Jinetes del Salario Púrpura, de Philip José Farmer

(Riders of the Purple Wage)
En Visiones Peligrosas I (Dangerous Visions)
Harlan Ellison, recopilador
Eds. Martínez Roca, col. SuperFicción
Barcelona, 1983 [1967]
Ilustraciones de Leo y Diane Dillon

In memoriam: PHILIP JOSÉ FARMER (1918-2009)

En el artículo anterior explicaba (o, más bien, lo explicaba el prologuista de este libro, Isaac Asimov) que la ciencia ficción se había reajustado en los años sesenta en un estilo mucho más literario que efectista, más humanístico que técnico, más experimental que expositivo. En este aspecto, la antología Visiones Peligrosas no inauguró esta corriente, pero sí fue su bandera ante el mundo (otra bandera, en el ámbito anglosajón en este caso, fue la revista británica New Worlds). En primer lugar porque los relatos que la componían habían sido escritos especialmente para ella, en segundo porque los escritores se comprometían a ciertos estándares innovativos y controvertidos. Historias demasiado fuertes para que fueran adquiridas por las revistas, realizadas por escritores de primera línea del género. Harlan Ellison lo consiguió, y Dangerous Visions se convirtió en una leyenda.
Una leyenda que tardó, por cuestiones de censura, dieciséis años en llegar a España, pero otras cosas, como la democracia, se demoraron más de cuarenta años, o sea que nos podemos dar con un canto en los dientes.
Hoy, a más de cuarenta años de su concepción y aparición original puede ser interesante ver qué queda de esa innovación y controversia. La respuesta es que no mucho, pero bastante más de lo que cabría esperar. Pienso comentarles poco a poco la antología de la antología. Las mejores historias de esas historias. Las que hoy en día pueden ser leídas sin desdoro, sin ningún esfuerzo de situarse en la época, de reajustar el modelo mental para justificar el relato. Las historias literariamente buenas e interesantes.
Y ahora déjenme hablarles de alguien que para la mayoría de ustedes sonará a chino: Philip José Farmer [tan a chino como que, en el momento de redactar esta reseña (28 de abril de 2009), al buscar el enlace de wikipedia para incluirlo aquí, he descubierto con desagrado y tristeza que murió el 25 de febrero de este año, con lo que esta reseña se convierte, muy a mi pesar, en un In Memoriam; puede que se me haya pasado la necrológica, pero ha sido una muerte invisible, por lo menos en España]. Philip José Farmer fue, por temática y estilo, desde sus inicios un autor casi maldito. Su preferencia por los temas de sexo y religión (por separado o en conjunción) le convirtieron en un escritor casi impublicable desde el principio en un género tan puritano como el de la ciencia ficción, aunque, por supuesto, le consagraran como pionero en estas temáticas. Estilísticamente, Farmer apostó por las formas de vanguardia cuando le convino para sus argumentos, y fue uno de los pocos que saltaba con extraordinaria facilidad del estilo clásico al de la "new thing", con resultados si no siempre satisfactorios, sí coherentes. Es curioso constatar que su paso a la corriente general se vio dificultado hasta resultar imposible por su gusto por el pastiche y la mímesis (la serie de "El Mundo del Río" es una buena prueba). Hasta el punto en que propuso (y Vonnegut aceptó) escribir una de las obras de ese autor ficticio que Kurt Vonnegut cita de forma recurrente en sus novelas, Kilgore Trout. Así surgió Venus en la Concha, que apareció firmada por Trout y desconcertó a críticos y lectores, hasta el punto que Vonnegut tuvo que negar que él fuera el autor y Farmer salir a la palestra para reconocer su paternidad.
En Jinetes del salario Púrpura, Farmer realiza una extrapolación de en lo que puede convertirse nuestra sociedad de cumplirse unas condiciones. Cito: «Los firmantes del Manifiesto de la Triple Revolución del siglo XX previeron con exactitud algunos aspectos. Pero le quitaron importancia a la falta de trabajo que la Triple Revolución produciría en el señor Cualquiera. Creían que todos los hombres tienen la misma capacidad de desarrollar tendencias artísticas, que todos podrían dedicarse a las artes, oficios y aficiones o a la educación por la educación. No se enfrentaron a la "no democrática" realidad de que sólo un diez por ciento aproximadamente de la población, si llega, es capaz de forma inherente de producir algo valioso, o siquiera levemente interesante, en las artes. Oficios, aficiones y una educación académica durante toda la vida aburren pronto, así que... de vuelta al licor, al fido [un sistema de televisión global] y al adulterio.»
Por descontado, en un mundo donde la población ha sido (ha tenido que ser) protegida y subvencionada por un salario estatal (el "salario púrpura"), el dinero tiene un valor ilusorio y esta tercera revolución provoca unos efectos colaterales.
Es una adecuada, no predicción, sino reflexión sobre el futuro de la sociedad global, una más localista y cerrada por cuanto más globalizada, ensimismada, matriarcal y fundamentalmente desocupada, con un gobierno paternalista y poco intrusivo, pero controlador de la producción y distribución. Nadie dice que esto vaya a ser así, pero Farmer describe, mediante la reflexión y la extrapolación, una sociedad plausible.
Si sólo fuera ésta su virtud, este relato apenas sería una anécdota. Pero Farmer sabe contar historias, de modo que hay aquí varios niveles de significación superpuestos, y el hilo conductor es Chib, un artista dispuesto a no doblegarse ante los condicionantes e imposiciones de la sociedad en la que vive, y que encuentra inspiración y aliento en su abuelo, el último gran delincuente del mundo.
Los relatos incluidos en Visiones Peligrosas gozan de una apostilla por parte de sus autores, de modo que la tarea del comentarista queda facilitada: «Este relato fue escrito primariamente como una historia, no como una caja de resonancia para una serie de ideas o una profecía. Terminé sintiéndome demasiado interesado en mis personajes.»
Es una buena explicación a la pervivencia y méritos de este relato, y añade valor literario a lo que podía haberse quedado en mera reflexión.
Sin embargo, no sólo de historias tiene que vivir la literatura, y las ideas, repartidas en varios niveles narrativos, están ahí. Es interesante constatar que esa Tercera Revolución es un documento que se propuso realmente (que se haya implementado en todo o en parte es otra cuestión, así como si esta puesta en práctica ha sido o no voluntaria). Volvamos a lo que dice Farmer: «Los autores del documento saben que la humanidad se halla en el umbral de una era que exige un reexamen fundamental de los valores e instituciones existentes. Las tres revoluciones, separadas y que se refuerzan mutuamente, son: 1) la Revolución Cibernética; 2) la Revolución de Armamentos; y 3) la Revolución de los Derechos Humanos.»
Sirvió de inspiración para mostrar una sociedad planificada, pero Farmer fue inteligente y quiso esbozar cómo vivían las gentes en esta sociedad, y cómo el individuo, y cómo este individuo puede resistirse a la planificación.
Todos estos niveles, y su ejecución literaria, son los méritos de una historia que merece sobrevivir y leerse, fresca y atractiva, hoy y mañana.

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3 comentarios:

Germán Hernández dijo...

Fascinante Luis... insisto, y yo con tanto que leer y vos provocando...

ciertamente cuando dices:

"Es una adecuada, no predicción, sino reflexión sobre el futuro de la sociedad global, una más localista y cerrada por cuanto más globalizada"

Siento que ya no hay predicción... ya es realidad.

Saludos!!!!

Lluís Salvador dijo...

Hola, Germán:
Bueno, el manual de instrucciones de este blog es que, sencillamente reseño cosas que me parecen atractivas. Si alguien se topa con ellas en un futuro y recuerda la reseña, puede que no las obvie como desconocidas o menores o poco importantes... y entonces lea algo que pudiera haber pasado por alto. En mi opinión, siempre en mi opinión. No es que pretenda que nadie lea TODO lo que reseño. La gente tiene mejores cosas que hacer, intereses particulares, películas que ver, poemas que escribir, vidas por vivir... Pero siempre es interesante aquella información del tipo de "si vas a tal sitio, hay una pequeña taberna que no te puedes perder". Con la literatura pasa lo mismo.
Un saludo!

Sergio Fabian Cano dijo...

Fue todo un antropólogo social del futuro