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Let's Do It a Dada, de Einstürzende Neubauten

En el disco Alles Wieder Offen

Como todo el mundo sabe, este año se cumple el nonagésimo cuarto aniversario de la aparición del movimiento dadaísta. Con motivo de tan señalada fecha seguro que menudearán las exposiciones, los actos e incluso las entradas en blogs. No obstante, y por mucha interactividad que tengan los actos culturales, siempre estas ocasiones tienen un tufillo a naftalina, de modo que tal vez sea mejor traer una composición dadaísta reciente. En este caso, poético musical.
¿Son dadaístas los Einstürzende Neubauten, uno de los grupos musicales más interesantes de la Europa contemporánea? Si uno mira su nombre, que significa "derribando nuevos edificios", aproximadamente, su empleo de materiales industriales como instrumentos, su uso del collage en las carpetas, su creación de sonidos mediante electrodomésticos y herramientas, como pistolas de aire, la construcción de instrumentos musicales con materiales de desecho, el logo del grupo, un petroglifo tolteca, y, sobre todo, su música y sus letras, la respuesta es inconcluyente. En cualquier caso, sí se puede afirmar que han empleado técnicas y postulados, que el dadá vive en ellos evolucionado desde el lejano 1916 (o desde el 1910, fecha de su primer antecedente, el futurismo); desde luego Dadá es un ciudadano irreverente, contestatario y rompedor, pero ya no enmarcado en los postulados de la década de los diez.
De lo que no cabe duda es de que se encuentren o no elementos dadá en la música de los Einstürzende Neubauten, esta Let's Do It a Dada sí es dadaísta, y no sólo por su título. Dice la propia banda: "Esta canción ha estado corriendo por ahí en varias encarnaciones, primero conocida en Fase 2 como "Toma loca" y en alguna época de Fase 3 como "Hielo Azul" y así sucesivamente hasta que adquirió letra y se convirtió en la rápida oda a los artistas Dadá que es ahora. Parte de la canción es el poema sonoro "Hawonnti!", interpretado por N. U. Unruh y que puede hallarse en versión diferente en un álbum de Musterhaus, creo que es el #7".

Todo lo cual desmiente, después de escuchada la canción, el lugar común de que para seguir los postulados de las vanguardias de entonces haya que ponerse un cuello duro y corbatín o adquirir una solemnidad postiza que dan las enciclopedias y los museos.
La traducción de Let's Do It a Dada, que en su original mezcla inglés y alemán, es:

¡Ba-ummpff!

¡Hagámoslo, hagámoslo, hagamos un Dadá!

En Herzfeld una vez desayuné
en Steglitz o Wilmedrsdorf
con Wieland tuve una discusión
con Wieland, no con John
le pasé las tijeras
le cociné el pegamento

En ningún diccionario
ha figurado jamás esta entrada
sólo tú y yo, querida mía
sabemos lo que quiere decir en realidad
¡Hagámoslo, hagámoslo, hagamos un Dadá!

He jugado al ajedrez con Lenin
Zurich, Spiegelgasse
Conocí a Jolifanto carnalmente
Incluso una vez me bañé con el urtexto
he jugado con Anna
he jugado con Hanna
sé donde está la torre de la iglesia
le pasé el cuchillo de cocina
le cociné el pegamento

[Hawonnnti!]

¡Hagámoslo, hagámoslo, hagamos un Dadá!

Vainasdada
Propagandada
Mecánicodada
Centrodada
El Súperdada

Un gran sí y un pequeño no
bebí grandes cantidades
bebí con George
pero no estaba todavía a mano
en los escalones de la bodega
esa mañana en Savignyplatz

Ayudé a Kurt a construir sus casas
Nos. 1, 2 y 3
le pasé la sierra
le cociné el pegamento

Aaah, Signore Rossolo
y Signore Marinetti
¿De regreso de Abisinia?

Sólo tú y yo, querida mía
sabemos lo que significa en realidad
¡Hagámoslo, hagámoslo, hagamos un Dadá!

Y la canción, el poema y la música es esta. Feliz Dadá.




Personal:
Alexander Hacke: guitarra baja eléctrica
Blixa Bargeld: voz, muestreo, grabador de taladro eléctrico
Jochen Arbeit: guitarra eléctrica, guitarra de acero con pedal, electrodomésticos
N. U. Unruh: piano eléctrico fender rhodes, barras metálicas, secador eléctrico, sirenas, recitado
Rudi Moser: tambor bajo, percusión metálica, tratamientos de percusión electrónica

Sitio oficial de Einstürzende Neubauten

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El Desbarrancadero, de Fernando Vallejo

Santillana Eds./Alfaguara
Madrid, 2001 [2001]

La literatura tiene muchas voces y muchos tonos. Uno de los menos empleados es el de la cólera. Fernando Vallejo lo emplea, y a conciencia.
Narrada en una irreductible primera persona, en teoría esta novela, que lo es pero no lo es, se centra en la muerte por sida de su hermano Darío. He dicho que es pero no es una novela, pero eso no es del todo exacto; novela lo es, pero lo que es impreciso es hasta qué punto es ficción y hasta dónde es realidad. Por ejemplo, en la portada figura una fotografía de infancia del autor con su hermano Darío, una fotografía que es descrita en detalle en el texto. Y así, queda la duda de hasta qué punto esa familia existe y de si lo que se describe en la novela es real o no.
No es que importe demasiado. Muchas veces se concede una importancia excesiva al testimonio personal, como si fuera más valioso que la ficción y olvidando que todo testimonio, precisamente por ser personal, conlleva un grado de ficción, voluntaria o involuntaria.
En cualquier caso, es la voz lo que interesa, puesto que es indivisible de lo que se relata, y es la voz de un hombre irritado. Disparando hacia todo y contra todo: la familia, la reproducción, Colombia, latinoamérica, el Papa, la vida, la muerte, la sociedad y todo aquello que se cruza por delante, resultaría difícilmente soportable si no fuera por el empleo de múltiples tonos dentro de esta irritación: la fabulación, el sarcasmo, la rememoración, la metáfora, etc.
Es evidente que este tipo de diatribas son un género poco popular, y buena prueba de ello es cómo se encarga de ocultar el tono del libro la contraportada, pero, como he dicho, la literatura no siempre tiene que tener distanciamiento ni reconocerse sólo en la narración "benéfica". El autor ha sido comparado a Thomas Bernhard, en el sentido de que éste también era un hombre irritado sin tapujos, sobre todo con Austria, pero más allá de esto no es posible calificar a Vallejo de imitador; irritado sí, pero propio, también. Su literatura puede gustar, sobre todo en pequeñas dosis, pero es probable que cause rechazo. Más allá de la mera provocación, la narrativa de Fernando Vallejo tiene virtudes suficientes como para prestarle atención. Porque no pretende irritarnos, sino que nos irritemos contra el mundo. Si lo consigue, será porque algún motivo objetivo para la cólera habremos descubierto.

Portada y sinopsis

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Simbad y la Princesa, de Nathan Juran

SESIÓN MATINAL

(The Seventh Voyage of Sinbad); 1958

Director: Nathan Juran; Guión: Kenneth Kolb; Intérpretes: Kerwin Matthews (Simbad), Kathryn Grant (Princesa Parisa), Torin Thatcher (Sokurah el mago), Richard Eyer (Barani, el genio), Alec Mango (Califa); Dir. de fotografía: Wilkie Cooper; Música: Bernard Herrmann; Efectos especiales: Ray Harryhausen.

Respecto al cine, hay que tener siempre presente que es una industria que sólo circunstancialmente produce arte. Y a veces sólo de forma colateral, como un subproducto de la intención principal, que es la de ganar dinero. No hay que juzgar con severidad (o, simplemente, no hay que juzgar) este propósito inicial. El objetivo de la fabricación de un automóvil es producir una máquina que transporte a personas y objetos con celeridad, seguridad y confort; si además es estético, mejor que mejor.
Es en este espíritu industrial como surge la serie B, las películas de programa doble. Pero con un parámetro que las divide en dos grupos: aquellas realizadas por explotación, que pretenden venderse y nada más, sin dejar (ni dar) nada en el público que las contemple; y las que, realizadas con plena conciencia de lo que son, tienen la honestidad de pretender hacer las cosas bien hechas y entretener al espectador. Esta reseña es un pequeño canto a este espíritu artesanal y honesto.
Simbad y la Princesa es una de eaas películas que entretiene y cumplen su función. Si quieren, es una de esas películas que además, para niños y jóvenes, provocaba la costumbre de ir al cine, paso previo a la posible cinefilia. Si quieren más todavía, es una película que en su modestia consiguió suspender la incredulidad del espectador. Llegando al límite, aunque no se produjera esta suspensión, aunque el espectador fuera consciente de que eran efectos especiales, éstos estaban tan bien hechos que provocaban la admiración y la curiosidad (y un cierto placer estético, porqué no).
Ray Harryhausen era el artífice de estos magníficos efectos artesanales de stop-motion. Sé que llamar la atención sobre la actividad de este artesano en la época de los efectos digitales es injusto para el pobre Ray; la técnica (lo que los norteamericanos llaman state-of-the-art) ha progresado a pasos agigantados. Y sin embargo, sigue siendo asombroso contemplar lo que Harryhausen (que cuando niño iba al cine acompañando a otro chaval llamado Ray Bradbury) supo hacerles hacer a unos esqueletos y cíclopes en miniatura, con una naturalidad y fluidez de movimientos que durante décadas no tuvieron rival. Y todo lo hizo en nombre del programa doble, pero sobre todo, del trabajo bien hecho y honestamente realizado.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Los Firehouse Five Plus Two

Como le escucharán decir al Cifu, este es "su secreto mejor guardado". Y es que un grupo de jazz "dixieland" que se llama "Los Cinco Bomberos más dos", reconozcámoslo, parece casi una broma. Pero ya sabemos que el Cifu puede tener un gran sentido del humor, pero que, con la calidad musical y jazzística no bromea jamás.
De hecho este es el secreto mejor guardado del Cifu pero, ahora que me lo ha señalado, resulta que ya conocía a este grupo. En un disco titulado "Burlesque in Jazz", yo tenía una de sus piezas, Who Walks In When I Walk Out, y ya me había llamado la atención por la buena calidad de su interpretación; pero, por supuesto, ni se me pasó por la cabeza que esta gente tuviera discografía y, mucho menos, una historia detrás. Como máximo, lo consideré como una interpretación afortunada de un grupo marginal. Como siempre (o casi), la realidad es más interesante. The Firehouse Five Plus Two es un grupo muy sólido compuesto por dibujantes, diseñadores, etc. de la Walt Disney, y entre sus miembros hallamos a los creadores de Pepito Grillo, los cuervos de Dumbo, el Nautilus de 20.000 Leguas de Viaje Submarino, etc. De hecho, en una de las últimas películas de la Disney, The Princess and the Frog, se les rinde homenaje como los "The Firefly Fly Plus Lou". Bendito respeto a la tradición.
Todo lo cual, jazzística y musicalmente no quiere decir nada. Pero resulta que eran buenos. Aficionados (en el sentido de que no vivían primordialmente de esto) como eran, tenían buenos solos, sí, pero (como el Cifu les dirá y repetirá con toda justicia) unas colectivas impecables. Su historia personal es interesante y (siempre, siempre) el Cifu, Juan Claudio Cifuentes, se la explicará mejor que yo. Pero su música se eleva por encima de la banda neorleansina que se encontrarán como turistas en las calles de la ciudad emblema de Luisiana. De hecho, sus interpretaciones son tan disfrutables que merecen dejar de ser un secreto y pasar a ser patrimonio para todos.
Como siempre, agradecer a Juan Claudio Cifuentes y su programa Jazz Porque Sí, de Radio Clásica de Radio Nacional de España la oportunidad de poder compartir el programa con todos ustedes. Visiten este enlace y rebusquen entre los podcasts. Seguro que encuentran su jazz.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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El Cinquè en Joc, de Robertson Davies

(Fifth Business)
Libros del Asteroide
Barcelona, 2007 [1970]
Trilogía de Deptford nº 1

Hay que aclarar que El Quinto en Discordia no es parte de una trilogía que requiera ser leída completa para tener un desenlace. Es una novela por sí misma, aunque hay que precisar que cada uno de los volúmenes que componen la trilogía van dedicados a cada uno de los personajes centrales, con lo que tenemos un relato total poliédrico, pero legible por separado y no imprescindible (aunque deseable) en su totalidad.
La historia se inicia con una anécdota casi trivial pero que alargará sus consecuencias para los implicados hasta abarcar toda su vida: en una disputa infantil, Dunstan Ramsay esquiva la bola de nieve que Boy Staunton le lanza, y ésta impacta en la señora Dempster, provocándole un parto prematuro del que nacerá Paul Dempster, un niño débil que sobrevivirá por milagro, y un parto que trastornará mentalmente a la señora Dempster.
En este relato biográfico que escribe Dunstan Ramsay nos encontramos con su vida, pero también con las peripecias de los otros dos protagonistas, el rico Staunton y el huido Dempster, hasta la definitiva reunión de los tres, con trágico resultado. Y con una peculiaridad: Dunstan es "el quinto en juego", el "quinto en discordia", el personaje que, sin ser protagonista, sin ser ni el malvado o el confidente, es necesario para desencadenar acontecimientos, una especie de catalizador muchas veces involuntario.
Sin embargo, el lector puede preguntarse qué es lo que distingue a esta novela de otras muy similares, en la que la historia gira en torno a unos personajes y sus peripecias, a veces extraordinarias, pero en la mayoría de ocasiones anodinas, algo ya visto en literatura en muchísimas novelas. La respuesta es el estilo de Davies, elegante y preciso. Un estilo muy clásico, pero asumido y expresado con una naturalidad infrecuente, con un lenguaje cuidado (pero no artificioso) que busca (y encuentra) la palabra justa, sintético de expresión pero en absoluto esquemático, antes bien, pleno y amigable.
Es sólo destacar una ventaja el hecho de que la "misteriosa muerte del magnate canadiense Boy Staunton" que la contraportada tan inoportuna e incompetente nos señala (y que tiene lugar y sólo se anuncia en las últimas páginas de la novela) queda totalmente olvidada en la mente del lector, arrastrada por la historia de los protagonistas y por cómo está contada.
Con gran interés, con estilo, enormemente bien escrita, la ficción de Robertson Davies es uno de esos descubrimientos tardíos de un autor al que es necesario reivindicar como el gran narrador que demuestra ser.

Portada y sinopsis de la edición castellana
Portada i sinopsi de l'edició catalana

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Palinuro de México, de Fernando del Paso

Norma/Verticales, col. Literaria
Barcelona, 2009 [1977]

Esta es una obra desconcertante e inclasificable. En un intento por asemejarla a estilos y obras ya conocidas han surgido los nombres de James Joyce, Jonathan Swift y Rabelais, y no están mal traidos, pero lo cierto es que su polifacetismo formal y temático no puede circunscribirse a referencia alguna, en tanto que sólo alcanza a abarcar unas pocas partes. Tal vez quien más acierta sea el diario Libération, que la define como un inmenso poema.
Y es cierto que comparte características de la oda, la épica y la mitopesía, pero en una estructura narrativa que tanto va desde el clasicismo exacerbado al surrealismo, el futurismo y el dadá, pasando por múltiples formas expresivas.
Palinuro es el protagonista, pero nunca estaremos seguros de si es la voz que nos habla, una tercera persona que se llama igual que el Palinuro narrador o un ente simbólico disociado a veces y central a una familia que comprende todo México en abstracto.
¿Y los temas? Pues son tan múltiples como las formas que adquiere esta novela: el amor, sobre todo el amor, expresado de forma total y poética, enumerativa y minuciosa, bellísima, pero jamás pacata o cursi; pero también la historia, la medicina y el cuerpo humano, a veces metáfora de la vida, a veces referente de ésta; la publicidad (!) como historia social; y la muerte. Entre otros.
Existen diversos ritmos de lectura dependiendo de la obra. Palinuro de México requiere una lectura pausada. El torrente de ideas, en algunos casos, y la enumeración poética en otros hacen preciso prestar una atención minuciosa a lo que nos dice Fernando del Paso. Una atención que obtiene un premio intenso, extraordinario y enormemente bello y reflexivo.

Portada y sinopsis

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¡Happy Birthday, Turco!, de Jakob Arjouni

(Happy Birthday, Türke!)
Eds. La Lletra/Virus Editorial, col. Mano Negra
Barcelona, 1993 [1987]
Serie Kemal Kayankaya nº 1

Las similitudes entre personaje y autor de esta novela son lo bastante significativas como para prestarles atención: ambos son nacidos en Alemania, tienen cultura nativa alemana, ambos son de ascendencia turca, ambos, seguro, han recibido, pese a ser ciudadanos alemanes de pleno derecho, interpelaciones que van desde la observación condescendiente ("tengo un gran respeto por su cultura") al insulto racista puro y duro. Aquí se acaban las similitudes, pero déjenme hacer un pequeño inciso de carácter histórico.
El resto de Europa fue consciente de que en Alemania había un problema (y los problemas racistas en Alemania conllevan unas resonancias que evocan épocas pasadas y terribles) cuando Günter Wallraff escribió y publicó un libro famoso en su momento, Cabeza de Turco, en el que, primero, descubría el hecho de que en Alemania existía una gran minoría inmigrante turca (en un fenómeno poco estudiado, como es el de la perpetuación de alianzas históricas o puntuales que provocan unas afinidades cuanto menos chocantes; caso de Portugal con Inglaterra, o el de Turquía con Alemania). Esta minoría se comportaba como se espera de estas oleadas procedentes de países menos desarrollados: se les reserva los peores trabajos (con lo que se añade un segundo motivo racista, el inmigrante "basurero") y las siguientes generaciones, por mucho que tengan cultura alemana, no hablen otra cosa que alemán y sean ciudadanos alemanes, jamás son vistos como tales.
El personaje Kemal Kayankaya es un turcoalemán de estas características, y es detective privado, lo que ya es un modo bizarro de ganarse la vida. ¿Y cómo lo hace? En esta primera novela de una serie, queda claro. Un turco ha sido asesinado, pero la policía parece tomarse las cosas con calma, y la esposa del fallecido, después de consultar las páginas amarillas y recorrer la innumerable lista de Müllers detectives privados, encuentra por fin a su hombre, Kayankaya, que, aunque sólo sea por el apellido, está dispuesto a tomarse las cosas más en serio.
Quiero dejar claro que esta no es una novela étnica, ni una novela sólo de reivindicación. La trama es auténticamente consistente, el caso criminal existe y el recorrido por la Alemania que representa Arjouni es el que podría hacer cualquier detective privado de cualquier ascendencia. Pero no por ello se puede dejar de tener en cuenta la originalidad necesaria que representa el hecho de seguir los pasos de un germanoturco por esta sociedad y su mirada, entre irónica y descarnada, a una realidad que existe y está presente (y es extrapolable). ¡Happy Birthday, Turco! es una buena novela policiaca, pero la carga sociológica que conlleva en su exposición (que no reivindicación) la elevan por encima de sus semejantes. Como dijo Vázquez Montalbán: "Kayankaya es algo más que un investigador privado de origen turco en una Alemania construida sobre cabezas de turco. Es la mirada crítica de uno de los autores más interesantes de la novela criminal contemporánea. Jakob Arjouni pertenece a la raza de escritores responsables de que la novela negra nos ayude a descubrir el desorden político y social que la hace posible y necesaria".

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Jules et Jim, de François Truffaut

SESIÓN MATINAL

(Jules et Jim); 1962

Director: François Truffaut; Guión: François Truffaut y Jean Gruault, basado en la novela de Henri-Pierre Roche; Intérpretes: Oskar Werner (Jules), Jeanne Moreau (Catherine), Henri Serre (Jim); Dir. de fotografía: Raoul Coutard; Música: Georges Delerue.

Dentro de poco esta película cumplirá sus cincuenta años de vida, y todavía no ha habido ninguna otra que le haya arrebatado su posición como mejor historia fílmica de un triángulo.
La responsabilidad de ello recae principalmente en su autor. Nunca mejor reclamada esta autoría, puesto que combina la excelencia de Truffaut como guionista con su maestría como director. Los protagonistas están espléndidos: magnífica Jeanne Moreau, incluso como cantante (interpretando un Tourbillon que merece mejor puesto en la chanson); magnífico Oskar Werner, un actor que sólo salió de la mediocridad cuando fue dirigido por Truffaut, lo cual dice algo sobre el realizador; menos bien Serre, pero aun así por encima de la media.
Tierna en ocasiones, tensa en otras, apasionada siempre, con humor y su punto trágico, representando, como no podía ser de otra manera, un triángulo que se muestra variable, si esta película alcanzó notoriedad por el escándalo que provocó, no habría podido perdurar sólo por ello, salvo que incluyera la expresión de los sentimientos humanos. A eso se llama poesía fílmica y es esta presencia poética la que la hace inolvidable y atemporal.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Billie Holiday

En efecto, Billie Holiday. Lady Day, como era llamada. El Cifu ha realizado un paseo por casi toda su discografía (como él mismo dice, el 90% de todo lo que existe grabado de ella), pero todo llega a un final. Por tanto, este programa que les traigo hoy, gracias como siempre a Jazz Porque Sí de Radio Clásica de Radio Nacional de España, está compuesto de lo último que grabó Billie.
Para quien conozca la trayectoria vital de Billie Holiday no le extrañará que su voz, que había evolucionado desde una espontaneidad hasta convertirse en algo peculiarísimo, inimitable, ya no era la misma. Pero, como dice el Cifu, con una frase en extremo poética en este mismo programa, no importa: era un cuerpo a cuerpo con la letra y la música para explicar, cualquiera que fuera la canción, su propia historia. Y a fe que la cantaba bien.
Nadie ha cantado como Billie Holiday. No se la puede comparar con nadie, ni establecer categorías ni primacías: Billie Holiday era algo único. Y, si quieren una apreciación personal, la palabra que mejor define cómo cantaba Billie era una que de seguro le gustaba, porque uno de sus discos la llevaba incorporada: "Songs for Distinguished Lovers". Distinción. Una distinción íntima y elegante, de alguien que tienes la impresión de que te habla a ti.

Billie Holiday con grabaciones del año 1959 (Jaz porque Sí)

Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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¿Por Qué Yo?, de Donald E. Westlake

(Why Me?)
Eds. Júcar, col. Etiqueta Negra
Gijón, 1986 [1983]
Serie Dortmunder nº 5

Hay un esquema (sin ánimo peyorativo; los esquemas pueden funcionar perfectamente sin hacerse repetitivos) que funciona en todas las novelas de la serie Dortmunder: planes perfectamente trazados que son ejecutados impecablemente pero que, por un motivo u otro, no se culminan con éxito. La impresión es que Dortmunder, o Kelp, su socio, o toda la banda, tiene un punto de imán para la desgracia que hace que esto sea así. El caso es que estos fracasos son motivo humorístico, y eso lo sabe muy bien Westlake.
Aquí las cosas son levemente diferentes. Dortmunder realiza un golpe en solitario, la intrusión en una joyería. Pero, en el mismo momento de entrar, y en el aeropuerto de Nueva York, un fabuloso rubí es robado por una banda. Mientras se halla en faena, en la joyería en la que se encuentra Dortmunder entran unas personas, manipulan la caja de seguridad y después se van. Cuando queda sin ser descubierto, Dortmunder cree que su suerte ha cambiado. ¡Ja! Craso error. John Archibal Dortmunder abre sin problemas la caja, arrambla con su contenido y, al ver un pedrusco rojo piensa que es imposible que sea auténtico dado el tamaño y categoría de la joyería, pero se lo lleva también, por si acaso. Craso error, de nuevo.
La banda responsable del robo del aeropuerto cae en cuestión de una hora, pero la sorpresa del FBI es descubrir que la joyería en la que estaba guardado el botín ha sido atracada.
El FBI está enfurecido, pero también lo están los turcos a los que el rubí iba destinado, los griegos por pura oposición, los chipriotas por lo mismo, una secta religiosa por sus propios motivos, los búlgaros por una reivindicación patrimonial y los armenios un poco por molestar. Pero sobre todo está enfurecido el Departamento de Policía de Nueva York. Tan enfurecido que hace las redadas más duras de la historia; imposibilitados para "trabajar" a gusto, los delincuentes de la ciudad se conjuran para recuperar el rubí.
Todo lo cual son muy malas noticias para Dortmunder, que se encuentra en posesión de una piedra preciosa invendible, inmostrable y que le puede llevar a la tumba. Tiene que devolverla, pero tiene que hacer de forma que pueda escapar de cualquier persecución posterior.
Westlake juega con este argumento irresoluble y lo resuelve con elegancia, sin desaprovechar ni una de las ocasiones humorísticas que plantea. En esta sabia combinación de tensión y humor se halla la marca de la casa que hace de las novelas de Dortmunder algo único dentro del género, y una experiencia altamente gratificante para el lector. Ágiles, incisivas, cómicas y sorprendentes, su lectura jamás defrauda.

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Soy Leyenda, de Richard Matheson

(I Am Legend)
Minotauro, col. Otros Mundos
Buenos Aires, 1960 3 [1954]

Dentro de los monumentos que la ciencia-ficción, la fantasía y el terror han dado a la literatura, hay pocos tan inmortales y de tanta carga temática, ética y filosófica como Soy Leyenda.
Por si no han visto ninguna de las tres versiones fílmicas que se han hecho de esta novela (y que no le hacen justicia), les diré que en un futuro no muy lejano descubrimos a un hombre que vive aislado en una casa en medio de la ciudad. De hecho, vive en un estado de asedio. Una muchedumbre rodea su casa cada noche, intentando o que se una a ellos o asaltar su casa para aniquilarlo. Pero hay más: durante el día Neville, el protagonista, sale de caza, a matar a sus asediantes. Lo hace con estacas afiladas, que clava en el corazón de sus víctimas. Porque los que le acosan son vampiros. Y Neville es el único hombre "normal" que existe.
El motivo de esta epidemia vampírica tiene base científica: una bacteria que ha infectado a toda la población y la convierte en un símil vampírico casi perfecto (lo que insinúa que los vampiros de la leyenda no eran más que precursores raros de esta epidemia); Neville investiga los cómos y porqués de las características de la enfermedad, como la alergia al ajo o la aversión más bien psicosomática a los símbolos religiosos correspondientes, pero esto no es más que el mumbo-jumbo destinado a revestir de verosimilitud la historia y, a la vez, afirmar su racionalidad. Lo fundamental de Soy Leyenda se halla en otra parte.
En primer lugar, en la inversión de roles. Simpatizamos con Neville como protagonista, pero también porque es el único personaje en el que nos reconocemos como seres humanos. Sin embargo, Neville es ese ser que sale a diario para atacar a seres indefensos bajo la luz del sol. A asesinarlos, en suma. Para una sociedad que es vampírica, él es el monstruo, y como tal se comporta. Es el ser que preda a miembros de esa sociedad, ni tan siquiera para alimentarse, sino para afirmar su superioridad y su poder. Esta completa revisión del concepto de normalidad, que ha sido tema recurrente en la ficción terrorífica y fantacientífica, pocas veces se ha tratado con tanta fuerza y profundidad.
Es también una reflexión sobre el hombre solo y, por lo apuntado antes, conforma un retrato del monstruo, de lo que vive y cómo aquel que es diferente. Monstruosamente diferente. Sus frustraciones, sus ansias, sus tentaciones a la claudicación, lo que puedan ustedes imaginar. Matheson no es autor superficial que no sepa reconocer la potencia de lo que tiene entre manos.
Y consecuencia de todo ello esta novela tiene además una preciosa definición reflexiva sobre el hecho (prefigurado por el título) de convertirse en una leyenda, de pasar de ser algo real a incorporarse al pozo mítico del que bebe una sociedad entera.
Pocas veces, repito, una novela ha trazado con tanta potencia y estilo estos temas, en una obra maestra del género que nos incumbe a todos en tanto enumera lo que nos une y lo que nos hace diferentes.



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Richard Matheson


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100 Enigmes que la Ciència (Encara) No Ha Resolt, de Daniel Closa i Autet

Cossetània Edicions, col. De Cent en Cent
Valls (Tarragona), 2008 [2008]

Si el anterior libro que comentamos de Daniel Closa, 100 Mites de la Ciència, se dedicaba a proporcionar respuestas a los más diversos temas, desde leyendas urbanas a desinformaciones científicas, este 100 Enigmas que la Ciencia (Todavía) No Ha Resuelto, en cambio, se dedica a formular preguntas.
Claro que no son preguntas cualesquiera. Es más, uno podría decir que se trata de las preguntas. Algunas de ellas tenemos esperanzas de que sean contestadas en nuestra vida, como qué son los rayos en bola, cómo se forman los priones o cuáles son los límites para la energía solar. Otras, en cambio, son formuladas con la seguridad de que alguna respuesta deben tener, pero que es improbable que la conozcamos en el plazo vital de nuestra especie, como la voltereta de Urano, el origen del Universo o el aspecto de los dinosaurios.
En cualquier caso, el mensaje que Closa nos propone es claro: la ciencia avanza gracias a la curiosidad humana, y la curiosidad se manifiesta haciéndose preguntas.
Y las preguntas llevan a hacer conjeturas o hipótesis. Closa nos plantea estos enigmas, formula estas preguntas y expone las posibles hipótesis; tal vez más importante, explica porqué es necesario preguntarse por estos hechos. Por ejemplo, porqué la vida ha escogido mayoritariamente construir proteínas levógiras. Desde las cuestiones enormes como conocer cómo funcionan los ritmos de la vida (porqué el bambú florece una vez cada siete, trece o más años, por ejemplo; no es baladí entender un mecanismo que tiene que ser adaptativo) a las en apariencia más triviales, como porqué bostezamos.
Puede parecer frustrante leer un libro que sólo aporta enigmas y ninguna respuesta concreta y certificada, pero los enigmas son también apasionantes a su manera, estimulantes; y el ser estimulado por la curiosidad es algo que nos hace humanos.

Portada i sinopsi

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Yanqui Dandi, de Michael Curtiz

SESIÓN MATINAL

(Yankee Doodle Dandy); 1942

Director: Michael Curtiz; Guión: Robert Buckner, Edmund Joseph; Intérpretes: James Cagney (George M. Cohan), Joan Leslie (Mary), Walter Huston (Jerry Cohan), Rosemary de Camp (Nellie Cohan), Richard Whorf (Sam Harris), George Tobias (Dietz), Jeanne Cagney (Josie Cohan), Irene Manning (Fay Templeton), S. Z. Sakall (Schwab), George Barbier (Erlanger), Frances Langford (cantante), Walter Catlett (Director del teatro), Eddie Foy jr. (Eddie Foy); Dir. de fotografía: James Wong Howe; Dirección musical: Heinz Roemheld y Ray Heindorf; Canciones: George M. Cohan; Música: Heinz Roemheld; Montaje: George Amy.

Esta película no es sino la biografía, forzosamente musical, del actor, cantante y bailarín George M. Cohan, proveniente de una saga familiar de actores y, todavía hoy, una institución en Broadway, además de creador de una especie de himno oficioso de los soldados americanos durante la Primera Guerra Mundial, como fue Over There.
La película es sobresaliente. Es ágil, bien producida, destacadamente dirigida por Michael Curtiz, el responsable de Casablanca (y realizada el mismo año, lo cual habla de la consistencia del director y de cierta época del cine) y patriótica pero sin avasallar; pero sobre todo se sustenta en la magnética interpretación de un grandioso James Cagney.
Probado ya como villano, probado como galán y como héroe, demostrada su capacidad para la comedia, aquí además muestra sus cualidades como cantante y bailarín, algo que le valió el único Oscar de su carrera. Y esta demostración es asumida con naturalidad por Cagney, de modo que la interpretación resulta verídica y enorme.
Un hito en el género biográfico y musical, he aquí una película que sigue conservando todo su valor.

Tráiler:

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Jimmy el Nen, de Donald E. Westlake

(Jimmy the Kid)
Eds. 62, col. Seleccions de la Cua de Palla
Barcelona, 1993 [1974]
Serie Dortmunder nº3

En el universo literario las referencias metaliterarias son continuas y variadas. Homenajes a otros autores y personajes, citas internas, juegos con el lector, disolución de los umbrales ficción/realidad, etc.
Jimmy el Niño es notable en tanto el referente continuo es otra novela (existente) y otro/el mismo autor, por descontado también existente.
Pongamos orden: Jimmy el Niño es una novela, ficción que existe, puesto que la tenemos entre las manos, escrita por Donald E. Westlake; Richard Stark es un personaje incidental en esta novela, pero también es un autor existente, justamente el mismo Westlake escribiendo con pseudónimo; The Score (El Gran Golpe, 1964) es una novela, también existente, escrita por Stark, es decir, el propio Westlake.
La base de Jimmy el Niño es la propuesta de Kelp, el sempiterno socio de Dortmunder, de realizar el secuestro con finalidad económica de un niño siguiendo el plan trazado... en la novela El Gran Golpe, de Richard Stark.
Todo ello para disgusto de Dortmunder, quien, como buen planificador, no acepta de buen grado que todo el mundo insista en hacer las cosas "como en el libro".
El juego es tan completo que se reproducen capítulos de El Gran Golpe para después comprobar cómo son puestos en práctica "en la realidad" por Dortmunder, Kelp y su banda. Por supuesto, con resultados dispares.
Entre otras cosas porque Jimmy no es el niño de la novela de Stark. Superdotado, con una larga carrera de visitas al psicoanalista a sus espaldas, es un maestro del ingenio y de cómo superar cualquier plan de sus captores, para desesperación de éstos.
Un guiño continuo al lector, con los efectos humorísticos correspondientes y deseados, la originalidad de esta novela (uno podría hablar de novela y media) y el buen hacer humorístico/policiaco de Westlake hacen de ella una lectura refrescante y curiosa.

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El Oficinista, de Guillermo Saccomanno

Ed. Seix Barral
Barcelona, 2010 [2010]

En El Oficinista hay que tener en cuenta dos cosas. Primera, el ambiente. Pre o directamente apocalíptico, nos encontramos con una sociedad destrozada, con inseguridad a pie de calle, ataques terroristas y guerrilleros a diario y en el centro de las ciudades; helicópteros que patrullan de continuo en un estado de guerra permanente; desocupados y mendigos que atestan las calles; zonas que los drogadictos, los antisistema o, en general, elementos asociales dominan a placer; extraños perros clonados que campan en jaurías salvajes por las calles; murciélagos gigantes que sobrevuelan la ciudad; un estado policial y paranoide donde la libertad individual no existe y la delación y la vigilancia es constante. Todo ello reminiscente (y presente en la novela) de los mundos ballardianos, de las sociedades orwellianas, del Brazil de Terry Gilliam.
Segunda, el protagonista. El oficinista (jamás es llamado por su nombre) es un individuo totalmente sumiso a los restos de su sociedad. Es un empleado fiel y modelo (pero no inmune a la inseguridad y al riesgo del despido). Por sus desvelos, la sociedad le ha pagado con una teórica seguridad laboral, con la estrechez económica y con la pérdida de toda voluntad propia. Es un desclasado, y una ¿persona? que incluso ha perdido la capacidad familiar (su mujer es o es vista como un monstruo; sus hijos, de los que ha perdido la cuenta, son referidos con el nombre colectivo de La Cría). Es profundamente infeliz, totalmente conformista y un mezquino absoluto. El amor (o la ilusión que tiene del amor) antes que redimirlo, lo llevará no sólo al adulterio, sino a la delación, al robo y al asesinato.
Si estas dos narraciones se sobreponen no es por casualidad. Antes bien, nos hallamos frente al antiguo argumento de cuanto más corrompida la sociedad, más corrompido está el individuo.
Porque el oficinista puede ser un carácter ínfimo y despreciable, pero una vida anodina no sale del anonimato por sí sola. Una cierta moral circundante moldea al individuo; si es maleable, lo convierte en un reflejo de esta sociedad. Si no, lo convierte en un contestatario mayor o menor, pero alguien que puede conservar ese íntimo reducto personal ético. Si el que se adapta a esta sociedad es un perdedor no se convierte en ganador, puesto que no controla para nada los acontecimientos: sigue siendo un perdedor y uno tanto más prescindible cuanto más adaptado está, ya que es inofensivo para esta sociedad.
El Oficinista es una narración pesimista pero fascinante, contada con gran estilo y que lleva consigo una profunda reflexión sobre nuestra sociedad, porque, como apuntan la contraportada y Pere Gimferrer, "cuenta una historia que pasó ayer, pero que aún no ha sucedido, y, sin embargo, transcurre ahora. No es que el futuro esté cerca, es que tal vez ya pasó".



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Premio Biblioteca Breve 2010.



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100 Mites de la Ciència, de Daniel Closa i Autet

Cossetània Edicions, col. De Cent en Cent
Valls (Tarragona), 2010 [2010]

Este Cien Mitos de la Ciencia (sólo en catalán por el momento) es uno de esos libros curiosos y amenos que aspiran a explicar y desmentir unos lugares comunes que tienen (o mejor dicho, no tienen) base científica. Y el mejor elogio que se le puede hacer es decir que lo logra.
Redactado con buen humor pero sin abandonar en ninguna ocasión el rigor científico, estas cien falsas creencias (y son realmente cien) quedan desmentidas con todas las de la ley, pero también explicadas con todos los pronunciamientos. Insisto, de forma muy clara y muy comprensible, que siempre es de agradecer por parte del profano (y del que no lo es).
Estructurado en diez partes, estas diversas falacias van desde los mitos sobre nuestro cuerpo a las leyendas urbanas y conspiraciones, pasando por la salud, la alimentación, los animales, la Tierra, el espacio, la evolución, los científicos y la historia.
Desde aquellas inverosimilitudes como la de "si todos los chinos saltaran a la vez alterarían la rotación de la Tierra" a temas prácticos como "la dieta vegetariana es más sana", "es mejor no apagar los fluorescentes porque gasta más energía en el momento de encenderlos", tonterías como "los murciélagos son ciegos" o "el siglo XXI comenzó el año 2000" a curiosidades como "Einstein era un mal estudiante y sacaba malas notas en matemáticas" (falsa, insisto) o "un disgusto puede hacer que los cabellos se vuelvan blancos en una noche" y muchas más, este libro no sólo es instructivo y ameno, sino que nos recuerda que la ciencia no está aislada en una torre de marfil, antes bien es algo omnipresente en la vida diaria; y que un poco de curiosidad y de pensamiento analítico nos hace mejores en todos los aspectos.

Portada i sinopsi

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Tiburón, de Steven Spielberg

SESIÓN MATINAL

(Jaws); 1975

Director: Steven Spielberg; Guión: Peter Benchley y Carl Gottlieb, basado en la novela de Peter Benchley; Intérpretes: Robert Shaw (Sam Quint), Roy Scheider (Jefe Martin Brody), Richard Dreyfuss (Matt Hooper), Lorraine Gray (Ellen Brody), Murray Hamilton (Alcalde Larry Vaughn), Carl Gottlieb (Meadows); Dir. de fotografía: Bill Butler; Música: John Williams; Dir. artístico: Joseph Alves; Montaje: Verna Fields.

En la costa de Long Island un tiburón devorador de hombres provoca el caos. Como todo buen shocker, cuanto más sencillo es el planteamiento más efectivo resulta. La película podemos dividirla en dos partes, la primera es la negación del fenómeno por parte de las autoridades en el intento de conservar los intereses turísticos, lo que provoca más víctimas y un incremento de la tensión, y la segunda la caza en sí del tiburón.
Existe un exceso de conversación en ciertos fragmentos de la película, pero esto es un inconveniente mínimo. En tanto a intenciones y resultados, el filme es extraordinariamente efectivo, y lo es desde un principio. Las escenas iniciales han pasado ya a las antologías del cine; crean tensión y proporcionan el adecuado shock al espectador, con lo que cumple sobradamente su propósito, y sabe mantener el suspense y la incertidumbre durante el resto de la proyección. Este resultado se consigue gracias a una rara conjunción de talento: la música de John Williams, un clásico similar (incluso rítmicamente) al de Psicosis; las interpretaciones de Shaw, Scheider y Dreyfuss: no hay un solo momento en que uno los vea como actores, sino como sus personajes. Y una dirección magistral de Spielberg, que entiende el modelo y sabe cómo ponerlo en pantalla escatimando la completa visión del monstruo hasta bien avanzada la película; una exposición prematura siempre resulta anticlimática (y ahí fracasa Tiburón 2, por ejemplo); una dirección que maneja las situaciones y la tensión con mano firme.
A Tiburón se la ha acusado de ser la responsable de una invasión de las pantallas por parte de bichos sin cuento: anacondas, pirañas, arañas, incluso abejas. Puede ser cierto, pero no menos verdad es que bienaventurados sean los imitadores, porque de ellos serán los defectos. Cualquiera de esas películas resulta risible en uno, otro o muchos momentos, mientras que Tiburón es un filme coherente y efectivo de principio a fin. Y una lección de cómo rodar en ese género.

Excelente tráiler:

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Historia de la Incompetencia Militar, de Geoffrey Regan

(Someone Had Blundered... A Historical Survey of Military Incompetence)
Ed. Crítica, col. Biblioteca de Bolsillo
Barcelona, 20012 [1987]

Pese a que los libros sobre esta temática menudean en el mundo anglosajón (generales o especializados en un conflicto), en castellano, y a mi constancia, sólo este y el Sobre la Psicología de la Incompetencia Militar, de Norman F. Dixon, están traducidos y hallables. Por lo menos, tenemos acceso al libro de Dixon, que fue el primero que intentó (y en muchas ocasiones consiguió) sistematizar y analizar unas actuaciones que apilan sufrimiento sobre un fenómeno que ya es causa de dolor y destrucción por sí.
Respecto al carácter seminal y casi único de la obra de Dixon sólo hay que leer la primera parte de esta Historia de la Incompetencia Militar para darse cuenta de lo fundamental que ha sido. Pese a que Regan trata con cierta displicencia a Dixon («su interesante y divertido libro»), casi de inmediato emplea su clasificación fenomenológica de la incompetencia; rechaza (o no trata) la interpretación psicológica, pero da por buenas las tipologías... sin ni siquiera intentar buscar elementos comunes en los protagonistas que expliquen esa etiología. Defiende esa postura diciendo que se trata de una visión histórica y que Dixon «no contribuye a comprender por qué en ciertas ocasiones los hombres superan sus limitaciones psicológicas y triunfan, mientras que en otras hombres con problemas de personalidad mucho menores fracasan». Esta afirmación es cierta, pero obvia el hecho de que en la guerra moderna no existen generales surgidos de la nada, y que, por lo común, aunque sea en maniobras o en extinción de incendios forestales, los futuros genrales se habrán probado como tenientes, capitanes, comandantes, tenientes coroneles y coroneles. Incluso la vida diaria del cuartel proporciona elementos para identificar la proclividad a la incompetencia (el comandante de mi cuartel, por ejemplo, y contraviniendo todas las normas escritas y no, obligaba a los soldados a portar el cubrecabezas en todas las ocasiones, incluso bajo techo; la razón para ello es que no se conformaba con un simple pegar los brazos al cuerpo y juntar los tacones como saludo; quería además que se levantase la mano a la visera. Lo que sucediera con este jefe en tiempo de guerra, no quiero imaginarlo).
Bien, fuera de que el autor no está de acuerdo con Dixon pero tiene que recurrir a él casi de continuo, este libro es adecuado, en el sentido de que presenta en su segunda parte unos ejemplos de campañas o batallas mal llevadas (y entre las cuales hay tres que nos afectan en particular a los españoles: la expedición a Cádiz de Wimbledon en 1625, la batalla de las Lomas de San Juan en la guerra de Cuba de 1898 y la batalla de Annual de 1924 de la guerra de Marruecos). La más llamativa y dramática, por desconocida, puede ser la batalla del cráter de la Guerra de Secesión Americana, una lectura iluminadora, como el resto de ejemplos históricos.
Destaquemos también que diluido en la primera parte del libro hay el relato de algo que podía haber constituido un capítulo de la segunda, como es la Guerra de las Malvinas, en concreto el asalto a Goose Green, que casi acabó en desastre.
Con toda su indefinición causal, el aspecto expositivo de este libro es importante; bien documentado y bien expuesto, es un valioso 50% de la bibliografía sobre este tema en español.


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Contra Jaime Gil de Biedma, de Jaime Gil de Biedma

En Obras. Poesía y Prosa
dentro de Poemas Póstumos
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, col. Opera Mundi
Barcelona, 2010 [1968]

Dentro de la ya de por sí corta obra poética de Jaime Gil de Biedma, dos de sus más célebres poemas son Después de la Muerte de Jaime Gil de Biedma y Contra Jaime Gil de Biedma.
La intitulación del poemario que los contiene se ha vuelto equívoca con el paso del tiempo y la circunstancia mortal. Poemas Póstumos fue publicado en vida del autor, y su título era a un tiempo irónico (la declaración de un poeta que ya no era el mismo de antes) y asertivo por parte de un poeta que ya no escribiría más poesía, porque ésta no es que lo hubiera rebasado sino porque Gil de Biedma ya había dicho lo que tenía que decir.
En este aspecto, Contra Jaime Gil de Biedma es probablemente el epítome de esta declaración de cambio (o de madurez, o vejez, como quieran), y deja poco espacio a la interpretación (salvo, tal vez, la psicoanalítica). Conforme anuncia, no es un diálogo entre dos edades, antes bien, es una auténtica confrontación ya desde su inicio:

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación ─y ya es decir─,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
[...]
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

La gran paradoja del poema es que Gil de Biedma se dirige a su yo antiguo, más joven, más bohemio y quizá más promiscuo como si fuera una persona que sucedió pero ha quedado atrás por el paso del tiempo y que, sin embargo, sigue habitando en él mismo.

[...]
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
[...]

A la vez que deseo de reforma, de "sentar cabeza" que se ve frustrado por el instinto, la costumbre y la pulsión primaria, hay una impotencia en convivir ambas actitudes vitales.
Contra Jaime Gil de Biedma es un poema, como hemos dicho, muy claro, muy duro, muy personal y a la vez muy revelador, una gran muestra de dónde era capaz de llegar el arte de su autor y uno que se sitúa tanto en el centro del drama posterior de Jaime Gil de Biedma como en el relato de su vida anterior y del sentimiento de inadaptación que subyació en su personalidad toda su vida.

[...]
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble,
que es amarse a sí mismo!

Texto del poema y recitado por el autor