Lord Jim, de Joseph Conrad

(Lord Jim)
El Observador/Enciclopédia Catalana, col. Clásicos de la Literatura Universal (2 vols.)
Barcelona, 1992 [1899-1900]

Lord Jim es una obra compleja, poliédrica y tan sorprendente como lo son casi todas las obras de Conrad. Sorprendentes porque todas las definiciones que se les aplican quedan cortas. Lord Jim es publicitada y publicada como una novela de aventuras, y lo es, pero unas aventuras que no se inician hasta bien rebasada la mitad de la novela. Una novela marina, pero que del mar sólo se tiene noticia de un episodio aislado y que, en cambio, sucede en tierra y en tierra adentro durante el noventa por ciento de su extensión. Fue la más popular de sus novelas, y sin embargo el mismo Conrad se sorprendía por este hecho, y nosotros con él teniendo en cuenta lo poco (o lo "popularmente" poco) que sucede y el hecho de que es posible sentir piedad por Jim, pero no simpatía, como lo demuestra el mismo relato que de su historia hace el narrador Marlow (un personaje recurrente que merece, si no se ha hecho ya, un estudio detallado de sus intervenciones en las obras de Conrad, y su posible función de alter ego o bien de contrapeso del propio Conrad, un tema apasionante y complejo como pocos).
El caso es que todas estas aparentes contradicciones podríamos decir que sólo tienen solución en la mente de cada lector, que será quien escoja aquello en lo que desee fijar su atención; y que el hecho de que Lord Jim funcione a tan diversos niveles es debido a que se trata de una obra genial creada por un escritor genial y único.
En esencia, la historia que cuenta Lord Jim es la de un tercer oficial en espera de juicio por el naufragio del Patna, un viejo y devencijado barco que se fue a pique con todos sus pasajeros, peregrinos hacia la Meca. La oficialidad del barco rehúye sus responsabilidades escapando a países donde la falta de licencias de navegación no importe, pero Jim se queda, pese a que como máximo su responsabilidad en el naufragio es circunstancial. Y soporta el juicio y la condena con impasibilidad. Expulsado del mar, consigue una correduría marítima en otro puerto, pero la fama del Patna le persigue y tiene que abandonala, incapaz de soportar las habladurías. Por fin, y huyendo de éstas, se establecerá tierra adentro de Malaisia, allá donde pocos hombres blancos han llegado, donde se hará respetar por los nativos, que le llamarán Tuan Jim, Lord Jim. Pero este mismo sentido de la justicia que posee Jim y que le hace ser respetado le hará cometer un error y confiar en la palabra de quien no la tiene. Y él mismo se presentará como objeto de expiación de este error.
Este argumento, insisto, entra dentro de los cánones. Pero es el mismo Conrad quien nos lo brinda desde las primeras páginas, como señalando irónicamente que no sólo va a ser esta historia la que se cuente. Las palabras clave de Lord Jim son "honor" y "expiación". Conrad explica que Jim era hijo de un presbiteriano, y que esta procendencia puede explicar el sentido de expiación que está imbuido en Jim. Pero remarco que los juicios que emite Marlow sobre Jim son durísimos. Le acusa de falta de pragmatismo, de asumir la carga de la culpa sin paliativos, de no denunciar a sus superiores, más responsables que él en el desastre del Patna y que han huido para evitar la condena; de derrumbarse frente a cualquiera que le señale como el oficial condenado y entonces huir de esta fama, cada vez más hacia Oriente; Por no luchar por su prestigio y honor. Y por tener una opinión sobre sí mismo más dura todavía que la que tiene Marlow. Pero es inútil. Jim es así, y esa es su condena. Un carácter así, desde el principio aspirante a la grandeza frente a los demás, no puede sino quedar mortalmente herido cuando es señalado con la marca de la infamia, y cuando esta marca le persigue el mundo se le va haciendo cada vez más pequeño, y cada vez quedan menos lugares donde poder alcanzar esa grandeza sin tener encima el estigma del Patna.
Tal vez Marlow tiene razón, y Jim hubiera debido construir su grandeza en cualquier lugar donde estuviera, consiguiendo a la vez la expiación y la reivindicación. Pero la vergüenza de Jim es, aun excesiva, o por serlo, incapacitante. Y Jim buscará un lugar donde hacerse grande sin tacha previa. Que encuentre ese lugar es afortunado; que, como si fuera aquello a lo que estaba destinado, construya esa grandeza con la más aparente de las facilidades y se convierta en Tuan Jim, respetado, admirado, valiente y justo y, porqué no, feliz, es reconfortante para el lector. Que, como en un mal sueño, la historia parezca repetirse y Jim tenga que asumir la expiación de otros, es amargo.
Por descontado, todo esto que les explico y que es el meollo de esta narración, tiene poco que ver con la novela de aventuras y mucho con la novela psicológica, y esta es la grandeza de Joseph Conrad. Pero también es sólo mi visión de la novela. Otros lectores las tendrán distintas, y serán igualmente acertadas: el papel del destino, de la religión, la hipocreía, la justicia, el castigo, el crimen, la ambición, etc.
Tantos detalles como los que componen una personalidad. Y es que Jim se hace real en las páginas de una novela, un mérito al alcance de poquísimos y grandes escritores, como lo fue Joseph Conrad.

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6 comentarios:

J. G. dijo...

Conrad siempre ha sido grande. buen homenaje

Lluís Salvador dijo...

Hola, J. G.:
Bienvenido a este blog. En efecto, uno tiene la impresión de que cuanto más lee a Conrad, más imprescindible se vuelve la relectura y el hallar sus matices. Privilegio de los grandes escritores, dicen...
Un saludo!

Tordo26 dijo...

Leyendo la novela no he podido dejar de pensar en la interpretación que haría de la personalidad de Jim un psicólogo moderno. La baja autoestima, el narcisismo exacerbado, en fin, la necesidad de demostrar a los demás que se es mejor, que se es el mejor, o que se es aquello que se piensa que nuestro padre espera que seamos. Una necesidad de ese tipo parece estar en el origen de los sueños y del drama del personaje de Conrad.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Tordo:
Bienvenido al blog. Cierto, es una de esas facetas que pueden muy bien llamar la atención en una novela tan polifacética como esta. Las ficciones de Conrad son complejas y, si vamos a juzgar por la cantidad de temas que pueden abarcar en sus páginas, densas. Porque en efecto el componente narcisista existe, pero también la rígida educación presbiteriana, y el sentimiento de culpa, vergüenza y expiación.
Un saludo!

Tordo26 dijo...

Sí, Lluís Salvador, de acuerdo contigo. Sólo comentaba uno de los ingredientes que componen el personaje.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Tordo:
Y yo también estaba de acuerdo en la cuestión narcisista. Justamente ayer volví a ver (el inicio nada más) de la película, y ahí los guionistas decidieron remarcar mucho más de lo que hace Conrad en la novela el carácter soñador de Jim, y unos sueños de gloria. En la novela eso queda más matizado: Jim sueña en convertirse en el mejor, cierto, pero después del Patna sueña en recuperar una posición, y según su rígida educación, eso lo debe hacer haciendo tanto bien como mal cree haber hecho con anterioridad. Al final, y tras haber saldado las cuentas (por lo menos para el lector, por lo menos para el mundo en general, por lo menos para la mujer que le ama), un segundo fracaso le parece catastrófico, irreparable. Y lo expía de la única manera que le han enseñado, con su vida. Es ciertamente curioso que todas las obras de Conrad sean tan profundas psicológicamente, sobre todo teniendo en cuenta que, por ejemplo, esta nace el mismo año en que se publicaba La Interpretación de los Sueños, es decir, sin que el psicoanálisis existiera. Muestra una gran perspicacia por el autor. Y una rara preocupación por el carácter del ser humano.
Un saludo cordial!