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Maigret si Diverte, de Georges Simenon

(Maigret s'Amuse)
Adelphi Edizioni, col. Le Inchieste di Maigret
Milán, 2006 [1957]

En la anterior ocasión en que he hablado del comisario Maigret (El Inspector Cadáver) les comenté que sus casos eran tan similares por su método de trabajo que sería difícil que volviera a comentar otro. No es que fuera que leído uno leídos todos, sino que para el comentarista se hace difícil señalar una y otra vez las virtudes y los defectos de Simenon sin un uso intensivo del diccionario de sinónimos para reproducir lo que, en definitiva, sería la misma reseña.
Varío mi postura hoy porque, en este caso de Maigret, Georges Simenon se permite hacer que su comisario se tome unas vacaciones en las que resuelve un caso sin ejercer de policía y sin usar los instrumentos de que dispone habitualmente. Como quien dice, sin moverse del sillón de casa.
Es un tour de force que aquellos autores con detectives de larga serie han practicado desde siempre. Conan Doyle lo hizo con Holmes, Agatha Christie con Poirot. De hecho, y en esencia, Edgar Allan Poe ya lo había hecho con Auguste Dupin en El Misterio de Marie Roget.
La honestidad del narrador se pone a prueba en estos casos. Es necesario que el detective en cuestión siga fiel a sus métodos pero no tenga acceso directo a las fuentes de investigación. Es también imprescindible que el escritor no recurra a un deus ex machina surgido de la nada, lo que sería una trampa intolerable. Así lo hace Simenon, empleando la percepción que Maigret tiene de las personalidades, operando sólo con las actitudes y acciones de los implicados que le llegan por la prensa, actuando, como remarca una y otra vez, como uno de esos detectives aficionados de café a los que tanto odia y constriñéndose a no apelar a sus fuentes, ni a su prestigio, ni a su cargo. De hecho, dando pistas a la policía mediante anónimos.
Por supuesto, lo consigue. Y el autor respeta la personalidad de su personaje. Como siempre en estos casos, si esta honestidad se mantiene, entonces el lector queda gratificado. Que es lo que sucede con este Maigret se Divierte. Y, cabe agregar, el lector también.

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Los Siete Samurais, de Akira Kurosawa

SESIÓN MATINAL

(Shichinin no Samurai)
1954
Director: Akira Kurosawa; Guión: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto y Hideo Oguni; Intérpretes: Takashi Shimura (Kambei Shimada), Toshiro Mifune (Kikuchiyo), Yoshio Inaba (Gorobei Katayama), Seiji Miyaguchi (Kyuzo), Minoru Chiaki (Heihachi Hayashida), Daisuke Kato (Shichiroji), Isao Kimura (Katsushiro Okamoto), Keiko Tsushima (Shino), Yukiko Shimazaki (Esposa de Rikichi), Kamatari Fujiwara (Manzo, padre de Shino), Yoshio Kosugi (Mosuke), Bokuzen Hidari (Yohei), Yoshio Tsuchiya (Rikichi); Música: Fumio Hayasaka; Dir. Fotografía: Asakazu Nakai; Montaje: Akira Kurosawa; Dir. Artística: So Matsuyama.

Si ustedes no han visto Los Siete Samurais, pero han visto Los Siete Magníficos (que aparecerá por aquí también) tendrán una idea muy exacta de lo que es esta película. Pero les recomiendo que vean Los Siete Samurais. Porque esta obra maestra de la épica tiene tantas cosas destacables que uno, en verdad, no sabe de cine hasta que ha visto este filme.
La historia: Un pueblo japonés del siglo XVI contrata a siete samurais para librarse del acoso y pillaje de unos bandidos. Esta presunta simpleza abre, sin embargo, unas puertas innumerables: el sentido del heroísmo, de quiénes son los héroes. Del honor del guerrero. De la redención de la violencia mediante la justicia. Y unas cuantas cosas más.
Una dirección magistral, un movimiento de cámara estético y magnífico, una fotografía impresionante, actuaciones grandiosas... todo en esta película es estudiable y, no obstante, es necesario contemplarla unitariamente.
El tráiler que les propongo es notable. No sólo una acumulación de fragmentos sino una miniépica de la gran épica que es Los Siete Samurais

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Revolución en el Jardín, de Jorge Ibargüengoitia

Ed. Reino de Redonda
Barcelona, 2008 [1972-1997]
Prólogo y edición de Juan Villoro

Esta selección de las crónicas de Jorge Ibargüengoitia no es mala forma de acercarse a un autor que ha influenciado el policiaco, el fantástico y la literatura en general, no sólo de México, sino la hispana.
Y no es mala forma porque la crónica permite una variedad de formatos necesaria y benditamente breves (lo que pone al descubierto bondades y defectos con gran rapidez) que muestran las virtudes tanto del narrador como del periodista: la anécdota se eleva a relato literario, el hecho a reflexión, la vivencia a filosofía, el exabrupto a postura vital. En el caso de Ibargüengoitia, con un sentido irónico y humorístico muy, pero que muy notables.
Por ejemplo, y buena prueba, es este inicio de "El Lenguaje de las Piedras":
«Se me podrá acusar de tratar sólo con una minoría selecta, pero hasta la fecha no he conocido ningún mexicano que tenga esperanza ─y menos, que tenga ganas─ de que sus huesos acaben en la Rotonda de los Hombres Ilustres.»
Este "y menos, que tenga ganas" por sí mismo dice mucho de la vis irónica que preside la literatura de Ibargüengoitia.
Partiendo a veces de un mexicanismo que con extrema rapidez se hace universal, no es de extrañar que fuera escritor incómodo para todos. Forúnculos embarazosos para las ideologías, suelen ser estos autores los pioneros en gritar que el rey va desnudo, siempre con cierta sorna. Desde los tiempos de la Grecia clásica este tipo de escritores han sido universalmente odiados, menos por los lectores, que suelen pasárselo en grande con ellos y quienes les conceden carta blanca para cantar verdades y mostrar reveses de trama, siempre con gracia.
Ibargüengoitia era de estos. Véase si no el texto "Humorista: Agítese antes de Usarse", donde se define a sí mismo y lo que hace con absoluta precisión:
«Hay quien afirma, y yo estoy de acuerdo, que el sentido del humor es una concha, una defensa que nos permite percibir ciertas cosas horribles que no podemos remediar, sin necesidad de deformarlas ni de morirnos de rabia impotente.
»Esta característica del humor como sedante es la ruina del autor como aguijón. Por esto creo que, si no voy a conmover a las masas ni a obrar maravillas, me conviene bajar un escalón y pensar que si no voy a cambiar el mundo, cuando menos puedo demostrar que no todo aquí es drama.»
Pero aquí Ibargüengoitia se equivocaba. En realidad, no bajaba un escalón, sino que lo subía.

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L'Alienista, de Joaquim Maria Machado de Assis

(O Alienista)
Quaderns Crema, col. Mínima de Butxaca
Barcelona, 1996 [1882]

No es mi costumbre, pero en este caso el resumen de contraportada es particularmente esclarecedor, de modo que ahí van algunas de las cosas que dice: "El doctor Simão Bacamarte «el más grande de los médicos de Brasil, de Portugal y de las Españas» decide fundar en Itaguaí una institución sin precedentes locales: una casa de locos. El entusiasmo inicial de la gente de Itaguaí deja paso muy pronto a la sorpresa, cuando el médico empieza a encerrar a personas sanas, y se alzan las primeras suspicacias. A medida que va encerrando más, aumenta la indignación, y finalmente estalla una revuelta popular. [...] Tiene un desenlace, como reconoce el propio autor «de atanta envergadura y tan inesperado que se merecería al menos diez capítulos: pero me contento con uno, que será la coronación del relato y uno de los más bellos ejemplos de convicción científica y abnegación humana»".
Este cuento largo delirante, que avanza con una lógica aplastante de situación absurda a otra más absurda todavía, no deja de producir carcajadas en el lector. Desde la estupefacción divertida de las primeras acciones del doctor pasando por un crescendo de lo que él considera locura hasta un falso clímax en el que, cuando tiene ya encerradas a cuatro quintas partes de la población, decide que, evidencia numérica aplastante, la normalidad es la locura y que lo que hay que hacer es encerrar a los auténticos enfermos, que son esa minoría de personas en apariencia sensatas.
Pero si creen que es la única vuelta de tuerca de esta narración, están equivocados.
Divertidísimo, sorprendente, ágil, corrosivo, este cuento es además un ensayo, escrito desde la primera línea de lo que los ingleses llaman "tongue in cheek", es decir, de forma satírica, sobre la definición de locura y de la medida de la normalidad humana, a la vez que satiriza el comportamiento social que, en su casi totalidad, puede definirse como demente.
Machado de Assis fue el gran nombre de las letras brasileras en el siglo XIX. Escribió de todo, en todos los géneros y en todos los tonos. En el del humor, este El Alienista es un triunfo inmortal, una joya de la corrosión, la ironía y, en definitiva, de la inteligencia narrativa.

Portada y sinopsis de la edición castellana

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L'Inspector Fa Tard, de Manuel de Pedrolo

Eds. de la Magrana, col. La Negra
Barcelona, 19883 [1953]

Una de las características de la novela negra siempre ha sido la de servir de retrato de la sociedad de una época. Un retrato siempre más anímico, moral y social que otra cosa. De hecho, más que la resolución criminal, esa ha sido su principal virtud.
En la época en que esta obra fue escrita, hubo una pequeña eclosión de películas negrocriminales realizadas en Barcelona. Fuera de sus argumentos, sencillos y bienpensantes (y constreñidos por la censura de la época), aunque por su solo planteamiento ya representaban una mínima, inocente si quieren, subversión, su visionado actual resulta más ilustrativo sobre la Barcelona de esa época que cualquier retrospectiva. Porque, por supuesto, su temática no las ceñía a los barrios nobles de Pedralbes o el Ensanche, ni a los fastos del Congreso Eucarístico, sino que descendían a la zona portuaria, al Barrio Chino barcelonés (en donde no hubo nunca un chino), a los barrios obreros de La Sagrera o de La Bordeta.
Esta novela [El Inspector Llega Tarde], leída hoy, sirve (muy involuntariamente, pero da igual) de fresco de portada de la Barcelona de los años cincuenta, y de adecuado reflejo de su clima social.
El argumento es mínimo: se ha producido un robo de nóminas en una fábrica, teóricamente cuando la caja estaba guardada por el protagonista, Claudi Miserachs. ¿Ha sido él? ¿Han robado otros? ¿desde dentro o desde fuera? El caso es que un par de días después, Miserachs empieza a ser seguido y a recibir llamadas telefónicas amenazadoras. La sencillez definitiva de este argumento no es óbice para que sea mantenido en pie por el suspense creado alrededor de la situación por Pedrolo, y que leída hoy esta novela sigue siendo válida y extrañamente moderna para su época.
Manuel de Pedrolo, Premi d'Honor de les Lletres Catalanes, el máximo galardón al que puede aspirar un escritor en esta lengua, fue, además de un novelista de calidad (pese a ser enormemente prolífico), introductor de los géneros en la literatura catalana (en ciencia-ficción, Mecanoscrit del Segon Orígen; en la novela negra, numerosos ejemplos de los cuales sólo es uno esta novela), y lo hizo con una tremenda contemporaneidad y modernidad. En la época en que en España lo más policíaco eran las historias de Plinio, de García Pavón, Pedrolo introdujo la novela negra catalana según los modelos del hard-boiled americanos y del polar francés. Todo ello las hacen hoy tremendamente contemporáneas, escritas con un estilo fresco y propio y disfrutables por derecho propio como modelos de escritura y de tratamiento de los temas. El año que viene se conmemora el vigésimo aniversario de su muerte. Esperemos que esto lleve una recuperación de su obra. Todos aprenderemos de ella.

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Winchester '73, de Anthony Mann

SESIÓN MATINAL

Director: Anthony Mann; Guión: Robert L. Richards y Borden Chase, basado en una historia de Stuart N. Lake; Intérpretes: James Stewart (Lin McAdam), Shelley Winters (Lola Manners), Dan Duryea (Waco Johnnie Dean), Stephen McNally (Dutch Henry Brown), Millard Mitchell (High Spade Frankie Wilson), Charles Drake (Steve Miller), John McIntire (Joe Lamont), Will Geer (Wyatt Earp), Jay C. Flippen (Sargento Wilkes), Rock Hudson (Young Bull), John Alexander (Jack Riker), Steve Brodie (Wesley), James Millican (Wheeler), Abner Biberman (Latigo Means), Tony Curtis (Doan), James Best (Crater); Dir. de fotografía: William H. Daniels; Montaje: Edward Curtiss; Dir. artística: Bernard Herzbrun y Nathan Juran.

La épica del western ha tenido su centro en aquellos hombres que conformaron el imaginario del espíritu de frontera. En esta película, además se incorpora a la épica los objetos que la hicieron posible, en este caso el rifle de repetición Winchester modelo (mítico) 73.
James Stewart busca al asesino de su padre. Gana un rifle Winchester, que es robado por McNally. Pasa a manos de McIntire, después a los indios, más tarde a la caballería, a Charles Drake, a Dan Duryea y, de nuevo, a McNally, el asesino al que busca Stewart. Y en consecuencia, al enfrentamiento entre ambos. Este viaje del objeto es aprovechado para moverse por todo el ámbito del Far West y sus caracteres y arquetipos.
Con esta estructura, no inusual, pero útil, esta historia es llevada con mano impecable por Anthony Mann y un gran trabajo actoral. Una joya artesanal que representa una sorpresa en su primera visión y un placer en las posteriores.
Por primera vez, un actor (Stewart) sacrificaba parte de su sueldo a cambio de un porcentaje de los beneficios, algo que le salió muy bien y una costumbre que se generalizó a partir de entonces.
Pueden ver a Tony Curtis y Rock Hudson en papeles secundarios.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Duke Ellington at Newport

¿Por qué jazz? La respuesta en el título de esta entrada. ¿De la mano de quién? ¡Ah! Esa es otra cuestión. Cuando era más joven (más joven que ahora, ja, ja) me atraía el jazz, lo había escuchado, un poco caóticamente, con la ventaja de tener un grande en nómina del país, como era Tete Montoliu, con la desventaja de una discografía escasa y cara, que uno no sabía bien por donde coger.
Reconozcámoslo, el jazz es una música difícil que sólo se puede apreciar realmente escuchándola, y escuchando mucho jazz. Pero discriminar y ordenar lo que se debe escuchar no es fácil: dixieland, Nueva Orleans, Chicago, Costa Este, Oeste, swing, be bop, hard bop, etc. Demasiadas tendencias dentro de una misma música como para aclararse, y más en un género que, muy a menudo, se compone de instantes geniales, irrepetibles, y no depende de las composiciones sino de la interpretación, y esa en un momento dado.
En ese contexto, una noche y en la ya hace tiempo desaparecida Antena 3 de Radio, topé con Juan Claudio Cifuentes, Cifu para los amigos, es decir, todos sus oyentes. A partir de ahí las cosas sufrieron un cambio significativo. Puede que el Cifu no sea la persona que más sabe de jazz de España. Pero es seguro que es una de las tres personas que más saben, aunque desconozco quiénes pueden ser las otras dos. Siempre ha dejado que la música hablara por sí misma. Pero esa parquedad en palabras iba acompañada de una brillantez en la exposición y la explicación que la convertían en particularmente valiosa. Con el cierre de la emisora, le perdí la pista. Y ahora, ¿veinte? años después, casi por casualidad, lo redescubrí en Radio Clásica de Radio Nacional de España, haciendo su programa, claro que sí, llamado como siempre, Jazz Porque Sí. Sigue como siempre, es decir, instructivo, estimulante, magistral.
Y además, la emisora tenía servicio de podcast. De inmediato, pensé en rendirle homenaje. Yo a este tío le debía algo. Y, al fin y al cabo, el 40% de mis lectores son de fuera de España, con lo que no habrían tenido ocasión de escucharlo jamás. Y el Cifu merece ser escuchado tanto como sea posible.
Ahora bien, tenía que ser algo digno y grande. A esperar pues algo monumental. No tuve que esperar mucho. El Cifu nos brindó dos programas sobre un concierto mítico: el de Duke Ellington en el festival de jazz de Newport de 1956. Ya que el reproductor de medios que propone RNE no funciona en Blogger [nota del 7 de mayo de 2010: ahora SÍ funciona, de modo que ahí tienen el reproductor "oficial"], hice un aprendizaje acelerado de inclusión de música en blogs. Y mientras tanto, veía con desesperación que la segunda parte del concierto emitida no aparecía en el podcast. ¿Sería necesario que esperase a otro momento genial en la historia del jazz?
Por fortuna, y ya en octubre, el Cifu se puso ante el micrófono para anunciar que, a petición popular, iba a componer un programa con los momentos culminantes de ese concierto: la Newport Jazz Festival Suite (1.Festival Junction; 2.Blues to Be There; 3.Newport Up) y los potentes, inconmensurables, irrepetibles, geniales Diminuendo in Blue-Crescendo in Blue, con esa auténtica gesta de Paul Gonsalves en una improvisación de 27 chorus de 12 compases cada uno y con una banda particularmente inspirada empujando detrás.
Y aquí lo tienen.
El Cifu se lo explicará mejor que yo.
No dejen de pulsar esa tecla del play.


Jazz porqué sí 30/10/09


Aunque no descarto hacer más incursiones de este tipo e incluir aquí otros programas de Jazz Porque Sí, aquellos que quieran acudir aa escuchar y escoger de entre la amplia selección de nombres que Juan Claudio Cifuentes ha puesto en antena, pueden clicar en este enlace y servirse a su gusto. No quedarán defraudados.

Nota del 25 de mayo de 2010:
El Cifu no abandona jamás a sus polluelos. Atendiendo peticiones y reclamaciones, en el programa dominical de dos horas se marcó la reemisión completa de los programas dedicados al concierto de Newport de Duke Ellington y, claro, con el concierto completo.
De modo que, para aquellos que tengan prisa, dejo el enlace al programa resumen, pero les recomiendo vivamente que escuchen la versión completa. El concierto y las explicaciones del Cifu lo valen.


Programa especial: Duke Ellington en el Festival de Newport de 1956 (Jazz porque Sí)

Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Tan Fuerte, Tan Cerca, de Jonathan Safran Foer

(Extremely Loud & Incredibly Close)
Random House Mondadori/Ed. Lumen, col. Narrativa
Barcelona, 2005 [2005]
Ilustraciones de Debra Meltzer, Christopher Moisan y Anne Chalmers

A estas alturas de blog, confío en que me permitan ponerme sentimental. Sentimental y no sentimentaloide, dos campos separados por una línea tan fina que es muy difícil no rebasarla.
Tan Fuerte, Tan Cerca es la historia de Oskar Schell, un niño de nueve años, muy sensible, que perdió a su padre el 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York. Un día rompe un jarrón y dentro encuentra un sobre con la palabra "Black" escrita en él y una llave en su interior. ¿Podría ser este objeto una especie de legado de su padre? ¿Un secreto? ¿La primera pista de una búsqueda? Es posible, o así lo cree Oskar, y así es como empezará una aventura por Nueva York, buscando entrevistarse con todos los Black de la guía telefónica, persiguiendo un sueño.
Esto es terreno peligroso, como ya he dicho. Uno en el que es fácil caer en el lamento, la manipulación del lector, la imposición de la piedad y el dolor. Nada de eso hay en esta novela. Lo que hay es una historia iniciática, en un ambiente maravilloso con la historia de la familia de Oskar envolviendo a esta su aventura y su pérdida.
Foer consigue emocionar, trazar la ruta sentimental de la pérdida del padre de Oskar y sus relaciones con su madre, su abuela, su desconocido abuelo y las personas que conformarán un retrato de un Nueva York conmovido pero en marcha, de buenas gentes (o que lo son momentáneamente ante las circunstancias de Oskar, no nos engañemos). Un libro repleto de historias, porque la ciudad es diecinueve millones de historias, bien trazado, estructurado, tierno pero sin concesiones, muy bien escrito y muy bien fundamentado.
¿Quieren la prueba del nueve de la literatura? Muy bien, aquí está: es la segunda vez que leo este libro. La primera me encantó. Es esta posterior lectura, Foer ha reproducido esos sentimientos y sensaciones. Y, pese a conocer el final, el cuerpo de esta novela me ha vuelto a interesar por sus historias y sus detalles. Tener un libro así en el estante es ir más allá del puro consumo de una historia. Significa tener algo de la humanidad entre dos cubiertas de cartón. Y si puede volver a apelar a los sentimientos, eso quiere decir que puede hacerlo porque son auténticos.

Portada y sinopsis

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La Treva, de Primo Levi

(La Tregua)
Eds. 62, col. El Balancí
Barcelona, 1997 [1958]

La Tregua, segundo volumen de lo que se ha venido a denominar "Trilogía de Auschwitz" (el primero, Si Esto Es un Hombre; y el tercero Los Hundidos y los Salvados) ocupa, dentro de esta historia del horror del Holocausto, el relato de los sucedido desde la liberación del campo de exterminio de Auschwitz (o, para ser precisos, desde el abandono precipitado de los guardias SS del campo ante el avance de las tropas rusas) hasta la definitiva repatriación de los supervivientes a sus hogares, un hecho que se prolongó sus buenos diez meses, un tiempo incomprensible y de una duración que se puede definir como casi intolerable. Una especie de cautiverio adicional si no fuera por el hecho de que había desaparecido la finalidad última de los campos, como era el exterminio de sus internos.
En Si Esto Es un Hombre, Primo Levi nos sumía en la desolación del horror absoluto. En La Tregua, lo que permea en el lector es un sentimiento de alivio. Es lógico, puesto que, frente a la desesperanza, los ya exprisioneros se enfrentaban y vivían la libertad.
Pero no la liberación. Pese a ese sentimiento de renacer, el peso de lo vivido seguía acompañando a los supervivientes. Interiormente, muchos seguían siendo prisioneros, y lo serían el resto de sus vidas.
Este es un libro extraño, lleno de contradicciones, las mismas que acompañaron a los liberados más las del mundo que los contemplaba, que tampoco podía comprenderlos, ni su situación actual ni aquellas circunstancias por las que habían pasado. El mundo (es algo común en los relatos de los supervivientes de los campos) no sabía muy bien qué hacer con ellos. Eso creó situaciones intolerables. Internamiento en nuevos campos (de refugiados, los llamaríamos hoy; pero, ¿refugiados de qué?). Cierto, sin la amenaza que planeó siempre en los de exterminio, pero campos al fin y al cabo. No hubo, más que al final, y de forma muy somera, una devolución de la dignidad perdida. O un simulacro de devolución, tan siquiera.
Todo esto no está en el relato de Levi. Éste se limita a narrar hechos. Pero el lector queda con esa impresión de que algo se tenía que haber hecho y no se hizo, o no lo bastante. Levi no llora. Pero lo que trasciende es que los vencedores tampoco cumplieron. Los supervivientes les eran incómodos. Incluso, a veces, da la impresión de que los consideraban superfluos. De muertos en vida a supernumerarios de la vida. Puede argüírse que es un paso significativo. No lo creo así.
Y, por tanto, el tono puede ser de alivio. Pero no deja de ser una historia trágica, más incómoda de lo que parece, más vergonzosa para nosotros de lo que debiera.

Portada
Otros testimonios sobre los campos nazis: Si Esto Es un Hombre, de Primo Levi, La Escritura o la Vida, de Jorge Semprún y El Largo Viaje, de Jorge Semprún

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La Dama de Picas, de Alexander S. Pushkin

(Pikovaya dama /Пиковая дама)
En Novel·les i Contes
Eds. 62, col. Les Millors Obres de la Literatura Universal
Barcelona, 1981 [1834]

Pushkin, además de ser el modernizador de la lengua rusa, es el máximo exponente del romanticismo en este idioma. Y, como buen romántico, no podía dejar de tener en su haber una historia fantástica. Y una, para los cánones de la época, endiabladamente buena.
Hermann es un hombre morigerado, cuya máxima pasión son los juegos de cartas, pero a los que no apuesta porque "no está en disposición de malversar lo que tiene justo para vivir con la esperanza de ganar más de lo que necesita". Sin embargo, cuando escucha que uno de sus compañeros tiene una abuela que obtuvo un secreto del Conde de Saint-Germain para ganar a los naipes (un secreto que, por supuesto, insinúa unas implicaciones y consecuencias diabólicas), se obsesiona por obtener esas tres cartas que le permitirán esquivar el azar y alcanzar unas ganancias fabulosas.
Y para ello, maquinará una ignominia de tal calibre que el lector quedará satisfecho cuando ese recurso infalible se vuelva en su contra, en una venganza que, literalmente, proviene del más allá.
Extrañamente alejado del cuento de horror ruso, casi siempre enraizado en la leyenda campesina (El Viy; La Familia Vurdalak), no obstante consigue, por lenguaje y ambiente, un fantástico propiamente ruso, por primera vez urbano, que anticipa las historias de Gógol, y que incorpora con éxito la ironía y temas que cristalizarán en los grandes autores rusos posteriores.
Por lenguaje y recursos, esta Dama de Picas es una pequeña joya del relato de fantasmas de todos los tiempos.

Portada y sinopsis

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Ven y Mira, de Elem Klimov

SESIÓN MATINAL

(Idi i Smotri)
1985
Director: Elem Klimov; Guión: Ales Adamovich y Elem Klimov; Basado en historias de Ales Adamovich; Música: Oleg Yanchenko; Dir. Fotografía: Aleksei Rodionov; Montaje: Valeriya Belova; Dirección artística: Viktor Petrov; Vestuario: Eleonora Semyonova; Intérpretes: Aleksei Kravchenko (Florya Gaishun); Olga Mironova (Glasha); Liubomiras Lauciavicius (Kosach); Vladas Bagdonas; Jüri Lumiste; Viktor Lorents; Kazimir Rabetsky; Yevgueni Tilicheyev; Aleksandr Berda; G. Velts; V. Vasilyev; Igor Gnevashev; Vasili Domrachyov; G. Yelkin; Ye. Kryzhanovsky; N. Lisichenok; Vladimir Manayev; Takhir Matyullin; Piotr Merkuryev; Valentin Mishatkin; G. Matytsky; Yevgeniya Polyakova; Anatoli Slivnikov; Georgi Strokov; Tatyana Shestakova; Oleg Shapko.

Esta obra maestra de Elem Klimov es la historia de un muchacho, casi un niño, que se incorpora a los partisanos en Bielorrusia durante la Segunda Guerra Mundial. En un enfrentamiento queda separado del grupo e intenta regresar a su pueblo acompañado de una muchacha. Sabrá entonces que los alemanes han organizado una masacre y han asesinado a todo el pueblo.
Una película de diversos niveles: iniciación a la edad adulta, o la necesidad y brutalidad de este rito de paso en situación de guerra; historia del heroísmo forzado por la historia, tan común en la cinematografía soviética; pero, sobre todo, una visión descarnada de las atrocidades de la guerra en general y del nazismo en particular.
Esta película formula desde su título, a la vez, una petición al espectador y una promesa. Y cumple con creces esta última.
El espectador sentado en su butaca mira y ante sus ojos indefensos desfilan escenas de una masacre sin paliativos, de un realismo absoluto (y, para los que dudan, sobre hechos basados en cientos de episodios que se produjeron en realidad). Su fuerza es tal que, apenas sin diálogos, con la pura fuerza de sus imágenes, nos sentimos abrumados, y es muy posible que salgamos de su visionado con un aturdimiento difícil de describir. Las historias de iniciación y de heroísmo son necesarias en este film para que no se convierta en un pseudodocumental. Sin embargo, su auténtica fuerza gira en torno a esta realidad reflejada, a esta brutalidad real.
Un trabajo actoral inmenso, una selección de actores minuciosa, un manejo de cámara marca de la casa del cine soviético, cuidada, técnica y bella a la vez, es posiblemente la mejor película realizada jamás sobre los crímenes del nazismo, el mejor alegato antibelicista, un poema desesperado realizado sobre una situación brutal, una obra maestra total.

Tráiler (interesantísimo y bello a su vez):

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El Ojo del Grillo, de James Sallis

(Eye of the Cricket)
Julieta Lionetti/Poliedro
Barcelona, 2004 [1997]

Esta novela me llamó la atención por varias cosas. La primera fue que Harlan Ellison definiera a su autor como "una mente y un talento de dimensiones inusuales". Si siguen regularmente este blog sabrán que tengo un gran respeto por la ficción y las opiniones de Ellison, desconocido como es en España y valorado por su independencia y originalidad en los Estados Unidos. La segunda es que, como la biografía de solapa informa, Sallis es un experto en la historia del jazz. Rebuscando en mi memoria, comprobé que era en efecto así. No es sólo un experto local, por muy amplia e influyente que sea esta localidad, sino que ha traspasado fronteras. Esto y el hecho de que "jazz" y "novela negra" van muy unidos hace este dato interesante. La tercera es que sea el autor de la que se considera la biografía definitiva de Chester Himes, un autor de la novela negra negra (hoy se diría "novela negra afroamericana") peculiarísimo y complejo, tanto por su vida como por su obra.
La novela tiene otros intereses en sí misma. El argumento, muy chandlerianamente (Raymond Chandler es un referente en esta novela, si no en su estilo, sí en la forma de encarar la narración), es casi lo de menos. Lew Griffin es escritor, profesor universitario por temporadas (de literatura clásica, francesa e inglesa) y, de forma más ocasional todavía, detective. Afincado en Nueva Orleans, esta ficción está enclavada de manera inextricable con el carácter y las genes de esta ciudad, de forma que es, a la vez, un homenaje y una representación social y física de una población fascinante por muchos motivos.
e trata de una novela extrañamente introspectiva, en la que Griffin se enfrenta a sus propios fantasmas y a su reflejo en la sociedad que le rodea. Sufriente y preocupado en una sociedad entre impotente e indiferente, Griffin tendrá que recaer hasta lo más bajo para poder resurgir de una inmovilidad atenazante que, cómoda como pueda parecer, no es sino una anestesia frente a lo que le rodea y a lo que le ha convertido en lo que es. En resumen, tiene que caer para poder levantarse como un hombre nuevo.
Esta introspección es lo que hace grande a esta novela, y no los casos que pueda resolver Griffin, tanto más cuando estos casos no son sino unos indicadores, unas banderas de señales que marcan las carencias de una sociedad.
Esta historia personal, narrada de forma peculiar, con una estructura original que nos anticipa cosas, retrocede de repente y en ocasiones se avanza a la historia, es una de esas novelas de género que trascienden a éste y conforman una épica personal y, a la vez, un compromiso con el ser humano.

Portada y sinopsis

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Yo También Sabría Hacerlo. Entender el Arte Moderno, de Christian Saehrendt y Steen T. Kittl

(Das Kahnn Ich Auch!)
Eds. RobinBook/Ma Non Troppo, col. Arte
Barcelona, 2009 [2007]

Por desgracia para todos, y según la tesis de los autores, la conclusión parece ser que no hay mucho que entender. O demasiado, según se mire. El paseo por el que nos llevan es uno que más se asemeja al parquet de una sofisticada, irritante, materialista y muchas veces vacua bolsa que al terreno de los sentimientos o la técnica.
Así, el tono de este libro no puede dejar de ser irónico (una ironía que no siempre queda bien trasladada en la traducción, de la que hablaré después). Y es aquí donde esto se convierte en un auténtico manual de cómo sobrevivir a lo que rodea al mundo artístico: las exposiciones, las performances, las galerías, los museos, los galeristas, los marchantes, los coleccionistas, los públicos respectivos y los propios artistas. Sea usted mismo, nos dice, enfréntese a la obra, interróguela e interróguese a sí mismo, y procure sobrevivir y salir indemne de este envoltorio económico y egotístico, más parecido a un mercadillo que a otra cosa.
La conclusión que queda es que nadie puede decir hoy día qué es arte, mientras éste sólo se mida por parámetros económicos.
Conclusión ciertamente pesimista, pero en la que todavía queda un rayo de esperanza. Las más grandes obras artísticas de todos los tiempos no es seguro que hayan sobrevivido. No podemos tener esa constancia. Nos conformamos con lo que nos ha llegado y ha sido consagrado por el tiempo y la experiencia. ¿Qué le queda pues al espectador del arte contemporáneo?: «¡Todo tiene un carácter efímero y pasajero! Eso es algo que tranquiliza e inquieta al mismo tiempo, pues la sociedad contemporánea también tiene algo de efímero y pasajero. Sólo existe una oportunidad para ella y tal oportunidad reside en la tolerancia que manifestemos. ¿Cuándo veremos este arte si no lo hacemos ahora?»
Puesto que no tenemos juicios previos que sepamos van a ser perdurables, nos dicen, creemos nuestros propios juicios. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿cómo ver este arte contemporáneo? Puede resultar iluminador este ejemplo:
«Las visitas a los museos programadas para pacientes con Alzheimer constituyen, con toda seguridad, un enfrentamiento poco común con el arte. El MoMA ofrece este servicio desde hace algún tiempo. "El arte es multidimensional y afecta a diversas zonas del cerebro, tanto las dañadas como las intactas", explica uno de los neurólogos implicados. Los pacientes buscan en la tienda de regalos sus postales preferidas y se dirigen en grupo a ver el original.
»La capacidad intelectual de los afectados está perdida sin remedio pero, a través del efecto emocional causado por las obras de arte, se pueden despertar sensaciones y asociaciones. En estas rondas suelen ser muy apreciados los motivos figurativos y narrativos, pero se prefieren las obras de arte con contenidos dramáticos y emocionales. Liberados de una forma de pensar lógica y funcional, los participantes del Meet me at MoMA se dedican a una observación del arte liberada de prejuicios. La vivencia obtenida con las obras de arte y el hecho de hablar sobre ellas llevan consigo una mejora de la calidad de vida y de la vitalidad de los enfermos, aun cuando a estos pacientes se les haya olvidado todo al cabo de unos pocos minutos. Seamos sensatos: ¿A quién no le ocurre lo mismo al visitar un museo, a pesar de que no padezca Alzheimer?»
Me parece una postura de contemplación tan buena como la que más, si no mejor.

[Horrorosa traducción la de este libro. Mi conocimiento del alemán no es tan extenso como para afirmarlo con rotundidad, pero creo que la traductora (cuyo nombre dejaré piadosamente en el olvido) tiene graves problemas con la lengua de origen o, lo que sería peor, con la de destino. Sólo así cabría explicarse que unos autores que se expresan de forma lúcida y coherente, de repente caigan en frases incomprensibles. Incomprensibles porque no significan nada y, sobre todo (y de ahí nace la sospecha) porque en nada se relacionan semánticamente con la precedente. Tenga o no problemas con el alemán, lo que es seguro es que tiene además problemas serios con el inglés, amén de un gravísimo problema en el uso del diccionario. Después de finalizada la lectura, tengo la impresión de que no se ha acabado de trasladar el tono del original (lo que es grave), se han traducido a la buena de dios algunas frases, que han perdido su sentido (más grave todavía) y, visto lo anterior, si esto es lo que se ha percibido, pueden imaginarse lo que se ha disimulado bajo apariencia coherente, pero que vaya usted a saber qué decía en origen (y esto sería escalofriante).]

Portada y sinopsis

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Il Campo del Vasaio, de Andrea Camilleri

Sellerio Editore, col. La Memoria
Palermo, 2008 [2008]
Serie Comisario Montalbano, nº17

Dentro de la evolución natural de este protagonista genial de Camilleri que es el comisario Salvo Montalbano, al que los años le van pesando, en este El Campo del Alfarero, Montalbano se enfrenta probablemente al problema más difícil de su historia, no como intriga policial (que a Montalbano no es que le traiga sin cuidado, pero que para él es secundaria), sino porque tiene que asumir una crisis como es la de la traición de la amistad.
En un campo de creta, material empleado en la fabricación de vasijas y que remitirá a la historia de Judas del evangelio según san Mateo, es encontrado un cadáver, asesinado de un tiro en la nuca y después despedazado en treinta trozos. Todo parece apuntar a un crimen mafioso, según la peculiar semiología que estos grupos han desarrollado en sus crímenes, pero las cosas no son tan fáciles.
Y, además, su vicecomisario y amigo Domenico Augello no hace sino reclamarle con insistencia la dirección de la investigación de este crimen. Un Augello cambiado, crispado, agresivo con sus compañeros, nervioso, desconocido en suma.
A medio plazo, Montalbano intuirá que Augello puede estar liado con la viuda del muerto, y que ésta puede tener que ver en el crimen mucho más de lo que aparenta. Frente a esta traición, a esta ruptura de la confianza y de la amistad, Montalbano reaccionará como esperamos de él. ¿Quién no ha traicionado a alguien en su vida? ¿Quién no ha mentido? Por tanto, lo hará todo para que el escándalo no salpique a Augello. No dudará en llegar a un compromiso entre la resolución del crimen y el mantenimiento y la justificación de la amistad. En dar una segunda oportunidad a Mimì.
Jamás habíamos visto a un Montalbano tan afectado emocionalmente, tan cansado a veces, tan vulnerable en otras y, sin embargo, tan claro en su percepción de lo que consisten los auténticos valores personales. En este aspecto, jamás Camilleri había desnudado tanto a su personaje, jamás nos lo había puesto en una situación tan difícil y nunca antes nos lo había acercado tanto. Camilleri, que nunca ha hecho novelas policiales al uso, jamás se había desentendido tanto de la trama criminal para dejarnos claro que escribe sobre vidas y no sobre muertes.

Portada y sinopsis (en italiano)
Página web de la serie de televisión "Comisario Montalbano" (en italiano)

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Cautivos del Mal, de Vincente Minnelli

SESIÓN MATINAL

(The Bad and the Beautiful)
1952

Director: Vincente Minnelli; Guión: Charles Schnee, basado en una historia de George Bradshaw; Intérpretes: Lana Turner (Georgia Larisson), Kirk Douglas (Jonathan Shields), Walter Pidgeon (Harry Pebbel), Dick Powell (James Lee Bartlow), Barry Sullivan (Fred Amiel), Gloria Grahame (Rosemary Bartlow), Gilbert Roland (Víctor 'Gaucho' Ribera), Leo G. Carroll (Henry Whitfield), Vanessa Brown (Kay Amiel), Paul Stewart (Syd Murphy), Sammy White (Gus), Elaine Stewart (Lila), Ivan Triesault (Von Ellstein); Música: David Raksin; Dir. de Fotografía: Robert Surtees; Montaje: Conrad A. Nervig; Dir. Artística: Edward Carfagno y Cedric Gibbons; Sonido: Douglas Shearer.

Aunque no son escasas, las películas sobre el cine constituyen una minoría. Esta es una de las más críticas, a la vez que épicas (con una épica sucia, todo hay que decirlo), con el sistema de producción de Hollywood. Una actriz (Turner), un guionista (Powell) y un director (Sullivan) dejan claro, mediante flashbacks de sus historias personales, porqué no volverán a rodar una película con el magnate del cine Douglas. Estas historias conforman un relato de cómo este productor salió de la serie B para rodar películas de gran presupuesto, siempre al servicio de su arte (¿o de su egolatría?) aunque ello signifique incluso destrozar vidas. De entre un repertorio de grandes interpretaciones, destaca en particular la de Kirk Douglas, en una actuación ambivalente y enérgica que, a la vez que le hace un personaje repulsivo, no podemos dejar de admirar por su entrega, su visión titánica del cine como algo superior a la vida, su tenacidad ante las dificultades, su impulso para conseguir levantar un imperio, no para enriquecerse (al principio del filme, está casi arruinado) sino para hacer mejores películas.
Un film más que notable en muchos aspectos: dirección, interpretación, fotografía, guión, dirección artística, no es tan conocido como otros grandes títulos, pero sin duda merece una reivindicación.

Tráiler:

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El Extranjero, de Albert Camus

(L'Étranger)
Eds. Orbis/Ed. Origen, col. Historia Universal de la Literatura
Barcelona, 1982 [1947]

Meursault (un francés nacido y residente en Argel) acude al funeral de su madre, a la que apenas le unía nada, puesto que nada tenían que decirse. Al día siguiente, se une a una chica, María, sin ningún proyecto de futuro, sólo por una vaga atracción inmediata. El lunes va al trabajo, donde rechaza un ascenso y el traslado a París, declarando que tal cambio le es indiferente. Conoce a Raimundo, al que hace un favor, no por nada en especial, sino por una especie de apatía de la que se deja llevar. Un fin de semana, María y Meursault van a la casa de la playa de un amigo de Raimundo. Allí, unos argelinos se enfrentan con Raimundo. En un paseo posterior, Meursault se encuentra con uno de estos árabes, que muestra una navaja. Meursault, a su vez, empuña una pistola y lo mata.
La segunda parte de la novela es el arresto, proceso y condena a muerte de Meursault. Éste espera que se juzguen las circunstancias de esta muerte, pero en lo que se hallará inmerso es en un juicio a su propia vida; incluso menos: su vida aparente, en relación con los demás. Y esta será rechazada, extrañada, despreciada por su falta de implicación en la sociedad, por su rechazo al fingimiento o al disimulo. Uno casi diría que se le condenará a muerte por haberse tomado un café con leche en el velatorio de su madre.
A todo esto Meursault se muestra indiferente. De hecho, su actitud vital es la indiferencia.
Novela existencialista, Meursault no es por sí mismo, sino por lo que hace. El propio protagonista acabará comprendiendo, sorprendiéndose y aceptando esto: «Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio». Él quiere seguir siendo él, pero eso es un callejón sin salida, puesto que no será considerado como tal, sino por las acciones, y por lo que los demás piensen de esas acciones.
Alegato contra la pena de muerte, en defensa del individuo y de sus características, ataque contra la hipocresía social, que es parte integrante de la sociedad, pesimista hasta las últimas consecuencias, en tanto nadie es libre de los demás, en tanto la indiferencia de Meursault es inadmisible para sus congéneres, esta novela enigmática y terrible como su mismo protagonista es una deconstrucción de la violencia que esta sociedad ejerce contra el individuo y su mundo propio, en paz o en conflicto consigo mismo, pero en cualquier caso inadmisible si uno se sitúa frente a los demás como extraño, como extranjero.

Portada y sinopsis

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Tot Està Il·luminat, de Jonathan Safran Foer

(Everything Is Illuminated)
Ed. Columna
Barcelona, 2002 [2002]

Esta Todo Está Iluminado ha sido comentada como un texto "divertido", que hace "reír sin parar", "hilarante". En la época en que se publicaban estos comentarios se debía tener una gran necesidad de humor (o no haber acabado de leer la novela) como para darlos.
Es cierto que la novela se inicia (y prosigue) en clave humorística, con el relato de un improbable intérprete ucranio que ha acompañado a un escritor judío americano, llamado casualmente Jonathan Safran Foer, en su búsqueda de Augustine, la mujer que salvó a su abuelo del exterminio nazi y que, en último término, permitió la propia existencia del personaje Foer. Pero el humor, como la ginebra, es licor que combina bien con muchas cosas, y pronto nos encontramos con que la combinación de este libro es con la tragedia y la ternura.
Es una novela de estructura peculiar, a tres niveles, que sin embargo se enlazan entre sí: las cartas que Álex, el intérprete ucranio, remite a Foer a América, volviendo atrás a esa expedición y adelante a la actualidad; el relato de la búsqueda, escrito también por Álex; y la historia de ese pueblo y antepasados buscados, escrita (con sólo su imaginación como base) por Foer.
En efecto, nada queda del pueblo de Trachimbrod y de sus habitantes; ni un resto, y entonces Foer reconstruye la historia de la nada, con fantasía, imaginación y un sentido mítico que, no obstante, no está exento de ironía y desesperación.
Con esta estructura, una sinopsis no significa apenas nada y para casi nada sirve. Baste decir que es necesario buscar el pasado, pero más necesario es superarlo. Y que buscarlo puede hacernos más auténticos a nosotros mismos.
Esta es la primera novela de Foer, y como tal tiene algunos altibajos. Pero en su realismo mágico (o sea, la combinación triple del mismo: realismo; magia; y realismo más magia), su humor, su ternura y su incisiva visión de los seres humanos la hacen primer estandarte de un autor muy a considerar.
En este tipo de novelas se perciben los grandes rasgos del narrador, y no es uno menor el conseguir que cada lector tenga una visión personal del texto, un fragmento propio de él. Leer a Foer no deja indiferente y nos reconcilia un poco con nuestros vecinos los seres humanos.

Portada

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La Clau, de Junichiro Tanizaki

(Kagi)
eds. 62, col. El Balancí
Barcelona, 2002 [1956]

A sus treinta años de vida conyugal, una pareja escribe sus diarios respectivos con la peculiaridad de que ambos desean o estimulan que el otro los lea y así poder "conversar" sobre sus apetencias e incomprensiones sexuales.
Partiendo de estos textos, simultáneos pero que parecen tan separados como la propia pareja, Tanizaki traza en esta La Llave una novela diabólica.
Diabólica en su mismo planteamiento: esa imposibilidad de comunicación directa que lleva al subterfugio de la comunicación pseudoepistolar; diabólica en la creencia de que el ámbito privado mutuo será violado sistemáticamente por el otro; diabólica por la propia ficción que se nos representa de la estructura familiar y conyugal que nos dejan estos diarios. Diabólica hasta llegar a lo criminal.
Diabólica, como no podía ser menos en un escritor reflexivo, por la misma naturaleza de la narración puesto que, en efecto, aunque sean diarios íntimos, ¿pueden ser veraces?
Tanizaki efectúa una deconstrucción del matrimonio y de la sinceridad en él tan completa que el panorama no es desolador sino desolado. En el transcurso de la narración encontraremos la historia de una violación continua, no sólo sexual, sino de los individuos en todos los aspectos, en la que los celos o el deseo adúltero serán lo más suave anímicamente que suceda a los protagonistas.
Los escritores japoneses a veces dan la impresión de conocer a la perfección lo que constituye la pornografía sin caer jamás en los exabruptos y groserías de ésta. Porque lo que nos relata Tanizaki es una situación familiar tan extrema en su sordidez que no puede calificarse más que como pornográfica. Eso sí, escrita con una elegancia, una sensibilidad y una contención que no pueden sino ser arte narrativo. Pero la historia de esta pareja es tan terrible amorosa y psicológicamente que, sin siquiera tener necesidad de referirse al sexo, se puede describir como aberrante. Todos los implicados dicen amar, pero uno se pregunta si el amor es realmente eso que creen que es.
Pero si no lo es, ¿qué es entonces el amor?
Descarnada, desconcertante, profundísima, de una ironía terrible, Tanizaki ha escrito una obra maestra sobre las relaciones de pareja, una historia que nadie quisiera vivir pero que es posible reconocer en el mundo real.

Portada y sinopsis

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El Apartamento, de Billy Wilder

SESIÓN MATINAL

(The Apartment)
1960
Director: Billy Wilder; Guión: Billy Wilder e I. A. L. Diamond; Intérpretes: Jack Lemmon (C. C. Baxter), Shirley MacLaine (Fran Kubelik), Fred MacMurray (Jeff D. Sheldrake), Ray Walston (Joe Dobisch), Jack Kruschen (Dr. Dreyfuss), David Lewis (Al Kirkeby), Hope Holiday (Mrs. Margie MacDougall), Joan Shawlee (Sylvia), Naomi Stevens (Mrs. Mildred Dreyfuss), Johnny Seven (Karl Matuschka), Joyce Jameson (la rubia), Willard Waterman (Mr. Vanderhoff), David White (Mr. Eichelberger), Edie Adams (Miss Olsen); Música: Adolph Deutsch; Dir. de Fotografía: Joseph LaShelle; Montaje: Daniel Mandell; Dir. Artística: Alexandre Trauner; Decorados: Edward G. Boyle; Vestuario: Forrest T. Butler e Irene Caine.

Esta película pasa por ser una comedia. En realidad, pocos filmes hay tan amargos como este. La historia de C. C. Baxter, que presta su apartamento para citas extramaritales de sus jefes a cambio de la promoción laboral ya sería patética en sí, pero además Billy Wilder compuso esta historia con el gran creador de amargura de todos los tiempos, el amor; ese sentimiento que trae miseria y desolación sin que siquiera conlleve una felicidad compensatoria. En una ausencia más que intencionada, esta película carece de final feliz. Sólo unos grandes interrogantes sobre el futuro que son más inquietantes que complacientes.
Jack Lemmon demuestra una vez más ser un grandísimo actor capaz de pasar en un instante de la comedia a la tragedia. Shirley MacLaine jamás estuvo tan preciosa, casi como una muñeca de porcelana, ni Fed MacMurray tan cínico.
No se dejen engañar por lo impresionante de la oficina: es un efecto óptico. Y presten atención a la puesta en solfa que hacen Wilder y Diamond, autores del guión, del sitema empresarial americano.
Una obra maestra en todos los sentidos.

Tráiler: