Ferdydurke, de Witold Gombrowicz

(Ferdydurke)
Quaderns Crema, col. Biblioteca Mínima
Barcelona, 1998 [1937]
Trad. de Anna Rubió y Jerzy Sławomirski

¿Surrealismo? ¿Abstracto? ¿Dadá? El lector tiene la impresión de que Ferdydurke es todo esto sin encuadrarse en ningún movimiento, alcanzando sus objetivos (que los tiene) sin adscribirse a ningún esquema formal concreto. Si creemos lo que Sławomirski tiene que decir, esta novela nació del orgullo herido de un joven autor humillado por la crítica incompetente y tenía que ser, de entrada, un ensayo sobre la falacia de los criterios estéticos que se suelen aplicar a la literatura. Pronto, sin embargo, se convirtió en una alegoría divertidísima.
¿Alegoría de qué? Pues de la posición del individuo frente a la sociedad que lo quiere con determinadas actitudes, todas, más que infantiles, infantilizadas; poses que en el fondo son ridículas, arbitrarias, pero que por su mera puerilidad uniformizan, dominan, domestican al individuo y su creatividad.
Sławomirski define la obra de Gombrowicz como existencialista, en el existencialismo que hubiera podido ser si no se hubiera infiltrado en él los postulados marxistas.
Pero, en el fondo, todo ello no es sino un mero intento reduccionista de justificar lo que no se justifica más que por sí mismo, de probar a encajar una obra en algún ismo, en una tradición. El hecho es que Ferdydurke no se parece a nada ni se puede encuadrar en ningún sitio, por mucho que algunos de sus recursos fueran o hayan sido utilizados por alguna tendencia artística.
Es inútil describir el argumento de Ferdydurke. Como buena alegoría (y hay que apresurarse a decir que, aunque el género ha sido denostado hasta su desaparición, ésta es una alegoría imprescindible en su forma: no hubiera sido posible ejecutar el discurso de Ferdydurke de otra manera), como buena alegoría, decía, su función simbólica es multiforme y, pese a transmitir unos conceptos claros, estos son variables y alcanzan diversos niveles dependiendo de múltiples factores, no siendo el menos importante aquel que el propio lector aporte en su interacción con la obra. Como buen símbolo, se retrotrae a sí misma y se convierte en símbolo incluso de sí y de novela de novelas, de su autor y de la creación literaria.
Es una obra en la que nada es azaroso, una en la que saltarse un párrafo significa perderse algo, obviar un concepto, prescindir de una actitud, sustraerse a una pequeña declaración de principios que ayuda a conformar una mayor. Ferdydurke, pese a todo, es una alegoría divertida pero profunda, un discurso sobre el arte, la creación, las modas, el conformismo, la rebeldía, la originalidad, la sociedad.
Pocas novelas llevan carga semejante, y muy pocas la llevan con tanta elegancia, naturalidad, valentía y transgresión.
Unas palabras sobre la traducción. He leído esta vez la versión catalana, traducida directamente del polaco. La versión castellana tiene una historia famosa detrás, que consiste en que, durante la estancia de Gombrowicz en Buenos Aires, un grupo de escritores hispanoamericanos, encabezados por el cubano Virgilio Piñera (y no Pineira, como dice Gombrowicz en sus diarios) iniciaron una curiosa labor de traducción. Los hipanoamericanos no sabían polaco. Gombrowicz, apenas el castellano. Sobre esta "traducción" oral de Gombrowicz, los hispanos (cuyo número fue creciendo, convirtiéndose en un auténtico círculo de aficionados) compusieron la versión castellana. Para hacer corta una larga historia, Ferdydurke se tradujo, sí, pero en una versión que presenta unas diferencias tan grandes con la original (sin dejar de ser una versión autorizada y casi reescrita por el propio Gombrowicz) que constituye en realidad otro libro. Semejante pero distinto. Otro pero el mismo. Mis recuerdos comparativos entre ambas versiones son lo bastante nítidos como para decir que leído uno no se ha leído el otro. Dicho esto, no hay motivo para preferir una versión por encima de la otra. Ambas son obras de Gombrowicz, ambas son buenas que leer, pese a (o precisamente porque) no ser obras diferentes.

Portada y sinopsis de la edición catalana
Portada y sinopsis de la edición castellana

btemplates

6 comentarios:

mario skan dijo...

Hola Lluís: tengo este libro en un archivo PDF y me da fiaca leerlo. Deberé conseguir una versión libro pero tampoco he visto en librerías. Al leer tu reseña me queda claro el panorama,ya que varias veces había leído acerca de Ferdydurke y no sabía de qué trataba.
Libro famoso pero no por ser masivamente leído sino por su autor, las circunstancias de su traducción y creo que también el nombre.

saludoss

Lluís Salvador dijo...

Hola, Mario:
Sobre lo de la lectura electrónica... No tengo ningún problema, pero entiendo a la perfección a los que prefieren el objeto. Lo que pasa es que a veces es o leerlo en electrón o no leerlo, y ahí sí que tengo la elección clara.
Seix Barral lo ha sacado en una "Biblioteca Gombrowicz", y aunque no me sorprende ninguna de las trapisondas que se pueden realizar en la distribución latinoamericana, me extrañaría que esta empresa (que forma parte del grupo Planeta) se deje escapar el distribuir esta obra de culto en Argentina.
Y estoy de acuerdo contigo. No es un libro demasiado leído. Pero además de las leyendas más o menos verídicas sobre él, se ha convertido en libro de culto. Dos lectores de Ferdydurke que se encuentran es como si establecieran un vínculo inmediato. Me ha sucedido varias veces. Merece mucho la pena, aunque sea un texto que al principio, desconcierta tanto que puedes tener la tentación de posponerlo o de desecharlo. Pero la constancia en este caso vale la pena.
Un saludo!

Veí de les Corts dijo...

Gombrowicz es una de mis debilidades incondicionales. No sé negarle nada.Aunque aún me quedan los Diarios pendientes, por si acaso.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Veí:
Bueno, creo que me ganas :) No he leído tanto de Gombrowicz, sólo Ferdydurke, Yvonne, la Princesa de Borgoña y Pornografía. Pero tiempo al tiempo. Pero, ¿a que es autor que crea un vínculo especial con el lector? autor de culto, vamos...
Un saludo!

Veí de les Corts dijo...

Hola, Lluís.

La verdad es que yo lo descubrí de pura casualidad, en un puesto de libros viejos en la Universidad. Ahí estaba Bakakaï, la edición de Tusquets de tonos dorados, y lo compré, sin pensármelo mucho, quizás convencido por el renombre de la editorial, por el título inusual y porque el apellido del autor me sonaba a eslavo. En esa época concreta, me atraía todo lo que viniera del este y no podía sustraerme de ese impulso. Lo leí y me sorprendió gratamente, me atajo a su mundo ,ya sin remedio. Ahora, de ese libro, sólo recuerdo una historia de un jovencillo que sólo se sentía sexualmente activo cuando se trataba de mujeres de condición humilde y maduritas, criadas entradas en carnes y años, vaya. Es curioso y sintomático que sólo me acuerde de esto. En fin, ya no me enrollo más.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Veí:
Psicológicamente sintomático, ja, ja...
Ay, esos cuadernos marginales e ínfimos (ínfimos porque eran cortísimos en páginas, no por su calidad), dorados y plateados... cuánto dinero perdieron Beatriz y el llorado López de Lamadrid en esas colecciones. Pero qué de títulos más atrayentes editaron en una época más conformista y escasa de libros que ésta...
En fin, ya ves que recuerdos tenemos todos...
Un saludo!