Anàbasis, L'Expedició dels Deu Mil, de Jenofonte

(Anabasis)
Fund. Bernat Metge, col. Escriptors Grecs - Texte i Traducció
Barcelona, 1968 [~390 a. de C.]

«Después de que los estrategas fueron presos y los lócagos y los soldados que habían ido con ellos fueron muertos, los griegos se hallaron en una gran confusión, pensando que estaban a las puertas del Rey, que por todos lados los rodeaban muchas tribus y ciudades enemigas, que nadie más les iba a parar mercado, que distaban de Grecia no menos de diez mil estadios, que no tenían guía para el camino hacia la patria; que los habían traicionado hasta los bárbaros que habían hecho la expedición con Ciro; que se habían quedado solos, sin un solo jinete que les apoyara. Así pues, era evidente que, vencedores, no matarían a nadie, y, vencidos, ninguno de ellos quedaría con vida.» (Libro III)
Este es el punto de inflexión de la Anábasis, y lo que ha hecho famosa la odisea de Jenofonte y sus diez mil soldados.
Se trata de la historia de unos mercenarios griegos contratados por Ciro (no Ciro el Grande) para combatir y derrocar a su hermano Artajerjes, rey de Persia. Tras la batalla de Cunaxa, en la que Ciro fue derrotado y muerto, los griegos fueron la única formación del ejército derrotado que se mantuvo en buen orden y preparada para ejercer una resistencia desesperada, aunque formidable. Ahí se vieron ante la disyuntiva de rendirse (y muy probablemente ser pasados por las armas) o presentar batalla e intentar escapar.
Es entonces cuando Jenofonte asciende a uno de los mandos conjuntos de los diez mil soldados griegos, y decide que morir por morir, mejor hacerlo en pie y camino a casa. En medio de Asia Menor, junto al Éufrates, los Diez Mil emprenden los que Arturo Pérez-Reverte ha denominado indirectamente "la mayor evasión militar de la Historia".
La obra tiene tres partes definidas: la primera, la expedición de Ciro el Joven, que culminará en la desastrosa batalla de Cunaxa. La segunda, la propia marcha de los griegos por Asia hasta llegar al Ponto (el mar Negro). La tercera, la historia de los pillajes y chantajes hasta llegar finalmente a Grecia y su disolución como ejército operativo.
La mejor, por supuesto, es la segunda. Rodeados de enemigos, atravesando ríos, pasando montañas entre el frío y la nieve, sufriendo el hambre, cruzando siempre territorio hostil, la gesta de los griegos adquiere magnitudes épicas hasta culminar en la famosa escena en la que, arrojando las armas, los griegos corren hacia la playa gritando: "¡Thalassa! ¡Thalassa!" (¡El mar! ¡El mar!).
Es una curiosa epopeya en la que la épica reside en la gesta en sí y no en los individuos que la protagonizan: mercenarios rastreros, avariciosos y crueles. Chaqueteros atentos siempre al mejor postor que, sin embargo, llegado el momento, hicieron lo que nadie ha vuelto a hacer jamás; que un continuador de Jenofonte resumió con una aparente simplicidad: "El total del recorrido, tanto de la ida como de la vuelta, es de doscientas quince etapas, mil ciento cincuenta parasangas, treinta y cuatro mil seiscientos cincuenta estadios [6.652 Km]. La duración, de ida y vuelta, un año y tres meses".

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3 comentarios:

Patricia dijo...

¡Uf! Me parece una lectura bastante "durilla". La aventura épica es atractiva pero..., será porque me costó aprobar el Griego clásico y todavía tengo pesadillas con barcos atracando en la Isla de Eubea y rapsodas refugiándose en templos y clamando a las musas.

Anónimo dijo...

Ya que ayer apareció en nuestra conversación Leo Strauss, y precisamente tu último post es sobre Jenofonte, me atrevo a recomendar la lectura de "Sobre la tiranía", libro en el que Strauss analiza minuciosamente el "Hierón" de Jenofonte. Muy interesante también el posterior debate Strauss-Kojève.
La Anàbasis me ha recordado un comentario del Zaratustra de Nietzsche (en otro blog). Corresponde al momento épico de la obra, cuando tiene lugar el ascenso de la montaña y su sentido es el descubrimiento de la verdad. Después viene el descenso (katábasis), el momento trágico...
Saludos

Ramon

Lluís Salvador dijo...

Hola, Olivia:
Bueno, tampoco te pido que te flageles leyéndola en griego...
Con los clásicos, siempre lo digo, hay que tener paciencia. Y, por lo general, esta paciencia se ve recompensada por temas y la forma de tratarlos. Pero, por supuesto, no son libros como para leer en el autobús.
Un saludo!

Hola, Ramon:
Interesante lo que propones. Por cierto que el tal Jenofonte era un pájaro de cuenta. De cuenta corriente y de la otra. Pero bueno, si digo que los diez mil eran chaqueteros y chantajistas, qué se podría esperar de su jefe...
Tiene bastatnte relación esa cita de Nietzsche, no creas. Porque, después de la hazaña, viene la disgregación. De la unidad en la épica a la disensión.
Gracias por el paorte y el comentario.
Un saludo!