Historia de la Incompetencia Militar, de Geoffrey Regan

(Someone Had Blundered... A Historical Survey of Military Incompetence)
Ed. Crítica, col. Biblioteca de Bolsillo
Barcelona, 20012 [1987]

Pese a que los libros sobre esta temática menudean en el mundo anglosajón (generales o especializados en un conflicto), en castellano, y a mi constancia, sólo este y el Sobre la Psicología de la Incompetencia Militar, de Norman F. Dixon, están traducidos y hallables. Por lo menos, tenemos acceso al libro de Dixon, que fue el primero que intentó (y en muchas ocasiones consiguió) sistematizar y analizar unas actuaciones que apilan sufrimiento sobre un fenómeno que ya es causa de dolor y destrucción por sí.
Respecto al carácter seminal y casi único de la obra de Dixon sólo hay que leer la primera parte de esta Historia de la Incompetencia Militar para darse cuenta de lo fundamental que ha sido. Pese a que Regan trata con cierta displicencia a Dixon («su interesante y divertido libro»), casi de inmediato emplea su clasificación fenomenológica de la incompetencia; rechaza (o no trata) la interpretación psicológica, pero da por buenas las tipologías... sin ni siquiera intentar buscar elementos comunes en los protagonistas que expliquen esa etiología. Defiende esa postura diciendo que se trata de una visión histórica y que Dixon «no contribuye a comprender por qué en ciertas ocasiones los hombres superan sus limitaciones psicológicas y triunfan, mientras que en otras hombres con problemas de personalidad mucho menores fracasan». Esta afirmación es cierta, pero obvia el hecho de que en la guerra moderna no existen generales surgidos de la nada, y que, por lo común, aunque sea en maniobras o en extinción de incendios forestales, los futuros genrales se habrán probado como tenientes, capitanes, comandantes, tenientes coroneles y coroneles. Incluso la vida diaria del cuartel proporciona elementos para identificar la proclividad a la incompetencia (el comandante de mi cuartel, por ejemplo, y contraviniendo todas las normas escritas y no, obligaba a los soldados a portar el cubrecabezas en todas las ocasiones, incluso bajo techo; la razón para ello es que no se conformaba con un simple pegar los brazos al cuerpo y juntar los tacones como saludo; quería además que se levantase la mano a la visera. Lo que sucediera con este jefe en tiempo de guerra, no quiero imaginarlo).
Bien, fuera de que el autor no está de acuerdo con Dixon pero tiene que recurrir a él casi de continuo, este libro es adecuado, en el sentido de que presenta en su segunda parte unos ejemplos de campañas o batallas mal llevadas (y entre las cuales hay tres que nos afectan en particular a los españoles: la expedición a Cádiz de Wimbledon en 1625, la batalla de las Lomas de San Juan en la guerra de Cuba de 1898 y la batalla de Annual de 1924 de la guerra de Marruecos). La más llamativa y dramática, por desconocida, puede ser la batalla del cráter de la Guerra de Secesión Americana, una lectura iluminadora, como el resto de ejemplos históricos.
Destaquemos también que diluido en la primera parte del libro hay el relato de algo que podía haber constituido un capítulo de la segunda, como es la Guerra de las Malvinas, en concreto el asalto a Goose Green, que casi acabó en desastre.
Con toda su indefinición causal, el aspecto expositivo de este libro es importante; bien documentado y bien expuesto, es un valioso 50% de la bibliografía sobre este tema en español.


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