No Sólo Hitler. La Alemania Nazi entre la Coacción y el Consenso, de Robert Gellately

(Backing Hitler. Consent and Coercion in Nazi Germany)
Ed. Crítica, col. Memoria Crítica
Barcelona, 20023 [2001]

De nuevo. El título original dice: Respaldando a Hitler. Consentimiento y Coerción en la Alemania Nazi. Que es algo distinto a como lo han titulado aquí. Pase lo de intentar una frase "de impacto" para el título, pero, ¿por qué cambiar el subtítulo? Es irritante esta manía de suplir al autor.
Bueno, Gellately pretende con este libro responder a la pregunta de qué cantidad y qué tipo de información recibía el público alemán durante el Tercer Reich, y proviene del hecho de haber encontrado en una de las fichas de la Gestapo un recorte de un reportaje de sobre un caso denunciado. Esto era contradictorio con la idea de que la mayor parte del terror nazi se había llevado en secreto.
En este aspecto, el libro tiene un éxito relativo. Es cierto que los alemanes fueron conscientes de vivir en un estado policial. Es cierto que este estado estuvo basado en la delación, y Gellately demuestra numéricamente que las acciones iniciadas por la Gestapo dueron muy pocas, siendo las más denuncias y delaciones, interesadas o no, realizadas por ciudadanos alemanes contra terceras personas. Y es cierto que en muchas ocasiones la prensa actuó mostrando el resultado de las delaciones; y que en muchas otras los elementos del estado nazi no se privaron de realizar ejecuciones públicas, y de dejar los cadáveres expuestos durante días.
Todo lo cual no es nuevo, o lo es relativamente. Viene a confirmar cosas que se intuían o sabían, pero tampoco aclara nada sobre el tema de base del libro, es decir, cuánto y qué sabían los alemanes.
Pero hay dos capítulos que sí contienen materia nueva y pertinente. El primero está dedicado a la justicia policial. En efecto, hubo una acción repetida y continuada por parte de las autoridades nazis en suplir, objetar y corregir la actuación judicial, autorizando a los elementos policiales a desdeñar las sentencias de los tribunales, corregirlas o aumentarlas (o, sencillamente, pasar por encima de ellas), manteniendo el confinamiento en campos de concentración cuando la sentencia expiraba o cuando era absolutoria, y en algunos casos aplicando penas de muerte no judicializadas.
El segundo tema es completamente nuevo y mucho más indicativo, y es el sistema de subcampos. Se sabía que Auschwitz-Birkenau tenía unos campos satélite, pero se daba por supuesto que eran "delegaciones" en industrias ad hoc o instalaciones productivas similares. Sin embargo, el descubrimiento radica en estos subcampos instalados en lugares públicos en el centro de ciudades, con prisioneros mantenidos allí para trabajar, pero tratados, en todo dalvo las cámaras de gas, como si estuvieran en el Lager, incluyendo ejecuciones mediante tiro en la nuca de forma arbitraria y pública. Y las cifras son asombrosas: Dachau llegó a crear 197 subcampos; Sachsenhausen, 74; Buchenwald, 129; FlossenBürg, 97; Mauthausen, 62; Ravensbrück, 45; Neuengamme, 90; Gross-Rosen, 118; Mittelbau-Dora, 32; Auschwitz (sin Birkenau), 50; Majdanek, 14. Algunos de ellos en ciudades como Braunschweig, Dessau, Dusseldorf, Essen, Leipzig y Weimar.
Es significativo. Porque la leyenda de que del sistema de campos sólo tenían noticia los pobladores de zonas cercanas a los campos principales se desvanece de un plumazo. Cuando menos las condiciones de trabajo, alimentación y alojamiento de los campos eran cosa pública para todos, amén del trato y la "justicia" que aplicaban los guardianes. Y cualquier trato humanitario hacia los prisioneros por parte de la ciudadanía estaba severamente castigado.
Es significativo que 70 años después sigamos descubriendo cosas nuevas sobre la arquitectura del horror. La vergüenza no puede convertirse en silencio, y el conocimiento tiene que convertirse en memoria. Ya no para que no se repita, sino para que no se niegue lo que sucedió.

Portada y sinopsis

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