Les Benignes, de Jonathan Littell

(Les Bienveillantes)
Quaderns Crema, col. Biblioteca Mínima
Barcelona, 20072 [2007]

Dentro de la evolución natural que la narrativa sobre el Holocausto está obligada a seguir, es sólo consecuencia lógica que se tenga que llegar a enfrentarse a la voz de los verdugos, y escribir una novela desde su punto de vista.
Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? En efecto, semejante novela tiene unos riesgos inmensos, y no es el menor el convertirse en un alegato defensivo por parte de los nazis (de los que vamos sobrados: para aquellos que gusten de semejante literatura, pues no son más que unas ficciones autoexculpatorias y, en muchos casos, miserables, existen múltiples memorias de nazis corriendo por ahí, algunas más desvergonzadas que otras) o, incluso el riesgo de hacer que el lector empatice con el verdugo narrador.
Déjenme explicarles algo. Existe, en España, un escritor bien conocido que ya hace tiempo tiene el proyecto de escribir algo similar. Cada vez que lo ha hablado con su agente, con sus editores, éstos han torcido el gesto y han intentado por todos los medios quitárselo de la cabeza. Espero que no lo hayan conseguido definitivamente, tanto más cuanto estas Las Benévolas de Littell no sólo eluden estos riesgos, sino que le han valido a su autor el Premio Goncourt. [Lo cual dice mucho de nuestro país, en donde se edita mucho, muchísimo, pero aquejado de una cobardía intrínseca que habla con claridad de la calidad de edición que tenemos.]
Hemos hablado ya de Littell y su Lo Seco y lo Húmedo, una obra seguramente surgida de la necesaria (y extensa, añado yo) documentación a la que ha tenido que recurrir para escribir esta fundamentada y realista ficción (una contradicción de términos sólo aparente). Monumental, también: 1.151 páginas (que, en la edición catalana, van complementadas con un glosario de siglas y organismos nazis, necesario y muy didáctico).
Por resumir una historia larga con brevedad, la novela se inicia cuando el protagonista, teniente de la SD (la rama de inteligencia de las SS), es destinado a un Einsatzgruppe tras la vanguardia del avance alemán en Rusia con la misión de organizar los grupos de limpieza étnica en los territorios recién conquistados por los alemanes. Por unas rencillas dentro del servicio, será enviado a Stalingrado, de donde logrará salir herido y de milagro. Con semejante hoja de servicios, será reasignado para racionalizar la fuerza de trabajo de los campos de concentración y de exterminio. Desde esta posición nos relatará la vida en la retaguardia, su percepción (muy exacta) de lo que sucede en los campos y las vicisitudes del Reich hasta su hundimiento en Berlín.
He dicho antes que la novela se inicia en Rusia. Falso. En ralidad, el relato empieza cuando el supuesto redactor de estas memorias toma la pluma desde su casa en Bélgica, salvado de toda persecución, llevando una vida que denominaríamos normal después, mucho después de la guerra.
Es evidente que hay más: una historia de la persona del narrador, psicopática (no se asusten: sigan conmigo un poco más), que es necesaria narrativamente para marcar las distancias con el pseudoensayo o el panfleto. Y ahora vamos a lo de la psicopatía. No, la tesis de Littell no es que los verdugos fueran psicópatas. De hecho, Aue, el narrador, siente piedad por los prisioneros de los campos. Una piedad pasiva y ambigua, pero piedad muy en el fondo. En este contexto, convertirlo en psicópata, en un auténtico caso clínico, no hace sino remarcar, destacar, lo normales que eran sus colegas en el exterminio. Littell desdeña la mera explicación sádica o psicológica de un golpe. Quien quiera aseverar esta explicación, nos dice, que estudie las auténticas psicopatías del individuo; así verá lo diferentes que eran con respecto a lo que ocurrió en el Holocausto.
Y hemos hablado de piedad. No crean que es redimente. En el fondo, es autoexculpatoria, sin más. Lo que dice Aue es que hacía eso porque si no lo hacía lo habría hecho otro. Lo que no dice, pero deja claro, es que si no lo hacía no ascendería dentro del mundo del Reich alemán. Antes bien, descendería. De modo que encuentra una conveniencia en hacer lo que hace aunque diga que no le gusta.
Es también de agradecer que el autor no se haya decidido por uno de los ejecutores (ni por uno de los grandes jefes) sino por un ejecutivo planificador. En estos temas es muy fácil caer en la caricatura, y eso es algo que un escritor debe evitar a toda costa. Y también porque el quid de la cuestión no está en porqué sucedió lo que sucedió en Alemania, sino porqué se permitió que sucediera. Y para que el Holocausto se llevara a cabo fue necesaria una voluntad, sí, pero también muchas connivencias, un constante mirar hacia otro lado y un perpetuo autoconvencimiento de lo que se hacía era lo correcto.
Es por ese terreno por donde pasea Littell, que ha tenido que consultar de todo para hacer que esta obra suene tan auténtica como lo hace. En Lo Seco y lo Húmedo vimos cómo había realizado un análisis preciso y exacto del lenguaje nazi-fascista. En esta novela lo ha aplicado hasta sus últimas consecuencias. Todo suena verosímil, y si algunas cosas parecen extremas, sin embargo resultan posibles (salvo, tal vez, los últimos instantes en el búnker de Berlín, pero Littell da la impresión de haber querido marcar distancias entre ficción y realidad allí).
Por todo lo visto y muchas cosas más, esta incursión en la visión del otro no puede sino definirse como un ejercicio literario mayúsculo, lleno de perspicacia, militante en favor de los asesinados, que desnuda las mentiras formuladas por tantos y tantos discursos y memorias exculpatorias. Una obra maestra.

Portada y sinopsis

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4 comentarios:

Arturo López dijo...

Hola, Lluis.
Con tu reseña me has hecho convencerme de romper uno de mis propósitos de 2010: no comprar novelas históricas. Afortunadamente, he verificado que está disponible en Guadalajara y este fin de semana voy a correr a conseguirlo.
Saludos.
Arturo López.

Helena Justina dijo...

Aquest és un llibre que des de que va sortir a la venda està a la meva prestatgeria de casa, a més en la mateixa edició que has llegit tu, però encara no m'havia fet l'ànim de llegir-lo. Potser ho faré aviat. Una molt bona ressenya!
Salutacions cordials!

Lluís Salvador dijo...

Hola, Arturo:
Es algo más que una novela histórica. Lo bueno que tiene Littell es ponerte frente a los dilemas morales y para ello corre riesgos tremendos. El otro día me lo preguntaba un amigo: "¿Pero no llegas a empatizar con el protagonista?" Y la respuesta que le dí es que como lector tenía que estar continuamente reexaminado mis actitudes frente a ese protagonista. Y la respuesta a esa pregunta no es única, por descontado. Cada cual tiene que responderla, pero creo que es lo que también ha pretendido Littell: que reexaminemos nuestra visión de los asesinos y los pongamos en su lugar (pero no es una mirada benévola la que lanza Littell; ni la mía tampoco).
Un saludo, y espero que te guste!

Lluís Salvador dijo...

Hola, Helena:
No és lectura fàcil. Ni cómoda, per la temàtica. Però es una d'aquelles obres que mereixen la qualificació de hors-série, perquè són originals, valentes i trencadores. I ben escrita.
Prov-la. Ja em diràs el què...
Salutacions!