otra referencia válida que le ayude a saber dónde está. Los habitantes de esta ciudad atestada hablan una lengua incomprensible, indescifrable en su lectura, hecha de unos signos que el lingüista Budai no sabe si son alfabéticos, ideogramáticos, logogramáticos o alguna otra cosa.
A partir de aquí empieza un descenso a los infiernos: descartada la comprensión por parte de los habitantes de la situación en que se halla Budaui, la historia de éste se convierte en la de la mera supervivencia.
Esta novela es muchas cosas en una. Puede que sea una sátira de la sociedad socialista. Tal vez (o también), un retrato de la soledad fundamental del ser humano entre la multitud. De hecho, el título Épépé (el de "Metrópolis" es una ficción creada por los editores españoles, ellos sabrán porqué) es el nombre de la única persona con la que empatiza, la única relación que mantiene Budai en todo el texto, una ascensorista de hotel; una relación superficial, tanto que de hecho no sabe si el nombre de ella es Épépé, Etyetyé, Pepepé, Diedié o qué. Y si bien la empatía es posible (aunque bien puede ser una ficción creada por el deseo de que sea relaidad), la comprensión no.
Y también es una reflexión sobre lo convencionales que son nuestros gestos y actitudes. En un momento de la novela, Budai se encuentra contemplando un desfile que acaba en revuelta. Pero nadie que lo contemple sin saber el lenguaje o los modos de esa sociedad, como hacemos acompañando a Budai, puede saber si ese desfile era una manifestación que por fin se hace violenta, si como respuesta al desfile surge la violencia o si el desfile tenía como finalidad la revuelta.
nadie entiende por completo a nadie, parece querer decirnos Karinthy. Y lo peor es que, si juzgamos por el desinterés que muestran por comprender a Budai, nadie en realidad quiere entender a nadie.

Portada y sinopsis

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4 comentarios:

Vero dijo...

La tengo porque me llamó mucho la atención con la reseña que hicieron en El Placer de la Lectura y ahora al leer un poco por encima de qué y que te hace reflexionar me ha gustado más, pero no tengo tiempo!! Besos.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Vero:
Disculpa el retraso en la respuesta.
Bueno, a mí me llamó la atención por ser autor húngaro (uno tiene esta especie de curiosidades, y al fin y al cabo, centroeuropeos y del este han producido pequeñas y grandes obras maestras de humor negro, y esta novela no es una excepción), y por ser una distopía. Que además fuera una distopía lingüística me hizo menos gracia, pero reconozco que el tema está resuelto con brillantez. Dale una oportunidad. Una vez empezada, no la pude dejar.
Un saludo muy cordial!

mientrasleo dijo...

Compré este libro por su contraportada. Por algún tipo de asociación de ideas lo cogí en la librería y no tenía nada que ver con lo que esperaba. La verdad que me encantó, como bien dices no podía quedarme sin saber qué iba a ocurrir (paraque luego digan que eso sólo pasacon la novela negra).

Lluís Salvador dijo...

Hola, mientrasleo:
Bienvenido a este blog. Bueno, la editorial tampoco ayuda. Cambiarle el título de Épépé a Metrópolis no sé en qué puede favorecer al libro, salvo que crean que algún despistado va a comprarlo pensando que es la novela de la película. Y ciertamente es una novela difícil de resumir en sus matices. Hay que hablar de sus cualidades... Y de ese enganche que tiene, claro.
Un saludo!